'Áyax', de Pekín a Mérida
Theo Terzopoulos regresa al festival extremeño con una tragedia griega
Theo Terzopoulos, una de las grandes figuras internacionales de la escena contemporánea, es al teatro grecolatino lo que Peter Brook es a Shakespeare. Los dos han aportado una nueva interpretación sobre algo, sobre lo que desde hacía siglos recaían todas las miradas. Brook, como si fuera un impresionista que va a la esencia; Terzopoulos, como un estructuralista abstracto que deconstruye hasta la extenuación, para deshacerse de todo lo prescindible y superfluo de un texto al que aplica su famosa metodología escénica.
Esa reinterpretación de los clásicos griegos del director heleno ha regresado al territorio del anfiteatro romano, en el marco del Festival de Teatro de Mérida, donde el jueves presentó su última revisión de Áyax con su emblemático grupo Attis Theatre. Ello supuso el estreno europeo de esta producción que se ha creado para las Olimpiadas culturales de Pekín. Allí se vio Áyax también en un anfiteatro, pero muy distinto al que acoge el montaje en Mérida, un bello espacio del año 8 antes de Cristo que el festival ha utilizado en distintas ocasiones a lo largo de su historia (cinco de ellas, el propio Terzopoulos), aunque no en los últimos años.
La propuesta de Terzopoulos parte del mito de Áyax escrito por Sófocles, en el que ya se ha detenido en tres ocasiones. Siente debilidad por este héroe casi contemporáneo, por lo que de perdedor y fracasado tiene, y como en otros trabajos, el director griego ha buceado hasta el fondo del texto, lo ha versionado, eliminando fragmentos y ahondando en las profundidades emocionales del mismo. En esta ocasión transita con bellísimas imágenes propias de una ópera contemporánea y minimalista por los mundos de la traición, la locura, la ira, la venganza y sobre todo la culpabilidad, y lo hace con tintes de sarcasmo y drama satírico.
Con Áyax, el director griego pone de relieve, a través de este héroe, que el castigo y el sentimiento de culpa, tan presente en los clásicos, es algo que ha desaparecido de nuestra sociedad: "En el mundo actual no existen los remordimientos o el castigo, que son los que dan la dimensión grande a la tragedia, los políticos cometen crímenes y no son castigados, pero los hombres en su cotidianidad se castigan como animales, masacrándose, Dios está ausente y en la Grecia antigua todo se basaba en un triángulo: la relación con Dios, con la naturaleza y con la polis, la ciudad", señala este hombre de teatro. Concluye rotundo Terzopoulos: "Hoy, los dioses han muerto, y la naturaleza, la ciudad y el mundo están en condiciones muy malas; el puesto de Dios hoy lo ha ocupado el alcalde o el director del banco o mi suegra, y sólo hablamos de eso, de las miserias cotidianas. Por eso, hoy, las tragedias se ven como dramas, porque falta el horizonte", sostiene este artista formado en los años setenta en el Berliner Ensemble con Heiner Müller, entre otros.
Hoy tiene su propio método de trabajo que se enseña en numerosas universidades, y que consiste en buscar el ritmo y la energía en el propio cuerpo: "A través de ellos, podemos llegar a comprender el alma interna de la obra, es sólo un camino para alcanzar la armonía, a la que nunca se llega porque lo importante es estar siempre en el camino de Ítaca". Y el camino no tiene por qué estar repleto de elementos. Toma un pequeño papel en su mano y dice: "Puedes trabajar toda la vida en torno a un elemento sencillo y crear a partir de ahí mundos enteros con tal de que haya amor, dedicación, fe, disciplina, autoconcentración, fantasía, educación.... Desde una prisión pequeña se puede crear un gran mundo", comenta este intelectual que, con Áyax, ha creado una forma de ópera moderna que también se podrá ver en Sagunto (día 22), Niebla (día 26) y una posterior gira internacional.
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