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Columna
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La verdad de las mentiras

El título de este artículo es de Mario Vargas Llosa. Así se llama un libro de ensayo que escribió en la década de los noventa y que reúne sus reflexiones algunas de las más destacadas novelas del siglo XX. Para Vargas Llosa la verdad de las mentiras, es decir la verdad de las novelas, es la proyección de la vida que no tenemos pero que ambicionamos. "Las novelas mienten, y mintiendo expresan una curiosa verdad, que sólo puede expresarse de forma disimulada y encubierta". El escritor plantea en estos ensayos que hay muchos hombres que no están contentos con su suerte y quieren una vida distinta de la que viven. Por tanto, para aplacar, aunque sea tramposamente, ese apetito nacieron las ficciones. Y las novelas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener.

Juan Antonio Roca, el ex asesor de Urbanismo del Ayuntamiento de Marbella que se montó, tramposamente, una vida de ficción a costa de la cruda realidad de los demás, ha anunciado que, a partir de ahora, va a decir la verdad. Él, que durante años se creó una vida distinta de la que había vivido hasta entonces, engañando, embaucando, falseando, enredando, defraudando y falsificando la realidad, jura ahora que dirá la verdad, aunque eso le cree "más perjuicios que beneficios". Y además lo dice como el que está lanzando una advertencia contra todo el mundo menos contra él.

Me parece esencial que Roca haya recapacitado, y si durante su escandalosa etapa de dueño del Ayuntamiento marbellí colocó una manta sobre la ciudad, que tire de ella y que la levante y que la sacuda y que cuente, de una vez por todas, todo lo que escondió debajo. Que lo cuente de un tirón y explique a quién tapó con ella, quién le dio cobijo y quién sigue agazapado debajo. Quizás eso le redima en algo. Pero, hombre, por favor, no le aplaudamos la actuación como la de un ilustre arrepentido.

Si a partir de ahora Roca va a decir la verdad, habrá que suponer que hasta entonces sólo había dicho una sarta de mentiras. De momento, la primera verdad revelada le ha supuesto una alta rentabilidad personal. Su confesión de soborno al juez Francisco de Urquía, al que presuntamente pagó 73.800 euros para adquirir una vivienda, va acompañada de una rebaja de la petición fiscal de tres años de prisión a uno. Y la segunda verdad revelada, la admisión de un delito de tráfico de influencias por el denominado caso Belmonsa -un edificio de 12 plantas que se levantó en zona verde-, tampoco le ha salido mal. Se ha conformado con una pena de nueve meses de cárcel y, lo más importante, podrá eludir el pago de una multa de 2,4 millones de euros pasando un mes más en prisión. Será el mes de cárcel más rentable de la historia, ya que sale a 75.000 euros de ahorro por día.

En el juicio en el que Roca asumió su segunda verdad revelada lanzó una nueva advertencia: "A todo el mundo le va a llegar su momento y hora". Y a mí me sigue pareciendo esencial que ello ocurra, pero me resulta extraño que cuando el ex asesor de Urbanismo lanza estas proclamas vayan dirigidas hacía todo el mundo menos hacia él. Por eso, sería deseable que quedara claro lo antes posible que la verdad de sus anteriores mentiras no le va a ser beneficiosa ahora. Ya es difícil tragarse el acuerdo de la Fiscalía con los ex ediles imputados en causas urbanísticas, como para asumir ahora otro por los delitos de cohecho y prevaricación. Roca es el muñidor de la mayor trama de corrupción destapada durante la democracia en España y es necesario que desvele todo lo que sabe, pero que cada nueva verdad no le quite un ápice de responsabilidad en esta historia. Una historia tan real que ha superado cualquier novela de ficción. Ésas que se leen para tener la vida que algunos no se resignan a no tener, que diría Vargas Llosa.

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