Relajación sobre la arena

Los bastones quedan aparcados junto a la arena. Algunos de los asistentes al curso de taichi que se imparte cada mañana en la playa de la Victoria de Cádiz acuden encorvados, casi temblorosos. Necesitan de un apoyo para moverse. Pero cuando Sebastián Gómez, el profesor, comienza a impartir las lecciones los alumnos parecen libres de las cargas que impone la edad. "Esto nos da vida", resuelve con alegría la sevillana Clementina Castillo después de reconocer, no sin algunas reservas, sus 66 años. "No me pierdo ni una clase".

El Ayuntamiento de Cádiz ofrece diariamente la oportunidad de aprender las técnicas orientales de relajación en el módulo central de la playa Victoria y en una carpa instalada en la de La Caleta. A Sebastián Gómez sus alumnos, la mayoría mujeres, le llaman por su nombre de pila. "Es un maestro", le define Clementina Castillo. "Un fuera de serie", añade su compañera María del Carmen Montilla. No en vano lleva 30 años formándose dentro de la esencia de esta gimnasia de movimientos lentos y coordinados. Para él es mucho más que unos simples ejercicios. "Forma parte de una cultura hasta llegar a ser un arte terapéutico de enormes posibilidades", defiende Gómez. Son tres décadas practicándolo. Para ello ha viajado a China, la cuna del taichi, pero también a Francia y Rusia, donde ha conocido las claves para trasladar las nociones básicas. Lleva 16 años como profesor. Sus indicaciones son fáciles de seguir. Si alguien, se pierde, le reconduce enseguida. Algunos no aciertan a la primera donde está la izquierda o la derecha. Hay que improvisar. "Moved el brazo hacia Cortadura y ahora hacia La Caleta", les dicta el maestro.

El taichi matutino que se imparte en la playa ha alcanzado una legión de aficionados. Las clases se iniciaron en julio y continuarán hasta finales de agosto. Arrancan frotándose suavemente las manos y moviendo las articulaciones de los dedos a las 9.00. Las lecciones duran hora y media. Después de la playa de la Victoria, el profesor se traslada a La Caleta. "Se puede sumar quien quiera en el momento que desee. El otro día venía una pareja corriendo por la playa. Nos preguntaron y decidieron quedarse", explica Clementina Castillo. Sólo unos pocos son de Cádiz, predominan los turistas estables, los que llevan años disfrutando de las excelencias de las playas gaditanas.

Es el caso de María Dolores de la Osa. Ella es profesora en la sierra de Cádiz. "Los efectos siguen después del verano. He notado que da tranquilidad y paz interior. Tengo más flexibilidad y sufro mucho menos estrés en el trabajo", explica convencida. Las lecciones veraniegas animan a muchos de los alumnos a continuar después, fuera de la temporada estival, con clases de taichi en gimnasios o academias. Aunque muchas de las ventajas de esta oportunidad se esfuman. "Aquí hay clases todos los días. Son gratuitas y se respira el aire de la playa, que es muy sano", cuenta Emilia Gómez. Ella es una de las más entusiastas y una de las que vive con mayor intensidad las nociones de relajación. "Yo escucho las olas del mar y hasta los grillos. Es como si estuviera en la era", relata entre risas. Su bastón queda aparcado sobre la arena. No lo necesita mientras mueve sus brazos y piernas enfrente del mar.