El Estado profundo sale a flote
La organización secreta Ergenekon se nutre de ex miembros del poder laico
Cuando este periodista de EL PAÍS salía de la sede del semanario Nokta en las afueras de Estambul, el redactor jefe, Mehmet Haluk Orgün, sugirió con amabilidad: "Si quiere, le pedimos un taxi". A finales de abril del año pasado la revista acababa de cerrar sus puertas. Sus artículos sobre tramas golpistas levantaron ampollas en los quioscos tras haber roto un tabú en Turquía: investigar a las Fuerzas Armadas. "Los editores no han podido soportar las presiones ante la querella que nos ha puesto el Ejército", explicaba Orgün mientras se despedía.
A la salida, un chófer esperaba en un vehículo blanco.
-¿Usted ha pedido un coche? -preguntó.
-Gracias, pero prefiero ir andando -fue la respuesta que obtuvo.
La revista Nokta fue la primera en revelar la existencia de la trama golpista Ergenekon antes de que la policía turca abriera la investigación del caso. Según las llamadas "agendas del golpe", las supuestas notas que algunos mandos castrenses tomaron sobre sus reuniones conspiratorias, un grupo de civiles y militares se juramentaron en la primavera de 2004 para derrocar al Gobierno islamista moderado. El primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, apostó entonces por la reunificación de Chipre en el referéndum organizado por la ONU. Los militares veían con malos ojos la retirada del norte de la isla, que Turquía invadió en 1974 para proteger a los turcochipriotas. Pero los grecochipriotas dijeron no en las urnas a la ONU y la intentona cayó en el olvido.
Habrá que esperar a que los jueces del caso Ergenekon permitan acceder al sumario para verificar la exactitud de los reportajes de Nokta. Entre las sospechas que pesan sobre la trama golpista para sembrar el caos en Turquía figuran los asesinatos de un sacerdote católico italiano en 2006 y de un pastor evangélico en 2007. Y tras la muerte a tiros del escritor turco-armenio Hrant Dink, los policías que detuvieron al autor del crimen se fotografiaron con él con orgullo.
En Turquía se le llama "Estado profundo", grupos de antiguos militares o agentes de seguridad o del espionaje, ex altos cargos del aparato estatal defensor del laicismo que actúan por su cuenta para salvar a la patria. Recuerdan a los denominados "poderes fácticos" que sembraron de sobresaltos el periodo de transición política en España.
Por cierto, en Turquía los taxis son amarillos.
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