Crecen las alergias a los fármacos
Los especialistas advierten de la necesidad de realizar diagnósticos más precisos
Sea un dolor de cabeza o de espalda, Àngels Colomer, que ahora tiene 56 años y vive en Amposta (Tarragona), nunca puede tomar los analgésicos más habituales (los AINE). Descubrió su alergia a este grupo de medicamentos para calmar el dolor a los 32 años. "Me dolía un brazo y me tomé uno. A los 20 minutos empecé a notar un sabor salado en la boca y a ahogarme de tal manera que tuve que ir corriendo a urgencias porque creía que me moría", explica. Ni aspirina, ni pirazolonas (Nolotil), ni ibuprofeno, nada de nada. Àngels sufrió el cuadro más grave al que puede conducir una alergia, la anafilaxia. Ahora es tan consciente de su problema que incluso recuerda que cuando la operaron para extirparle un tumor en la mama, ella misma pidió que no le pusieran calmantes porque temía más a la posible reacción que al dolor de la operación.
Es fundamental diferenciar alergias de reacciones esporádicas
El 15% de los pacientes reacciona negativamente a algún medicamento
En los últimos años, las alergias a los medicamentos han aumentado notablemente. Según datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), la alergia a algún tipo de fármaco ya es el tercer motivo de consulta en los servicios de alergología de los hospitales. Afecta al 15% de los pacientes, mientras que hace una década eran el 12%. Los fármacos que más alergias producen son los analgésicos y antiinflamatorios (55%), seguidos de los antibióticos betalactámicos (35%), que incluyen la penicilina y derivados como la amoxicilina y las cefalosporinas. También causan alergias los corticoides, anestésicos locales, antirretrovirales y algunos fármacos para el cáncer.
El perfil de la persona que desarrolla este tipo de alergia se corresponde con un adulto, de una edad media de 40 años, más mujeres que hombres. "Las mujeres toman más antiinflamatorios y de forma esporádica porque están más expuestas a dolores como los de la menstruación o más dolores osteoarticulares", explica Torres, alergóloga del hospital Carlos Haya de Málaga.
Puede aparecer en personas que han estado tomando el fármaco durante años sin ningún problema. "El contacto esporádico pero repetido lo propicia. El paciente necesita un tipo para volverse alérgico", continúa María José Torres. Cuando se desarrolla la alergia, el sistema inmunológico reconoce los fármacos como sustancias extrañas y responde ante ellas. Si se vuelve a exponer, la reacción aparecerá de nuevo. Los síntomas pueden ser como los de otras alergias, desde eczemas a ahogos o problemas digestivos. El cuadro más grave es la anafilaxia, que suele comenzar unos 30 minutos después de la toma, con picores, urticarias, hipotensión, dificultad para respirar y, finalmente, mareo y pérdida de conciencia.
En España existen más de 20 unidades especializadas en alergias a medicamentos ubicadas en centros públicos, aunque muchas veces "el mismo médico de familia se apresura en prohibir un medicamento que no sienta bien sin remitir al paciente al especialista", afirma Torres. El único tratamiento posible consiste en no tomar el medicamento nunca más. Resulta fundamental realizar un diagnóstico preciso, que permita diferenciar si se trata de una alergia o una reacción esporádica. Si se diagnostica una falsa alergia, "podemos estar privando al paciente de los beneficios de un medicamento que, además, en ocasiones no tiene otras opciones", comenta Torres.
Cuando no hay más remedio que utilizar el medicamento porque no existen alternativas terapéuticas, el paciente debe tomarlo en condiciones muy controladas, ingresado en la UCI y en dosis muy pequeñas. Un ejemplo es el abacavir, un antirretroviral para tratar el VIH que produce alergias, pero para el que a veces no hay alternativa.
Se sabe que en todas las alergias a fármacos existe una predisposición genética, que hay proteínas humanas que pueden aliarse al alergeno. En el aspecto molecular, el medicamento presenta características diferentes del resto de alergenos, como pueden ser el polen o algunos alimentos. Mientras que la mayoría de alergenos son proteínas, los de medicamentos son haptenos. Son moléculas químicas, antígenos incompletos que para producir la alergia deben unirse a moléculas transportadoras, nuestras proteínas. Cuando se unen, su estructura se modifica, aunque no se sabe bien cómo.
Algunas investigaciones muestran que en este proceso pueden influir algunos factores, como padecer algunas enfermedades virales. "Se ha visto en Japón, en individuos con herpes o mononucleosis que desarrollan alergia a la amoxicilina. Puede ser que el virus estimule una serie de células inmunológicas", explica Torres. También se ha visto que, en algunas ocasiones, la alergia a algunos antiinflamatorios coincide con la alergia a ciertos alimentos, sobre todo frutas.
Las reacciones alérgicas ocurren con medicamentos ya comercializados, que han pasado los controles mínimos requeridos, desde la toxicidad a la eficacia terapéutica, para ser utilizados. ¿No se puede detectar antes su poder alergénico? "Hay diferentes factores, como la diversidad genética de los individuos, que no pueden ser considerados en la fase previa a la comercialización y que hacen que las reacciones alérgicas sean impredecibles", explica Torres. "Hay que aceptar que cualquier tipo de medicamento puede generar reacciones alérgicas. Si el fármaco es eficaz, retirarlo puede generar más perjuicios que beneficios, ya que dejaríamos de tratar a individuos que pueden beneficiarse de él", añade. La solución pasa por realizar estudios de farmagenómica para identificar a los individuos que podrían sufrir una reacción alérgica a un medicamento, aunque se trata de un área incipiente y de gran complejidad.
Faltan métodos de detección fiables
Los métodos de diagnóstico que se utilizan en general para las alergias, el cutáneo o el de sangre, son poco fiables a la hora de diagnosticar la alergia a los medicamentos. "Actualmente, con la prueba de sangre sólo se pueden detectar los anticuerpos de algunos medicamentos, como los antibióticos betalactámicos, aunque su fiabilidad tan sólo es del 40%. La prueba cutánea también permite detectar algunos de estos casos, pero no sirve para los antiinflamatorios", explica María Luisa Sanz, investigadora del departamento de alergología e inmunología de la Clínica Universitaria de Navarra.
Ante la falta de métodos fiables, el diagnóstico tan sólo se puede hacer en centros especializados. Actualmente, la forma más fiable de dar con el medicamento que se encuentra tras la alergia es la prueba de provocación controlada. Es decir, que para averiguar qué causa la alergia hay que provocarla. La prueba tan sólo se puede realizar en centros especializados, ya que requiere ingresar al paciente para administrarle el medicamento bajo control y con servicios hospitalarios de urgencias y cuidados intensivos muy a mano para evitar riesgos. En España hay unos 20 centros especializados en alergia a medicamentos ubicados en hospitales.
Sin embargo, la Clínica Universitaria de Navarra ha desarrollado una prueba de diagnóstico más sencilla y menos arriesgada. Se trata de un nuevo test que consiste en recoger una muestra de sangre del paciente para realizar un cultivo in vitro de un solo tipo de células, los basófilos, en cuya membrana se encuentran mediadores de la alergia, explica Sanz.
Tras introducir el medicamento en el cultivo se puede ver si la célula se activa y si, efectivamente, libera los mediadores de la alergia. Sirve para antibióticos, analgésicos antiinflamatorios y anestésicos. De momento, esta prueba sólo se realiza en algunos hospitales.
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