Olímpicos. El rostro del esfuerzo
Aunque a alguno le parezca extraño, en España, histórica tierra de perdedores natos, una nueva generación de deportistas enseña al resto del mundo cómo convivir con la victoria y con la ansiedad que experimentan los campeones los días previos a la competición. No sólo de la selección de fútbol o de la de baloncesto, o de Nadal, Alonso, Pedrosa, Lorenzo o Contador se puede hacer apología triunfadora. En Pekín, dentro de nada, a partir del 8 del 8 a las 8 -¿sabían?, aunque todos los hechos parezcan dar a entender que los Juegos de la capital china están determinados por un gafe, el 8 es el número de la fortuna en su cultura-, unos cuantos deportistas españoles, menos conocidos, practicantes de aquellas disciplinas que sólo encuentran su minuto de atención pública cada cuatro años, mostrarán su carácter triunfador.
Toda la información sobre los Juegos |
Estrés térmico. Así se llama el enemigo global. Meses y meses llevan deportistas, técnicos y científicos de medio mundo buscando armas para combatir la amenaza combinada del calor, la contaminación y la humedad del agosto pequinés. Vencerá quien sepa mantenerse cool, dicen los ingleses. Hay que beber mucha agua; hay que correr con chalecos de hielo; hay que entrenarse en cámaras térmicas, en recintos estancos como saunas en los que se pueda decidir a voluntad la temperatura interior, el porcentaje de humedad, la composición del aire que se respira veinte veces por minuto. El cuerpo es un asunto casi fácil, calculable, pero el alma, la cabeza, es otra historia. Siguiendo a Mao, se podría decir, pues, que el estrés térmico es un tigre de papel, pero que el otro estrés, el que destroza interiormente, la ansiedad del deportista camino de unos Juegos Olímpicos, es un tigre de verdad. De carne y hueso. Y con garras.
"El cuerpo es nuestra herramienta de trabajo, tenemos que cuidarlo. Yo sé que no puedo calzar tacones de aguja y que cuando me duelen los pies tengo que ponerme emplastos de árnica o de arcilla. Lo que le das al cuerpo, te lo devuelve", dice Marta Domínguez. "Para lograr algo grande no basta el cuerpo: hay que tener una cabeza distinta".
Marta Domínguez se prepara en la meseta castellana, donde calor hace un rato, pero humedad, nada, y contaminación, menos. "No me importa", dice. "Lo importante es que allí estoy con los míos, con Mariano, mi entrenador de siempre, y con los dos chicos que me acompañan corriendo. Irme de allí, concentrarme en altura o irme a un clima parecido al que me espera en Pekín rompería mi rutina. Y eso sería lo peor". Marta Domínguez, de 33 años, dos veces subcampeona del mundo de 5.000 metros, dos veces campeona de Europa en la misma distancia, conoce muy bien el valor diferencial de los Juegos Olímpicos. Lo conoce por defecto porque nunca ha triunfado en una cita cuatrienal presidida por la bandera de los cinco aros. "Si hago deporte, es porque me gusta ganar", dice. "Cuando corro no pienso ni en la fama, ni en el dinero, ni mucho menos en la popularidad. Simplemente pienso en quedar la primera. Mi única motivación es ganar. No hay nada más grande que los Juegos Olímpicos".
Por eso, porque Marta Domínguez no piensa morir sin mostrar su verdadero valor olímpico, la atleta de Tierra de Campos puso una cruz a los mundiales de Osaka el verano pasado. "Sólo me queda un cartucho, y lo tengo que gastar en los Juegos", dijo. Por eso, porque sabe que en los 5.000 metros, donde etíopes y kenianos son imbatibles, no tiene nada que hacer, y porque preparar los 10.000 metros, la otra prueba de fondo, le aburre sobremanera, Domínguez decidió el invierno pasado pasarse a los 3.000 obstáculos, una especialidad nueva en el calendario femenino, donde aún no hay una jerarquía establecida. Y aunque el triunfo le cueste la vida, aunque para ensayar el paso de la ría, el momento más delicado y a la vez brutal de la carrera de obstáculos, tenga que hacerlo sobre el foso de arena, donde sus machacados tendones sufren menos, Marta Domínguez superará la prueba. Ya lo verán en Pekín. Su cinta rosa, su melena rubia. Su mueca de dolor, un rictus equívoco, que se transforma en sonrisa cuando cruza la meta. Ganadora.
