"La obra no daba ya seguridad"
José Luis Pérez dejó el campo por la incertidumbre de no tener un mínimo futuro. Hace algo más de tres años apostó por la construcción, donde ha trabajado en una empresa dedicada a la ferralla y el encofrado por 66 euros al día. Irónicamente, la misma incertidumbre la ha vuelto a vivir José Luis en el mundo del ladrillo, inmerso en una fuerte crisis. "Desde hace un tiempo, en todas las conversaciones con los compañeros se hablaba de empresas que cerraban aquí o allí. No me daba seguridad, así que hace cuatro meses lo dejé de manera voluntaria, antes de que mi empresa quebrase, como le ha pasado a otras muchas, y me quedase con los sueldos por cobrar, como he visto a algunos compañeros", afirma. No iba mal encaminado, una semana después de abandonar la subcontrata para la que trabajaba, José Luis vio como la promotora que les había contratado no escapaba de la quema y cerraba.
José Luis había sido previsor y nunca se desprendió de las 12 hectáreas de terreno de su propiedad en Los Palacios (Sevilla) que había cultivado antes de dedicarse a la construcción. "Además, tengo otras 12 hectáreas arrendadas. Cultivo remolacha y algodón, principalmente", apunta. Con ellos piensa sacar adelante a su mujer y a su hijo de un año. "Somos muchos los que estamos dejando la construcción para irnos al campo, lo que no sé es cómo van a salir adelante los que no tienen tierras para aprovecharlas ellos mismos. Porque yo creo que el campo es limitado y no todo el mundo va a poder trabajar por cuenta ajena", advierte. "Eso se va a notar, sobre todo, cuando la gente deje de cobrar el subsidio de desempleo de la construcción. Y entonces, no sé qué va a pasar".
Antes de abandonar el campo, ganaba entre 12.000 y 18.000 euros al año con la agricultura. Ahora, José Luis espera poder seguir viviendo del campo. Pero mira al cielo con recelo: "La sequía nos está haciendo polvo".
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