_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Darwinismo

El mercado es necesario. El mercado es la salvación. El mercado, dicen sus fieles, regula automáticamente las deficiencias. Ahora existen muchos descreídos que reniegan de este principio. No tienen razón. Les diré por qué. Las guerras generan avances científicos, médicos, aeronáuticos, armamentísticos y, seguramente, gracias a ellas también disfrutamos del gas en bombona (es un suponer). Mas, por encima de todo, implican una maravilla que nuestros ancianos más insensibles solían repetir en los viejos tiempos: reducen el volumen de la población. Unan ambos ingredientes (los avances y el barrido general) y comprenderán que las guerras son inevitables, ineludibles, imprescindibles y sagradas.

Pues bien, Occidente se ha quedado sin disfrutar de la última parte del asunto. Desde que viajamos a otros continentes para perpetrarlas -o para colaborar-, y gracias a los adelantos armamentísticos, las escabechinas que procuran espacios amplios y vacíos de vida se producen en terruños que ni fu ni fa, demográficamente hablando, porque están muy lejos. Es por ello que estamos llenos a rebosar de personas y no siempre de las mejores, con abundancia de menesterosos, venidos a menos, empeñados en hipotecas que no pueden pagar, desempleados y otros seres humanos sobrantes o rechazables.

Aquí interviene el mercado. Rectifica y regula. Donde antes hubo crisis bélica ahora tenemos crisis económica. Verán ustedes cómo en unos cuantos años -tal vez menos de lo que duraron la Primera y la Segunda Carnicería- nos habremos librado de millones de desechables.

No hay nada más darwinista que el mercado. Es tal su selección de la especie que parece que haya entrenado en la Isla de Pascua. ¿Para cuándo el primer juego de consola en el que la gente, en lugar de pegarse tiros, se va quedando en la cuneta?

Eso sí que sería superguay.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_