Como gemma mengual, a quien tan bien le cuadran todos los sobrenombres que incluyan las palabras sirena, ondina, reina de los mares, qué sé yo, conceptos que transportan al lector / espectador a territorios de ensueño, pero que nacen de la más prosaica realidad. De una agenda de rutinas, por ejemplo.
De 9.00 a 10.00: preparación física (pesas, pilates). De 10.15 a 14.00: piscina al aire libre, dúo técnico. De 14.00 a 15.30: tiempo libre. De 15.30 a 17.00: piscina cubierta, sesión con el biomecánico. De 17.10 a 18.30: otra vez piscina al aire libre, equipo. Luego, psicólogo, si toca; fisio, si toca; revisiones médicas, compromisos de todo tipo" ¿Queda tiempo para algo" Gemma Mengual esboza una media sonrisa desde el agua y contesta: "Si te organizas bien, sí".
La agenda fría no refleja el calor intenso de Barcelona en verano. Ni las caras y hombros intensamente morenos de las nadadoras, el cansancio que arrastran. Los Juegos son la cita más importante de los últimos cuatro años para unos 280 deportistas españoles. No huele a euforia olímpica. Ni a laureles. Ni a las medallas ya conseguidas (en el último Europeo, Mengual se llevó cuatro oros, todos los posibles). Lo que se respira es mucho trabajo, disciplina casi militar, profesionalidad.
En realidad, de lo que estamos hablando no es de un año de trabajo, sino de cuatro. Para algunos "piense en las gimnastas, precoces y fugaces" se convierten en un mundo. Por eso el solo hecho de clasificarse para los Juegos es un motivo de ansiedad añadida para unos jóvenes, la mayoría rondando la veintena, acostumbrados a lidiar con la presión, a competir desde niños. Imaginen lo que significa para ellos saberse a un paso de una victoria olímpica.
La vida de Gemma y sus compañeras no ha cambiado demasiado en el año 2008. En todo caso se ha acelerado y se ha expuesto al ojo público. Es parecido para la gran mayoría de los olímpicos. Muchos son campeones de Europa o del mundo, pero sólo reciben atención generalizada en un año como éste. Otro rasgo común: las vacaciones se reducen al mínimo "cuatro días en navidades, cuatro en Semana Santa, un par más tras una competición" y los estudios se dejan a un lado.
Lo que menos cambia es la preparación deportiva. "A grandes rasgos, la planificación es la misma, salvo por pequeños detalles", reconoce Ascensión Ibáñez, entrenadora de Jackson Quiñónez. El velocista de origen ecuatoriano ha dividido la temporada en dos: hasta el mundial de pista cubierta en Valencia en marzo, y de ahí a los Juegos. Al aire libre. Mucha técnica al principio, automatización de lo aprendido después. "Si no, sería una temporada muy larga, y eso a nivel mental no es bueno".
Así que todo sigue más o menos igual, pero hay más recursos, más dinero. Se compite más y se hacen más concentraciones. Algunos, como el triatleta Javier Gómez Noya, se convierten en pequeños trotamundos. Empezó la temporada entrenándose en Suráfrica y ha competido en Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Europa" Quien más, quien menos, lleva decenas de miles de kilómetros de avión en la maleta.
Por primera vez, los nadadores de aguas abiertas, que se estrenan en estos Juegos con dos españoles, han hecho dos minitemporadas en Sierra Nevada. Este centro permite entrenar en altura, lo que eleva el rendimiento en las pruebas de fondo. "Como es un deporte individual y muchos nadadores se entrenan solos, las concentraciones les permiten conocerse y sentirse un equipo", explica el seleccionador, Eugeni Ballarín. Los gimnastas, por su parte, se han concentrado todo el año en Madrid, incluido el bicampeón olímpico Gervasio Deferr, tan apegado a Barcelona, a su casa de Rubí, a sus perros, su hermano, los amigos" Es un esfuerzo mínimo para intentar el asalto a su tercera medalla olímpica, lo que sería un hito para el deporte español.
