McCain lucha contra la apatía de su electorado
El candidato republicano no logra movilizar a las bases conservadoras
Una investigación recién publicada por el instituto Pew revela que sólo un 11% de los potenciales votantes estadounidenses cita a John McCain como el candidato del que más ha oído hablar. Cerca de un 80% menciona a Barack Obama. Portavoces del senador republicano culpan de esta desventaja a la cobertura desequilibrada de los medios de comunicación.
Pero, aparte de lo discutible de esa acusación, este estudio es la última prueba de las dificultades de McCain para dar a su campaña una imagen de notoriedad y optimismo.
El senador de Arizona carece todavía de un mensaje definido
La prensa es sólo parcialmente responsable de la relativa oscuridad en la que transcurre la campaña del candidato presidencial republicano. Otro estudio, realizado por el prestigioso Project for Excellence in Journalism, prueba que el número de noticias que aparecen en los medios sobre Obama es apenas un 5% mayor que sobre McCain. Un 57% de las informaciones acerca del candidato demócrata pueden, además, caracterizarse como críticas o negativas.
El problema de McCain, por tanto, no está ahí. El problema de la visibilidad de la campaña republicana está más relacionado con el desorden en el equipo que la dirige y las dificultades para establecer un mensaje claro y definido.
En cierta medida, la campaña de McCain parece afectada por el mismo síndrome que sufrió Hillary Clinton durante las primarias demócratas: lentitud de movimientos y desconcierto ante las iniciativas innovadoras del equipo de Obama.
Una semana después de asegurar su nominación, un anuncio destacando el historial y los valores de Obama estaba ya siendo emitido en las televisiones de más de 20 Estados que constituyen el principal campo de batalla para las elecciones del 4 de noviembre. Tardó casi un mes McCain -¡cinco meses después de su nominación!- en responder con otro anuncio en el que se recuerda su heroico expediente en Vietnam.
Puede aducirse que eso se debe a la desventaja que McCain sufre frente a Obama en la cuenta corriente de la campaña. Pero ni eso es totalmente cierto ni es tampoco un buen síntoma para el candidato republicano.
La investigación de Pew manifiesta un mayor grado de compromiso de los votantes demócratas con su candidato, y eso se demuestra en el dinero recaudado. Un 13% de demócratas y un 8% de independientes dicen haber contribuido a la campaña de Obama, mientras que sólo un 7% de republicanos y un 1% de independientes lo han hecho a la de McCain.
Esta apatía tiene que ver con la frialdad con la que la base conservadora -el mayor foco de activismo en el Partido Republicano- ha acogido a McCain y con el cansancio natural después de ocho de una Administración republicana muy impopular. Hay que remontarse a 80 años atrás para encontrar un partido que, después de dos periodos en la Casa Blanca, consiga aumentar su número de votos. Es un pésimo precedente para McCain, que no puede ser presidente si se queda por debajo del 50,7% que obtuvo George Bush en las presidenciales de 2004.
Para superar todos esos obstáculos, McCain necesita un mensaje muy poderoso que, no sólo intente rentabilizar los miedos hacia Obama, sino que contrarreste su atractiva oferta de cambio.
No lo ha conseguido hasta ahora. McCain se mantiene dignamente en la pelea pero no ofrece una imagen ganadora. Con ese propósito, el senador de Arizona situó la pasada semana al frente de su campaña al enérgico Steve Schmidt, un viejo colaborador del ex consejero de Bush Karl Rove, que pretende marcar de una manera más explícita y contundente las diferencias entre McCain y Obama.
Existen dudas, no obstante, de que Schmidt sea finalmente el hombre con el que McCain camine hasta noviembre. Después de haber procedido ya a tres remodelaciones en la cúpula de su equipo, da la impresión de que el candidato no acaba de resolver algunas dudas profundas, y así lo han hecho notar en público algunas destacadas figuras republicanas.
Las encuestas, por ahora, le dan margen a McCain para recuperar el terreno perdido. Ninguna sitúa a Obama delante por un margen mayor a los cuatro o seis puntos. Pero esas encuestas muestran también un peligroso avance de Obama en feudos conservadores, como Florida, donde la ventaja de McCain es ya sólo de dos puntos.
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