Llaneras, la pista del oro
Primero en Sidney y segundo en Atenas, el mallorquín gana su tercera medalla sucesiva y a los 39 años confirma su adiós
A falta de varias vueltas, se sabía campeón en la prueba de puntuación. Tuvo tiempo de repasar sobre la pista tantos años de sufrimiento y soledad; de recordar, como cada día, a su amigo y compañero Isaac Gálvez, fallecido tras una caída en los Seis Días de Gante, en 2006, y de hacer guiños a Eva, su esposa, y Pau, su hijo mayor -Ania se ha quedado en España con los abuelos-. Joan Llaneras es capaz de reflexionar sobre muchas cosas a la vez. No en vano siempre ha sostenido que en el ciclismo "gana el que puede pensar a más de 180 pulsaciones". "Es una calculadora humana", subraya Mikel Zabala, técnico de los pistards españoles.
Con ese cerebro, mucho talento y tenacidad, Llaneras acentuó ayer su privilegiada posición entre los inolvidables del deporte español, el único hasta la fecha que ha conseguido medalla en tres Juegos consecutivos -oro en Sidney 2000 y plata en Atenas 2004-. A los 39 años, incluso ha tenido tiempo de ser siete veces campeón del mundo.
"Es la retirada soñada. Ha sido una decisión consensuada con mi gente"
Se sostiene con razón que, en la democracia de los Juegos, las medallas igualan a todos. Pero, como en todo, hay excepciones. Una de las más evidentes es la de Llaneras, un grande entre los grandes en un deporte minoritario en el que echó los dientes por el gusanillo de su padre, Francisco, corredor en el velódromo de Algaida, a 13 kilómetros de Porreres, su localidad natal, cercana a Palma. Toda una vida dedicada al pedal. Hasta que ayer Llaneras se bajó el telón a lo grande: "Es la retirada soñada. He puesto punto final. Lo dije y no voy a cambiar. Ha sido una decisión meditada, consensuada con mi gente. Esta va a ser la última gran carrera con esta camiseta de la selección. Puede que corra algún criterium de seis días, pero las grandes pruebas se han acabado".
A Llaneras nunca le ha gustado alejarse de su familia y su preparación le exige enormes rutas en solitario -25.000 kilómetros anuales-, viajes, hoteles... No lo lleva bien. Es muy minucioso y él mismo es su mejor entrenador y estratega. Meses antes de los Juegos supervisó el velódromo. Quería comprobar el estado de la madera, la inclinación del peralte, la rapidez de la pista, el calor... Le gustó. Incluso renunció a los Mundiales para preparar los Juegos de forma meticulosa. Así es este campeón que se hizo profesional del ciclismo en carretera a principios de los noventa. Se alistó en el ONCE de Manolo Saiz, pero, tras algunas victorias sin pedigrí, se cambió en 1995 a la pista, una tradición mallorquina, paisaje de Guillermo Timoner, el gran impulsor de esta modalidad. Desde entonces, a su extraordinario viaje por Olimpia no le han faltado vicisitudes. En 2001, el laboratorio de París le detectó un supuesto positivo por EPO. Llaneras reclamó que le tomaran una muestra de ADN y la cotejaran con su orina. Las autoridades, tan tendentes hoy a este método, no quisieron. Para su fortuna, el contraanálisis resultó negativo. Quedó completamente limpio.
En vísperas de los Juegos de Atenas, los técnicos decidieron que Llaneras debía participar junto a Miguel Alzamora. A él no le hizo gracia. Sentía que en la modalidad de madison su pedaleo ligero se compenetraba mejor con la fuerza bruta de Gálvez en los sprints. Así que, tras ganar la plata, cargó con amargura contra la federación: "He pasado muy malos momentos. Ha sido muy injusta conmigo".
Como tantos pioneros, Llaneras siempre ha sido un rebelde. "Si soy el mejor es por cabezonería", se le ha escuchado decir. Y lo es. El mejor, claro, y en muchos sentidos. "Es como si hubiésemos ganado los dos", afirmó ayer al ser preguntado por Gálvez. Y agregó: "De Isaac me acuerdo todos los días. Me he acordado de mucha gente, de todos los que han estado conmigo, de los que han venido aquí y han pagado una entrada a precio de oro". Sin duda que les mereció la pena. Acompañar a Llaneras es la mejor forma de seguir la pista del oro.
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