Para la mayoría basta con llegar a los Juegos. Los atletas y los nadadores tienen un año para conseguirlo y dependen de ellos mismos, pero otros se juegan su sueño a una ruleta rusa. Juan Antonio Ramos, campeón del mundo de taekwondo y otra esperanza de medalla olímpica, lo logró casi a la primera, pero su novia y compañera de entrenamiento, Brigit Yagüe, se cayó de forma tonta poco antes de la prueba decisiva, se lesionó la mano y ha quedado fuera.
Para algunos, el desconsuelo es tan grande que deciden dejarlo todo. Es el caso de la gimnasta Patricia Moreno, bronce en Atenas. Lesionada durante los últimos mundiales, abandonó un par de meses antes de los Juegos al darse cuenta de que no se recuperaba del todo y de que dos de sus compañeras tenían casi en la mano los únicos billetes olímpicos.
"El estrés que les genera conseguir la plaza olímpica les hace rendir de forma diferente. Europeos y mundiales hay todos los años, pero unos Juegos, no. Si no logras clasificarte, se te cierran las puertas de todo", resume Ricardo Leiva, responsable de deportes del Comité Olímpico Español. Esa presión se traduce, además de en el rendimiento deportivo, en ansiedades, insomnio"
Paris sabe bien de lo que habla. Hija de entrenadores y atleta retirada, ha visto en su consulta a una veintena de los 52 corredores que estarán en Pekín. Ha escuchado sus problemas, sus preocupaciones, y es consciente de que son diferentes: "Si tú tienes un mal día en el trabajo, te tomas una caña y ya está. Ellos se lo meten para dentro. Por eso hay que contenerles mucho y enseñarles que es normal". ¿Cómo? Con técnicas de relajación, pero también con hipnosis, ejercicios de visualización"
Como los atletas, la mayoría de los deportistas españoles cuenta con ayuda psicológica. Ésta resulta fundamental para otro de los grandes riesgos que amenazan a los deportistas: las lesiones. El mínimo contratiempo multiplica este año sus efectos por dos. Que se lo digan a Rafa Martínez. El gimnasta español se dejó un dedo en las paralelas en un entrenamiento y tuvo que pasar por el quirófano. Se perdió el europeo en mayo y, aunque ya está recuperado, tanto él como sus entrenadores saben que su apuesta decidida por una medalla en Pekín es hoy más arriesgada que nunca. Las lesiones duran más en la cabeza que en los brazos y piernas, hacen que el atleta pierda confianza.
Al deportista español, por lo general, no le sobra la confianza. Es el gran mito de la inferioridad deportiva de su cultura, tan calado en algunos cerebros que ni siquiera el aumento de personalidades ganadoras lo disipa. Gracias a los éxitos de Nadal, Gasol, Alonso, y ahora el fútbol, cada vez más españoles creen que pueden ser los mejores. También tienen más medios para conseguirlo. El Consejo Superior de Deportes está renovando la red de centros de alto rendimiento, con Madrid y Sant Cugat a la cabeza. Ya es casi imposible encontrar una sala, gimnasio o piscina donde no haya grandes pantallas de televisión en las que los atletas pueden revisar su entrenamiento al instante.
Los deportistas de élite son gente cuadriculada, con la vida medida al milímetro, cronometrada desde que se levantan hasta que se acuestan con el cuerpo reventado. El caramelo esta ahí, en pleno verano, en forma de encuentro multitudinario, de más de 10.000 atletas de todos los deportes, de millones de espectadores en todo el mundo.
Por eso es fácil entender que esos calendarios que cuelgan en casi todas las salas de entrenamiento con las fechas de la correspondiente final olímpica señalada con rotulador fosforescente se conviertan en una imagen obsesionante para todos. De Gervasio Deferr, doble campeón olímpico, a Jaime López, el primer español en pentatlón moderno desde 1992, pasando por Almudena Cid, que va por sus cuartos Juegos, todos han tenido un año intenso que si acaba bien, con una medalla al cuello, habrá merecido la pena.
Quizá, en el fondo, se trate de ser un bicho raro, un freakie, casi un autista, un David Cal; quizá, un deportista de una personalidad obsesiva en su cuidado por los detalles y cerrado respecto al mundo exterior cuando se dedica a lo suyo, a dar paladas arrodillado sobre una canoa. Como Paquillo Fernández, el marchador de Guadix, capaz de aliarse con un entrenador polaco, Robert Korzeniowski, un mito en la marcha atlética, y recorrer medio mundo simplemente pensando en el crujir de su cadera y en el fino juego de tobillos que convierten pies y piernas en una máquina perfecta. Quedó segundo en Atenas: aún persigue al fantasma de Jefferson Pérez, el ecuatoriano que se ha especializado en privarle del oro.
