VACACIONES EN EL MAR
Últimamente soy blanco del bombardeo de e-mails que me animan a participar en cruceros para solteros. Hija de mi generación, cuando pienso en estos periplos en barcos de lujo viene de inmediato a mi mente la obertura de Vacaciones en el mar: los rostros lelos de los integrantes de la tripulación, los pasajeros -por lo general protagonistas de serie B, galanes de medio pelo o estrellas en decadencia- y, claro, el inconfundible "love, exciting and new" que abría el tema central de la serie.
Así que cuando mis ojos se posan nuevamente sobre el ordenador colonizado de fórmulas como "medias naranjas" y "noches de salsa" o "criterios de afinidad", tengo que hacer un enorme esfuerzo para volver al siglo XXI, a las toneladas de spams que te ofrecen "camisetas personalizadas para todos los que reserven su pasaje ya mismo a las islas griegas" y al turismo porno pos-Michel Houellebecq. Entonces me pregunto cómo sería el paraíso "todo atrezao" -según el axioma burtoniano de La Hora Chanante- del verano comandado por el capitán Stubing si el crucero del amor hubiera surcado estos mares de la sexualidad contemporánea. ¿Serviría el barman cócteles afrodisiacos mientras la anfitriona conduce al personal a la sala de intercambio de parejas? ¿Atendería "su médico a bordo" uno que otro infarto inducido por sobredosis de Viagra? ¿Se follaría el capi todo lo que se meneara -nunca mejor dicho- en su barco? ¿Todos contra todos y al abordaje? Ah, el futuro ya no es lo que era, como dicen.
Hoy los prometidos cruceros para solteros lejos de convocar a la canalla del sexo puro y duro se repletan de singles en camisas de polo y/o lencería con encaje, en el mejor de los casos, y en el peor, de politoxicómanos asiduos a la barra libre. Si no me creen, les dejo aquí algunas definiciones necesarias: "El viajero single suele rondar la treintena, se halla en su cénit profesional, tiene una renta per cápita superior a la media y acostumbra a viajar fuera de temporada". Y más: un crucero para gente sola es una construcción contradictoria en la que te hacen descuentos por llevar a "más de tres amigos" y te cobran un pequeño cargo por la habitación "si viajas solo". Y mi dato objetivo favorito: la prometedora web viajayliga.com, cuyo discreto subtítulo reza "... o viaja, diviértete y haz amigos". ¿An open smile in a friendly shore? La carne es débil y la nostalgia, fuerte, y al final tengo que admitir que mientras mando a la papelera todos esos e-mails repletos de fotos embusteras, no puedo evitar visualizarme en medio de esas cubiertas cubiertas de gente descubierta, ese mar de papel cuché y esas costas doradas por el Photoshop, con mi traje de marinerita y mirando con ojos de amor el bronceado torso de un asexuado seductor de cartón piedra. Y todo atrezao.
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