Murray avanza a octavos

La fórmula para evitar la presión de los medios camino de la conquista de Wimbledon es sencilla. ¿Por qué pagar 25.000 euros por alquilar quince días una casa cerca del torneo cuando se puede comprar una en Londres? ¿Por qué charlar de tenis con los periodistas cuando se puede escribir una autobiografía huérfana de grandes títulos a los 21 años? ¿Por qué permitir que hable la corte de entrenadores y preparadores físicos cuando se les puede prohibir hacerlo por contrato? Andy Murray, el chico que sobrevivió a la masacre pistolera de Dunblane, donde un loco asesinó a 17 niños, tomó hace meses esas decisiones para ganar Wimbledon. No es tarea fácil. El torneo vibra a cada uno de sus pasos. Ayer, convertido en el único británico que queda en el torneo, llegó a octavos tras ganar a Haas (6-4, 6-7, 6-3 y 6-2), y respiró aliviado por haberse salvado del caos: de los diez mejores del mundo sólo resisten Roger Federer, Richard Gasquet, Stanislas Wawrinka y Nadal, que al cierre de esta edición jugaba contra el alemán Kiefer.

El escándalo tiene apellidos. Cinco tenistas sin pedigrí se juegan un puesto en semifinales: Tipsarevic, Schuettler, Mathieu, Cilic y Clement. Y Gasquet o Murray, que discute con los periodistas hasta de los colores de su vestimenta -banda azul sobre blanco, los colores de Escocia, una ofensa en el corazón de Inglaterra- pueden esperar a Nadal en cuartos. Sólo una cosa sería segura: se jugaría en la pista central, donde los acomodadores visten uniforme militar y la grada chilla: "C'mmon Andy!".

Gritos también dieron Dinara Safina y Jelena Jankovic, pero de rabia, dolor y furia. La rusa, lesionada, lloró mientras perdía ante Peer (7-5, 6-7 y 8-6). Y la serbia, vencedora de Wozniacki (2-6, 6-4 y 6-2), acabó como siempre, vendada como una momia. La segunda semana del torneo sirve el trono en bandeja: Kuznetsova o Jankovic pueden llegar al número uno.