Iván Raña, por ejemplo, conoce bien de qué va el asunto. El triatleta gallego ha sido campeón del mundo, pero como si nada: no ha atravesado la membrana invisible que le convierte a uno en algo más. El pasaporte sería, claro, una medalla olímpica. Raña debutó en Sidney 2000, el mismo año en que su deporte, el triatlón "1.500 metros de natación, 40 kilómetros de bicicleta, 10.000 metros de carrera a pie", se inició en la ruta olímpica. Terminó cuarto. Una sorpresa. Un anuncio de lo que llegaría después. Pero en Atenas, donde salió como uno de los grandes favoritos, todo su ser se hundió. Y paralelamente, un paisano suyo, un gallego de Pontevedra, Javier Gómez Noya, empezó a volar. Antes de ello, y pese a su juventud, pues aún anda por los 25 años, Gómez Noya superó su calvario particular. Marcado por una enfermedad congénita del corazón, el triatleta de Pontevedra vio cómo el Consejo Superior de Deportes (CSD) le retiraba la licencia para evitar un daño irreparable. Pero Gómez Noya no se conformó. Peleó por su derecho a competir, a ser él quien decidiera sobre su salud. Ganó la batalla. Se endureció en pocos meses de una manera increíble. Marcó con una cruz a aquellos que piensa que quisieron arruinar su vida. Y nunca les perdonará. Maduró, pese a que los coloretes que sonrojan sus mejillas parezcan todavía indicar que hay más de niño que de hombre bajo esa piel. Se convirtió en una máquina de ganar. En el número uno.
"Quiero ser tiger woods", grita Ryan Lochte, un nadador americano que cuando habla del rey de los campos de golf se está refiriendo en realidad al emperador de las piscinas, a Michael Phelps. "Quiero ser como él, un deportista que, llegado el momento más importante, el día de la final, nunca falla". También podía hablar de Gómez Noya. Así, al menos, ha bautizado al gallego, reciente campeón del mundo, el canadiense Simon Whitfield, un rival desazonado. Y éste no es un cualquiera. Whitfield es el campeón olímpico de Sidney y ha ganado ya 11 pruebas de Copa del Mundo, una más que Gómez Noya, quien, por otra parte, ha ganado las siete últimas que ha disputado. Así que no es extraño que Whitfield esté obsesionado con el gallego. Lo está desde que en el Mundial de 2007, en Hamburgo, Gómez Noya, que salió por delante de él del agua, se volvió una vez terminada la transición hacia la bicicleta, le miró y le lanzó una sonrisa de superioridad. Hundido. Noya terminó segundo. Whitfield, cuarto. Y hace unas semanas, el Mundial se disputó en el territorio de Whitfield, en Canadá. Noya ganó. Y en la frustración busca Whitfield la motivación. "No puedo consentir que me gane en Pekín", dice. "Tengo que derrotarlo. Es el mejor competidor que este deporte haya conocido nunca. Es el Tiger Woods del triatlón".
Como todo coloso, muchos sospechan que Gómez Noya debe de tener un punto débil. Los pocos que le han derrotado hasta ahora han aprovechado que pese a que en la carrera a pie es capaz de poner un ritmo demoledor, Gómez Noya sólo maneja una marcha. Si alguien consigue aguantarle el ritmo, al final puede superarlo. Otros apuntan a que el calor y la humedad pueden más que su talento. Dicen que es de los que rinden más en aquellos odiosos triatlones en los que los deportistas se sienten más a gusto en el agua que fuera, en los que prefieren seguir nadando en un lago con agua a 18 grados centígrados que salir al aire, quitarse el traje de neopreno y tiritar de frío en la bicicleta.
