_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El estado de la ciudad

Hoy se celebra en Madrid el debate sobre el estado de la ciudad y, por tanto, vamos a oír una serie de discursos al final de los cuales no sabremos nada nuevo: el alcalde hablará de lo bien que lo ha hecho, la oposición dirá que todo ha sido un desastre, y poco más. Qué le vamos a hacer, si vivimos un tiempo en el que las banderas han sido sustituidas por banderines y la política, que debiera ser una ventana, es sólo un espejo donde cada uno se ve a sí mismo, lo cual, a fin de cuentas, no es más que otra forma de ser ciego. Claro que Homero, Milton y Borges también lo eran, pero en su caso por enfermedad y no por vocación; es decir, que buscaron la luz en la sombra y cualquiera de los tres podría haber escrito lo que escribió el último: "Repito que he perdido solamente / la vana superficie de las cosas".

Las preocupaciones son las de siempre, lo cual no habla bien de la gestión política de la capital

Los ciudadanos, sin embargo, no son ciegos, no viven en el exterior de las cosas ni se dejan confundir por la fachada publicitaria que a menudo les ponen delante, sino que se hunden cada día en la realidad, la disfrutan o la sufren, según los casos, intensamente, y por lo general no se dejan engañar. No hay más que ver el foro que ha tenido abierto estos días EL PAÍS en su edición digital, donde los lectores han ido desgranando cuál es, en su opinión, el estado de la ciudad, para darse cuenta de hasta qué punto los madrileños conocen Madrid y tienen claras cuáles son las contrariedades que más les incomodan y los conflictos que más urge resolver. Cuando aquí también construyan uno de esos rascacielos giratorios que van a hacerse en Dubai, Moscú y Nueva York, nadie va a darle la vuelta a su casa para que no mire de frente las dificultades.

Lo cierto es que las preocupaciones son las de siempre, lo cual no habla bien de la gestión política de la ciudad, porque si los problemas no cambian es porque los encargados de resolverlos no lo hacen, y es evidente que los sucesivos gobiernos municipales no han sido capaces de solucionar asuntos como los que aparecen en los primeros puestos de la lista de elpaís.com: la contaminación; el tráfico; el precio de la vivienda, tanto a la hora de intentar comprar una casa como a la de alquilarla; las zonas abandonadas en las que proliferan la delincuencia o las drogas; la falta de espacios verdes y de polideportivos; la inseguridad en ciertos barrios y a ciertas horas; las carencias del transporte público, sobre todo por la noche... Más de lo mismo, después de tantas promesas y tantas campañas electorales.

Juan Urbano pensó en todo eso mientras leía el foro digital del periódico, y tuvo la sensación de que, en muchos aspectos, el problema de España es que los gobernantes no quieren gobernar, sino sólo llegar al Gobierno. O sea, que no les gusta buscarse enemigos ni arriesgarse a perder votos y, en consecuencia, toda aquella decisión que, por muy lógica o necesaria que sea, resulte impopular, no se toma. Eso está más que claro, por ejemplo, en el tema de la polución y el tráfico que tienen presa a la ciudad, y por eso quienes se han molestado en escribir lo que piensan en elpaís.com dicen lo mismo que creemos casi todos: que habría que prohibir el tráfico privado por el centro de Madrid y devolverle las calles y las plazas a las personas a quienes se las quitaron para dárselas a los coches. Los comerciantes se quejarán, porque lo hacen siempre que se menciona la posibilidad de reducir al mínimo el tráfico en todo el territorio que hay dentro del anillo de la M-30 y hacer peatonales muchas calles, pero pronto van a darse cuenta de que no pierden clientela, sino al contrario: la mayor parte de las grandes vías comerciales del mundo son así, peatonales, y aquí mismo, no hay más que ver lo que ha ocurrido con la calle del Arenal, que ha pasado de sucia y fea a bonita, arbolada y paseable.

Juan Urbano acaba de levantarse y, como hoy tiene el día libre, se va a sentar a ver por televisión el debate sobre el estado de la ciudad y va a comparar lo que dicen los políticos con lo que ven los ciudadanos, a ver si parece que unos y otros viven en la misma ciudad o que habitan dos planetas distintos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_