Grupos ruidosos alargan la fiesta en Gràcia ante centros de ancianos
Los Mossos detienen a dos jóvenes más por lanzar botellas
Fue un derroche de sinfonía urbana perpetrada hasta las seis de la madrugada de ayer: los contenedores sirvieron de percusión, botellas y conos se usaron como enormes baquetas y el redoble restallaba contra las ventanas de una residencia de ancianos de Gràcia, situada en la primera fila del concierto. A una veintena de metros, la residencia geriátrica Salus sufrió otro tanto. Hubo luz en varias ventanas de ambos centros hasta la salida del sol, síntoma del insomnio colectivo. "Muchos ya se resignan a no dormir durante estos días", admitió una responsable del centro Salus.
El mobiliario urbano fue utilizado hasta las seis para un concierto de percusión
En estas residencias viven unos 150 ancianos con vistas a la plaza del Poble Romaní, donde se produjo el amanecer más ruidoso de las fiestas de Gràcia. El barullo fue creciendo a medida que la policía desalojaba la plaza de Rius i Taulet, alrededor de las cuatro de la mañana, y la plaza del Sol, una hora después.
La atestada calle de Ros de Olano, en la parte superior de Sol, volvió a crear problemas que acabaron en detenciones: otros dos jóvenes, uno de 22 años y otro menor de edad, fueron detenidos por desorden público. Es decir, participaron al igual que otros grupos de jóvenes en el lanzamiento de objetos a la policía, principalmente botellas. El balance de las fiestas es ya de cuatro detenidos por estos mismos cargos. Ayer, dos mossos resultaron heridos leves y el forcejeo propició los primeros golpes de porra y las primeras carreras. Varios jóvenes sufrieron contusiones, aunque no llegó a producirse ninguna carga policial.
Tres horas después del cierre oficial de la fiesta (las 2.30), los Mossos toparon con la resistente jarana de Poble Romaní. La zona se está consolidando como el último reducto de los fiesteros, que ya anticipan los movimientos de la policía. "La fiesta termina pronto en Rius i Taulet, pero aquí nos dejan horas extra", decía Carles, de 22 años y beodo, que empezó aporreando la guitarra y terminó pilotando uno de los contenedores convertidos en instrumento de percusión. Con la primera luz del día estos instrumentos se volvieron portátiles y la pandilla de Carles los trasladaba calle arriba y abajo, con la música sonando y su amigo dentro.
Otros noctámbulos rechazaron terminar la fiesta de vacío y optaron por llevarse a casa los pitufos que decoraban la plaza de Rius i Taulet y que merecieron el séptimo premio en el concurso de calles. Parte de ese galardón ha sido secuestrado para amanecer en dormitorios de extraños, denunciaron ayer los responsables de la decoración de la plaza.
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