Para adaptarse a las condiciones extremas que le esperan en Pekín, Gómez Noya, junto al resto del equipo olímpico español, se concentrará en Corea, con un ambiente similar al de la capital china. Quizá allí se encuentre con Whitfield, quien seguirá motivándose pensando en derrotarlo. "Cuando me siento desfallecer en los entrenamientos, pienso en Javier y me digo: "Seguro que éste nunca desfallece", y me obligo a seguir", dice Whitfield, de 33 años, quien ha colocado encima del tapiz rodante donde corre a pie un cartel con el nombre del gallego.
Quizá el canadiense también debería imitar la rutina de precompetición de su admirado rival, un par de gestos que muestran que la confianza no hay que buscarla lejos: un piquito con su novia, la triatleta alemana Ricarda Lisk, y una pizquita de vaselina acompañada de un masaje en sus tobillos.
Llave en mano
Isabel Fernández. Elche, 1 de febrero de 1972. 1,62 metros, 58 kilos. Yudoca .
Sus 58 kilos se convertirán en 57, el peso de la categoría en la que participa, en sólo dos semanas. Mientras tanto mantiene su estricto régimen de preparación física en el Judo Club Alicante, que regenta desde hace 10 años junto a su marido y entrenador, Javier Alonso. A las nueve de la noche, este tatami del barrio alicantino de San Blas está lleno de parejas de combate ejecutando llaves. Tres de las cuatro yudocas alicantinas que van a Pekín entrenan en este mismo gimnasio. El moño de Isabel va de un lado a otro de la estancia. Su inacabable palmarés (además de sus numerosas medallas en campeonatos de Europa y del mundo, oro en Sidney 2000 y bronce en Atlanta 96), gestado a base de luxaciones, estrangulaciones y grandes dosis de inteligencia para doblegar a sus rivales, también le deja tiempo para ejercer como concejal de Vivienda del Ayuntamiento de Alicante.
Campeón por KO
Juan Antonio Ramos. Barcelona, 18 de agosto de 1976. 1,68, 60 kilos. Taekwondo
Tenga cuidado con este tipo menudo de cuerpo fibroso, con sus andares chulescos y su semblante serio. Como le ponga esa cara de la fotografía, ya puede echarse a temblar. La imagen en cuestión corresponde al actual campeón del mundo de taekwondo. Acaba de terminar el entrenamiento de la tarde en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Barcelona junto a su novia, Brigitte Yagüe, taekwondista como él, que se perderá los Juegos Olímpicos por una lesión. Los dos comparten su vida en estas instalaciones. Desde las siete de la mañana, carreras, pesas; después, ejercicios técnicos, combates. ?Mis padres me apuntaron en un gimnasio donde se enseñaba este deporte porque ya desde pequeño era muy nervioso?, cuenta Ramos. Desde que falleció, lleva a su padre colgando del cuello en una medalla que sólo se quita para luchar.
El gimnasta total
Rafa Martínez. Madrid, 10 de diciembre de 1983. 1,65 metros, 60 kilos. Gimnasta
Un tipo encantador, Rafa Martínez. Menudo, como la mayoría de los gimnastas, pero fuerte como un roble. Por no hablar de su agilidad, porque en cuanto te descuidas se marca una voltereta hacia atrás sin despeinarse. El campeón absoluto de Europa en 2005 ha terminado esta mañana el entrenamiento antes de lo habitual. Lo normal en los días previos a los JJ OO es verle machacándose en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Madrid desde las once de la mañana hasta poco antes de las dos de la tarde, antes de ir a comer a su casa de Móstoles. Vuelve a las cinco y sigue trabajando hasta las 20.30. Potro, barra, suelo, salto, anillas? ?Tenemos mucha presión. Nuestros primeros rivales son Bielorrusia, Francia, Canadá? Mira, así saludo cuando sé que he terminado bien el ejercicio?, dice, gesticulando para la fotógrafa con el brazo derecho levantado. ?A ver si te pongo esta misma cara en China?.
Abanderado
Gervasio Deferr. Barcelona, 7 de noviembre de 1980. 1,65 metros, 65 kilos. Gimnasta
Deferr tiene pinta de estar de vuelta de muchas cosas. Atiende al móvil recién terminado el entrenamiento de la mañana y se mueve como un polvorilla por esta enorme sala del Centro de Alto Rendimiento Deportivo (CAR) de Madrid. Habla de su camaleón, que se ha debido de romper una pata, y parece desear salir pitando. De la sesión de fotos, de la charla posterior y casi del CAR. Pero en cuanto al doble medallista de oro olímpico en Sidney 2000 y Atenas 2004 (ambos trofeos obtenidos en la modalidad de salto) se le pregunta por la posibilidad de pasar a la historia como el primer español en conseguir tres medallas de oro olímpicas, su mirada parece al fin detenerse en un punto fijo: los ojos de su interlocutor. ?Los propios Juegos ya te crean bastante presión? Pero está claro que estoy trabajando para conseguirlo, y quiero luchar por ello?.
