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Bergamín, un pasajero en tránsito

Una antología reúne los mejores textos del poeta y ensayista

Como "un cubo de Rubik" define Andrés Trapiello al ensayista, poeta y dramaturgo José Bergamín (1895-1983). Puede parecer una definición vaga, pero en el caso de Bergamín resulta precisa: "Cuando completas el lado del aforista, el poeta se desmorona".

Claro y difícil se titula la antología que ha preparado Trapiello y que edita la Fundación Banco de Santander en la colección Obra Fundamental. Nueve libros de poesía, tres textos taurinos, tres volúmenes de aforismos y 25 ensayos literarios de clásicos como Calderón, Lope de Vega y Cervantes.

Miembro imprescindible de la generación del 27 -a la que desdeñó al calificarla como "la de los epígonos de los epígonos del 98"- , comunista declarado y católico fervoroso, Bergamín combinó durante toda su vida la afición por los toros, la política y la literatura. "Si bien se puede estar en desacuerdo con él, más que nada por sus posiciones políticas radicales, su obra es digna de admirar", reconoce Trapiello.

Entre el bien y el mal

Bergamín fue un eterno pasajero en tránsito. Bendecido por Juan Ramón Jiménez, que publicó su primer libro, se convirtió también en uno de los ángeles caídos del ilustre intelectual. Trapiello lo justifica comparándolo con un niño travieso, cuya constante en la vida sería la de "malograr sus mejores pasos con desatados traspiés que a la fuerza resultarán desconcertantes". Algunas de las piezas de su lado literario, aparte de su propia obra, son su labor al frente de la revista Cruz y Raya o que fue el primer editor de Poeta en Nueva York, de Lorca.

En la cara política del cubo-Bergamín aparece su faceta de defensor de la República, presidente de la Alianza de Intelectuales Antifascistas durante la Guerra Civil, crítico de la Monarquía y enemigo de la transición. Sus ideas políticas lo llevaron a tres exilios entre Venezuela, Uruguay, Francia y finalmente, a los 86 años, a Euskadi. Hastiado de la España posfranquista, Bergamín se trasladó a Hondarribia para apoyar el ideario político de Herri Batasuna. Este año se conmemoran 25 años de su muerte y aún desde su tumba sigue agitando. "Por no darles mis huesos a tierra española", reza su epitafio en territorio vasco.

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