Otra vuelta de tuerca
Convergència elige un camino confuso al proponer una Cataluña "libre y soberana"
Convergència, el socio mayoritario de CiU, concluyó ayer su 15º congreso dando otra vuelta de tuerca a su nacionalismo. La cúpula de Artur Mas hizo un ejercicio de funambulismo soberanista en el segundo cónclave que el partido celebra en la historia reciente sin estar en el poder. La dirección ha podido rechazar las enmiendas independentistas que pedían un Estado propio para Cataluña, pero se ha visto obligada a dar cauce a las pulsiones de la militancia e incluir el derecho de Cataluña a ser "una nación libre y soberana", sucedáneos vergonzantes del independentismo.
Con esos presupuestos, difícilmente podrán aspirar a sentar los cimientos de esa "casa común del catalanismo" que aspiran a construir y que consiste en situar a CiU como fuerza hegemónica de las distintas sensibilidades nacionalistas existentes en Cataluña, algo que tan hábilmente y desde el poder rentabilizó y administró durante 23 años un Jordi Pujol poco amigo de excesos semánticos.
La oposición le sienta mal a CDC, cuya militancia la ha condenado a mantener un pulso con Esquerra Republicana sobre quién es más nacionalista. Así, el congreso ha pedido un régimen similar al concierto económico, como el que figuraba en el proyecto de Estatuto aprobado por el Parlamento de Cataluña y que luego Mas rebajó con Zapatero en La Moncloa en 2006.
En el terreno social, resulta preocupante esa obsesión por el contrato para integrar a los inmigrantes, vinculado al derecho a voto, aprobado por el congreso. Aunque de carácter voluntario, es un texto que rezuma una más que peligrosa ambigüedad en todos los aspectos menos en uno: su pretensión de echar la red en el caladero del voto populista. Mas asegura que su posición es equidistante entre un Berlusconi xenófobo y un Zapatero "buenista" con la inmigración. Pero soslaya que el Ejecutivo central defiende esa directiva que convierte la UE en una fortaleza nada buenista.
La cúpula de CDC sabe que este congreso es la última oportunidad de catapultar a Mas a la Generalitat. Desde 2003, CiU -la fuerza más votada en las autonómicas, sólo batida en dos ocasiones por Maragall- ha sido incapaz de superar su periodo de Gobierno en solitario y tejer complicidades con otros partidos catalanes. Y mientras no tenga la pata del poder de la Generalitat, resultará muy difícil una ecuación nacionalista para llegar a acuerdos con el Gobierno central. El camino elegido no podía ser peor: arriesgado y confuso.
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