Fanático de la perfección
Joan Llaneras. Porreras (Mallorca), 17 de mayo de 1969. 1,80 metros, 65 kilos. Ciclista
Su omóplato derecho canta La Traviata: ?Sidney 2000?. Como otros medallistas olímpicos españoles, Llaneras lleva tatuado en su piel el recuerdo de la conquista del oro. Fue en la carrera por puntos. Cuatro años después se trajo la plata de Atenas. ?Después de estos Juegos me retiro. Si puede ser con otra medalla, mejor que mejor. ¿Después? El abismo?. Así es Llaneras. Discreto, minucioso, meditabundo y practicante de la sofrología antes de las competiciones. Llega a su casa, con idílicas vistas a las montañas de Montagut (Girona), después de entrenar y de recoger en el cole a sus dos hijos. ?Pronto dejaremos esto y nos trasladaremos a Mallorca. He recibido una oferta para dirigir el velódromo de Palma. Me hace ilusión volver a mi tierra?. Por el momento se afana en pedalear alrededor de 70 kilómetros diarios. ?Aunque me retire, seguiré siendo un fanático del ciclismo?.
Sirenas del podio
Andrea Fuentes. Tarragona, 7 de abril de 1983. 1,69 metros, 57 kilos
Gemma Mengual. Barcelona, 12 de abril de 1977. 1,73 metros, 55 kilos
Acrobacias repetidas hasta más allá de lo humanamente soportable. Nunca quedan lo suficientemente perfectas. Un desliz prácticamente imperceptible para el común de los mortales convierte una sesión de sus entrenamientos en una condena de repeticiones. Gemma Mengual y Andrea Fuentes practican sus ejercicios a dúo para Pekín 2008 muy cerca del resto de sus compañeras del equipo de natación sincronizada, en la piscina al aire libre del Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Barcelona. Hay días que pasan hasta 11 horas en el agua a las órdenes de la seleccionadora, Ana Tarrés. Por tanto, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que en su caso se trata del medio natural. Y no todo es brincar como peces en el agua. Natación de resistencia, pesas, pilates? Todo por asegurar, como mínimo, la plata en Pekín. ?Hay que ser consciente de que Rusia es Rusia. Amarrar la plata ya sería todo un éxito. Tanto a dúo como en equipo, estamos muy bien posicionadas?, argumenta tras el entrenamiento de la mañana Gemma Mengual, líder de todo el equipo. Ya estuvieron a punto de saltar al podio en Atenas 2004. Abran paso a nuestras sirenas de agua dulce.
Contra todo pronóstico
Javier Gómez Noya. Basilea (Suiza), 25 de marzo de 1983. 1,78 metros, 69 kilos. Triatlón.
Todo iba bien hasta que en 1999, tras un control médico rutinario,
le detectaron una valvulopatía aórtica congénita. A partir de entonces, el actual campeón mundial de triatlón ?disciplina que aúna atletismo, natación y ciclismo? tuvo que demostrar al mundo entero que podía seguir compitiendo al más alto nivel. ?Básicamente requiero controles cada seis meses. Pero hubo discrepancias entre mis médicos y los del Consejo Superior de Deportes. Han sido muchos años de batalla por recuperar mi licencia deportiva y probar que puedo esforzarme sin poner en riesgo la salud. ¿Cómo iba a perjudicarme a mí mismo? En su momento perdí muchas ilusiones?. Gallego, hijo de emigrantes en Suiza, Javier trata hoy de olvidar y concentrarse en sus cinco kilómetros mañaneros de natación, las dos horas de bicicleta, y la hora y media de carrera a pie por las tardes. Éstos son sus primeros Juegos Olímpicos. ?Estar en Atenas 2004 me habría ayudado mucho?.
Un delfín del barrio de Horta
Erika Villaécija. Barcelona, 2 de junio de 1984. 1,77 metros, 59 kilos. Nadadora.
