El círculo virtuoso de Laporta
Cuando Joan Laporta se presentó a las elecciones del Barça, su programa lo resumía en un concepto: el círculo virtuoso. El éxito deportivo debía alimentar el económico, y viceversa. Era 2003. En la temporada 2004-2005 el equipo ganó el campeonato de Liga, pero ni este triunfo evitó la primera crisis, la salida de la junta de Sandro Rossell y otros tres directivos. Consideraron que Laporta incumplía sus promesas, sobre todo cuando decidió no "levantar la alfombra" de la era Gaspart y no publicar las due diligence sobre la situación del club y pedir responsabilidades. En tres años, el club consiguió dos Ligas y una Copa de Europa. Pero el círculo se rompió ahí. Los fracasos deportivos distanciaron al socio de una presidencia que lo desdeñaba. Este clima social tuvo su reflejo en el voto de censura presentado este mes y que tuvo el respaldo del 60,60% de los 39.389 votantes. Era insuficiente para forzar la dimisión automática de la junta, pero fue una señal clara de descontento. Ocho directivos decidieron el jueves abandonar porque la situación se les ha hecho insostenible y porque, quizás, algunos, necesitan estar lejos pensando en un futuro electoral.
El drama de Laporta no es únicamente el desamor de una parte de los socios, lo peor es cómo se desdibuja el relato que había construido sobre el club y cuyo éxito inicial podía proyectar al personaje incluso hacia el terreno político. Este último mes se ha visto gritar a Laporta "visca" el Barça y "visca" una Cataluña libre restringiendo a una ilusión independentista un sentimiento culé claro: el Barça es algo más que un club.
Ahora necesita recuperar el cariño del socio abandonando las zozobras tacticistas e intentando rehacer el círculo virtuoso. Y necesita que el socio crea que está ahí, en la presidencia, para algo más que sobrevivir en el poder. Un presidente, como ha hecho Laporta, no puede leer de dos maneras distintas las consecuencias de una moción de censura. Cuando la presentó contra Núñez, defendió que una derrota, aunque no llegara a los mínimos estatutarios para forzar la dimisión, debía conducir a ella. Cuando él la ha perdido, lo ha visto de otra manera.
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