Triunfo coral
Hacen falta voces resistentes, grandes dosis de energía, una concienzuda preparación y no pocas agallas para sobrevivir al cúmulo de dificultades que encierra la colosal Missa solemnis de Beethoven, uno de los mayores desafíos del repertorio sinfónico-coral. Cuatro solistas vocales -la soprano Ludmila Vernerová, la mezzosoprano Jana Sykorová, el tenor Jaroslav Brezina y el barítono-bajo Zdenék Hlávka-, el Coro Filarmónico de Praga y la Orquesta de Cámara de Praga -Beethoven tampoco da tregua a la orquesta- se enfrentaron anteayer al reto en la plaza de Torroella de Montgrí (Baix Empordà) bajo la batuta de Ondrej Kukal.
Si luchar contra las exigencias de Beethoven ya es de por sí agotador en cualquier auditorio, hacerlo al aire libre multiplica los peligros y aumenta la tensión. Los conjuntos checos tuvieron que lidiar encima con un molesto e implacable enemigo, un viento pertinaz, empeñado en tumbar atriles y hacer volar las hojas de las partituras.
BEETHOVEN: MISSA SOLEMNIS
Ludmila Vernerová, Jana Sykorová, Jaroslav Brezina, Zdenek Hlávha. Coro Filarmónico de Praga. Orquesta de Cámara de Praga. Ondrej Kukal, director. Festival de Torroella de Montgrí. Plaza de Torroella de Montgrí, 8 de agosto.
Gestualidad limitada
Quien peor lo pasó fue el director de orquesta, poco familiarizado con la obra y con gestualidad limitada, ya que necesitó emplear su mano derecha para sujetar permanentemente la partitura y se limitó a controlar la situación, lo que en obra de tal grandeza no basta. También las pasó canutas, pero salió mucho más airoso, el concertino de la orquesta, especialmente al caer su atril durante su comprometido solo del Benedictus, que resolvió con extraordinario aplomo.
Lo mejor de la versión fue la sensacional actuación del Coro Filarmónico de Praga; voces de calidad, perfectamente engrasadas en una maquinaria coral de admirable precisión, equilibrio y musicalidad. Derrocharon energía y superaron los escollos con valentía, sin caídas de tensión a pesar de los nervios. A un nivel más discreto estuvieron los solistas -el tenor fue el más interesante, por calidad, empaque y convicción- y la orquesta, un conjunto muy solvente que debería haber aumentado la plantilla para luchar al menos en igualdad de condiciones frente a la mucho más nutrida masa coral.
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