Erika Villaécija está a punto de terminar de recorrer sus más de 15 kilómetros diarios de entrenamiento por la última calle de la piscina al aire libre del Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Barcelona, en las inmediaciones de Sant Cugat del Vallès. Desarrolla su ritmo cadencioso de brazadas bajo la mirada imperturbable de su entrenador, el exigente Joan Fortuny. La nadadora, originaria del barrio de Horta, acaricia medalla por mera cuestión estadística, al menos en la distancia de 800 metros: su palmarés evoluciona en los últimos años de un quinto puesto en la final de Atenas 2004 de los 800 metros libre y un sexto en el relevo de 4×200 a la cuarta posición en las finales de 800 y 1.500 en los mundiales de Melbourne 2007. ?Me gustaría seguir nadando los próximos cuatro años, pero también quiero acabar en algún momento la carrera de psicología?.
Contador a mil
Alberto Contador. Pinto (Madrid), 6 de diciembre de 1982. 1,76 metros, 62 kilos. Ciclista
Por ahí viene Alberto, a lomos de su bicicleta de entrenamiento. Ha recorrido 110 kilómetros en tres horas y media. Le esperamos en una rotonda de entrada a Pinto, donde cualquiera puede contarle vida y milagros del ganador del Giro de Italia 2008 y el Tour de Francia 2007. Lo de milagro es literal, a tenor de la horrible caída que tuvo en 2004, cuando sufrió unas convulsiones en plena carrera de la Vuelta a Asturias. Operado de un cavernoma cerebral congénito, regresó a la competición en 2005 para mayor gloria del ciclismo español. ?Me hace mucha ilusión participar en los Juegos. Tengo puestas todas mis esperanzas en la contrarreloj?. También saca tiempo para tener a punto su casa. ?Antes de ir a Pekín me independizo?. Eso sí, aunque vuele del hogar paterno, se queda en Pinto. El mismo sitio donde los taxistas que le veían pedalear desde pequeño decían: ?Chico, tú llegarás lejos?.
El palista obstinado
David Cal. Hío (Cangas do Morrazo, Pontevedra), 10 de octubre de 1982. 1,83 metros, 85 kilos.
Son las 18.30 y a David se le ha quedado esta cara después de dar muchas paladas en el pontevedrés embalse de Berducido. Por la mañana también ha remado por estas aguas nada turbulentas, seguido, como de costumbre, por Suso Morlan desde la motora de vigilancia del entrenamiento. Es su única y distante compañía durante el esfuerzo. Hoy tocan series de 300, 200 y 100 metros con variaciones de intensidad. Después de la foto sale zumbando para el gimnasio. Y pocos días más tarde se retira junto a un lago de la provincia de Zaragoza para olvidarse de los flashes y los periodistas hasta el 8 de agosto. Ya consiguió una medalla de oro en Atenas 2004. ?En piragüismo no existen récords propiamente dichos, pero mi mejor marca son los 3,46 minutos con los que gané el oro en 2004?. De Pekín quiere traerse otras dos del mismo metal. ?Todo lo que no sea superar el oro y la plata de Atenas sería empeorar, así que voy a por todas?.
Ganar con estilo
Mireia Belmonte. Badalona (Barcelona), 1 de noviembre de 1990. 1,70 metros, 60 kilos. Nadadora
Vive aquí, en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo de Barcelona, desde los 13 años. Atesora el título de campeona europea de 200 metros estilos y ocho plusmarcas españolas, además de una europea. Afronta el último tramo de preparación de sus primeros Juegos braceando alrededor de 3.000 metros, de 7.30 a 9.30, bajo la atenta mirada de su entrenador, Carles Subirana. En los Juegos nadará 200 metros braza, y 200 y 400 estilos. ?A mariposa no, porque la competición coincidía con la final de 200 estilos. Si hubiera sido por mí, lo habría hecho?, dice con desparpajo. ?Me conformaría con llegar a una de las finales?. Carismática en el agua y autoexigente, quiere estudiar empresariales tras la selectividad. Pero esta perla del cloro jugará primero a enseñar su elegante estela a las rivales de Pekín.
