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Reportaje:CITIGROUP | Laboratorio de ideas

Una recompra obligada y ruinosa

Las fortificaciones de Wall Street acaban de recibir otro cañonazo. El fiscal general del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, y la Securities and Exchange Commission (Comisión de vigilancia y control del mercado de valores) han presionado a Citigroup para que acepte recomprar más de 4.500 millones de euros en activos que fijan su tipo en subasta (ARS) cuyo valor se había desplomado después de haber perdido liquidez: Cuomo había amenazado con demandar al megabanco por fraude al comercializar y vender los valores. Otras empresas como Merrill Lynch y UBS tal vez sigan a Citigroup.

Pero no se trata sólo de que estas instituciones financieras estén asumiendo potencialmente todavía más pérdidas; basándose en los precios actuales, Citi calcula que puede suponer un golpe de 324 millones de euros. La medida erosiona también la protección que les había proporcionado el historial previamente intachable de los valores.

Eso estaba ya en terreno poco firme. Los problemas sufridos por una variedad de instrumentos, desde vehículos de inversión estructurada hasta garantías de seguro monolínea, socavaron la premisa de que eran sólidos sencillamente porque tenían un sano historial de dos o más décadas.

Pero la patada de Cuomo a los ARS de Citi hace más difícil todavía confiar en la firmeza previa de un instrumento como defensa cuando los mercados empiezan a ir cuesta abajo: el fiscal dio a entender que la aseveración que Citi hacía a los inversores de que el mercado de valores que fijan su tipo en subasta era seguro, líquido y tan bueno como el metálico era una de las razones por las que se planteaba presentar una demanda por fraude.

Eso podría parecer duro, aunque si Citi estuvo sosteniendo de manera discreta y casi en solitario las subastas entre el pasado agosto y febrero, como Cuomo alega, quizá debiera habérselo dicho a los inversores. No obstante, el fiscal general de Nueva York tal vez haya convertido esa defensa en tabú. Pero por qué hacerla respetar cuando uno de los principios fundamentales de la inversión lo hace de manera sucinta: el rendimiento pasado no es indicativo de futuros beneficios. En los días vertiginosos del auge crediticio parece que todo el mundo olvidó eso, incluidos los inversores.

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