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DESDE MI SILLÓN | TOUR 2008 | Sastre, ante su gran día
Columna
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Historias paralelas

Todos sabemos que en una carrera como el Tour cada día se escribe un capítulo diferente. Pues, por mucho que se parezcan unos a otros, cada día tiene su propia historia. Hay días monótonos que se diluyen en el recuerdo, se mezclan con otros y pasan con el tiempo a ser días anónimos. Pero siempre será un día especial para alguien. Alguno mantendrá vivo ese recuerdo y ese día sobrevivirá al igual que todos los demás. Para el ganador, por ejemplo; para el que se vistió de líder, para el que cogió la escapada, para el que se cayó -de caerse, golpear duramente contra el suelo- y se dejó algo más que la piel en el asfalto, para el que sufrió lo indecible o para el que se descolgó y, rendido, terminó claudicando fuera del tiempo límite.

Es decir, que dentro de esa gran historia hay decenas de relatos paralelos. Uno por cada uno de los protagonistas. Algunos serán meta-relatos y contarán cosas de la historia a la que se subordinan, que es la que todos hemos visto. Otros, sin embargo, se irán tan por la tangente que sería difícil concluir que hablan del mismo día si pudiésemos contrastarlos entre ellos. Algo imposible, por cierto.

De ayer, por ejemplo, contarán las crónicas que ha ganado Chavanel. Que ha llegado escapado con otro francés y que Sastre, el líder, ha tenido un día tranquilo en una etapa de mera transición. Sí, es cierto, pero no deja de ser una media verdad. Pasaron muchas más cosas.

Flecha, mi compañero de equipo, podría contar una historia en la que nada de esto tendría cabida. Su historia es otra y a él la otra, la oficial, ahora poco le importa. Salió dispuesto a todo. Era un día para las fugas y él de eso ya sabe algo. Un ataque, otro, hasta que consiguió meterse en la buena -al menos, eso parecía-. Y así comenzaron a subir el primer puerto del día. Esa escapada no nos vale, pensó Voight, y puso en marcha no el motor, sino la turbina. Subió el puerto a un ritmo infernal, un ritmo tan duro que hizo que Flecha pasase en un instante de ir soñando con ganar a ir rezando para salvarse.

Descolgado y derrotado, siguió en solitario sabiendo que más adelante se recuperaría, que la crisis era pasajera, que habría un parón en el pelotón cuando la fuga se hubiese hecho -siempre es así- y que entonces tendría que darlo todo para entrar de nuevo en él.

Pero no. Ayer no era su día y, por negársele, se le negó hasta la suerte. Delante, no pararon. Continuaron atacándose y Flecha les perdió de vista definitivamente. Tuvo, por lo menos, la fuerza suficiente para vencer la tentación de retirarse. Siguió y siguió hasta la meta buscando lo improbable, más bien lo imposible, la salvación. Pero allí se encontró otra negación. Dos días para París que se disipan por la acción de tres frías palabras que no entienden de sentimientos: fuera de control.

Eso paso ayer, el día que ganó Chavanel. Hoy otro ganará la contrarreloj. Mañana, otro el Tour, quizá el mismo. Pero, al tiempo, otros nos podrían contar otras historias. Historias que pasarán inadvertidas, pero que serán tan reales como las otras. Historias como la de ayer de Flecha.

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