La marcha de Paco
Paquillo Fernández. Guadix (Granada), 6 de marzo de 1977. 1,75 metros, 65 kilos. Especialista en 20 kilómetros marcha
La pista de atletismo que lleva su nombre en Guadix está a punto de convertirse en una sartén a las once de la mañana. El marchador baja de su monovolumen con prisa por empezar a sudar. Media hora y 14 vueltas al recinto más tarde se convierte en una fuente. Mucha plata: en Atenas 2004 y en los Campeonatos del Mundo de Atletismo (París 2003, Helsinki 2005 y Osaka 2007). Pero también un par
de oros en los Campeonatos de Europa de Atletismo (Múnich 2002 y Gotemburgo 2006). ?¿Por qué no aspirar al oro en Pekín??. Sesiones de hasta 25 kilómetros repartidas entre mañana y tarde. Todo por alcanzar la gloria en 20 kilómetros. ?En Londres 2012 me pasaré probablemente a los 50 kilómetros marcha. ¿Razones? Edad, resistencia? ¡Pero seguro que tenemos Paquillo Fernández para rato!?.
Fiel a la montaña
José Antonio Hermida. Puigcerdà (Girona), 24 de agosto de 1978. 1,72 metros, 63 kilos. Especialista de mountain bike.
Aprobar la EGB sirvió de salvo-conducto para un velocípedo con el que salir de excursión. Un par de años más tarde agujereó un casco de hockey para participar en una competición de mountain bike. ?La gané de calle. Después vinieron más trofeos y lo de 1996, cuando me convertí en el primer español campeón del mundo de este deporte en la categoría júnior. Tengo la sensación de haber ido con el machete, abriéndome camino?. Hermida siempre ha sido fiel a este deporte, considerado olímpico desde Atlanta 96. Incluso ha llegado a rechazar ofertas que le tentaron a pasarse al ciclismo de carretera. ?La bicicleta de montaña se inventó a Hermida y nunca renunciaré a ella. Además, quería estar en Atenas 2004. Y mira, al final me llevé la plata??.
La nueva estrella
Rudy Fernández. Palma de Mallorca, 4 de abril de 1985. 1,95 metros, 84 kilos. Jugador de baloncesto
El retrato se toma antes de marchar a la concentración en San Fernando (Cádiz) con sus compañeros de la selección española de baloncesto. Todo el equipo es medallable. Y para Rudy, el reciente cambio de entrenador (Aito García Reneses por Pepu Hernández) no modifica las expectativas.
?El ambiente es muy bueno, y aunque hay gente nueva, llegan como un familiar más?. Ha sido escolta del DKV Joventut hasta el final de la pasada temporada.
Para la que viene le espera la NBA. Es el octavo español que consigue volar por las canchas de la liga de las estrellas estadounidense, donde jugará en los Blazers de Portland. ?Creo que me irá bien por allá. Mi forma de jugar, agre-siva y en busca del uno contra uno, puede encajar. Además, me encanta la comida basura?.
Sed de victoria
Rafael Nadal. Manacor (Mallorca), 3 de juniode 1986. 1,85 metros, 85 kilos. Tenista
Este año no se le resiste ni la hierba. Al flamante campeón de Wimbledon 2008y cuatro veces ganador de Roland Garros, el jugador más laureado del tenis español, sus múltiples compromisos le han impedido participar en este reportaje. Pero si hay un rostro que mejor resume el camino hacia la victoria es el del tenista mallorquín que jamás da una bola por perdida. Con la vista puesta sobre todo en los próximos torneos estadounidenses, Nadal también tendrá tiempo de viajar a Pekín a despeinarse la melena en la cancha. Tras derrotara Roger Federer en el All England Lawn Tennis and Croquet Club de Wimbledon y convertirse en leyenda por derecho propio, reconoció a este periódico sentir algo especial ante su debut individual en los JJ OO.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Erika Villaécija
- Joan Llaneras
- Gemma Mengual
- Juegos Olímpicos 2008
- Francisco Fernández "Paquillo"
- Isabel Fernández
- Javier Gomez Noya
- Gervasio Deferr
- Rudy Fernández
- Alberto Contador
- Rafa Nadal
- Rafael Martínez
- Mireia Belmonte
- José Antonio Hermida
- David Cal
- Deportistas
- Juegos Olímpicos
- Gente
- Competiciones
- Deportes
- Sociedad