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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿Europa era esto?

¿El euro? Bien. ¿Europa? Mal. Somos un éxito financiero y económico, pero sucumbimos al mal europeo: la falta de ilusión y de proyecto. Lo del referéndum irlandés es lo de menos. Irlanda, acaso el Estado más beneficiado por la Unión Europea, se divirtió con su no a Europa a sabiendas de que no tendrá que devolver el dinero recibido con sus intereses y abandonar la Unión. Cuando nuestros actos no tienen consecuencias dejamos de ser responsables. Para salvar el traspié de la zancadilla irlandesa, Europa volverá a hacer tratos y trapicheos; ya encontraremos el modo de seguir, el caso es ir yendo. ¿Hacia dónde? Ésta no es la Europa nacida de las ruinas de la posguerra; no la que integra a Irlanda, España, Portugal. Países que veían un horizonte en integrarse en la Europa en marcha. El antieuropeísmo de estos votantes irlandeses parece consecuencia de haber adoptado la perspectiva británica, de la ruptura generacional y de la pérdida de memoria colectiva, de no sentirse descendientes de su memoria nacional.

Estamos embotados como la serpiente digiriendo la vaca. Y se puede morir de empacho

También hay signos de que el sueño europeo se debilita entre nosotros. En los años sesenta, las generaciones que imaginaban una España democrática tenían sus referentes en la Unesco, París, la socialdemocracia sueca, alemana... Había hambre de conocer esos países envidiados con supermercados opulentos y carteleras con películas modernas y prohibidas. Con la democracia se difundieron los libros de escritores alemanes, austriacos... Después de Godard, Truffaut, llegaron Herzog, Wenders, Fassbinder, Tanner... ¿Quién conoce hoy autores suecos, alemanes, daneses...? Ni siquiera los franceses e italianos, que habían estado más cerca antes. España se recrea en sí misma; gracias al castellano sueña hegemonizar gran parte de América, y a través del concepto "Iberoamérica" sueña incluso con ser referencia en Brasil. Es un éxito cultural y empresarial, se ha creado un espacio cultural y un mercado para lo latino. Los cantaores, rumberos, regatoneros, salseros se oyen más que nunca. Pero siempre que se gana algo, se pierde algo.

Pero aquella nueva España democrática que interesó a los europeos tampoco es ya novedad, no despierta curiosidad en Europa. Los Estados que fundaron la Unión y los que se incorporaron en los ochenta tienen cada uno sus propios problemas.

La Europa ampliada de los años ochenta tenía un horizonte histórico, un programa marcado por la crisis de la URSS; tenía delante una frontera que se abría. La mitad del territorio europeo eran Estados que habían quedado congelados, apartados de la marcha de Europa, casi de la historia misma, y ahora podían reincorporarse a Europa. Podía ser una potencia alternativa y equilibradora en un mundo que se reestructuraba. La Alemania de Kohl se lanzó con apetito, cruzó la frontera y se tragó, con más dificultad de la prevista, a la Alemania oriental. Luego vinieron Polonia y los demás Estados. A diferencia de la integración de países como Irlanda, Grecia, España o Portugal, donde había habido cambios económicos y sociales y donde la Unión era un sueño deseado y acariciado desde hacía tiempo, estos nuevos países entraron inopinada y precipitadamente: fueron tragados. Como la gran serpiente que traga una vaca y se pone a sí misma en peligro de morir de empacho, la gula nos cegó impidiendo ver que esa ampliación forzada implicaba una gran transformación y desencadenaría una crisis existencial.

Esta Europa tuvo éxito, es cierto, lo prueba la fortaleza y estabilidad del euro; no comprendemos hasta qué punto es un logro histórico la moneda única europea. Pero estamos embotados como la serpiente digiriendo la vaca. Y se puede morir de empacho.

Hoy, la Unión está guiada por una visión de la historia miserable, puramente socioeconómica, que olvida las bases del programa ilustrado europeo que era la ideología que la justificaba. Lo demuestra la aprobación de un límite legal de 60 horas de trabajo semanal; eso es retroceder al nivel de las sociedades predemocráticas. Con ello, Europa retrocede al perder su modelo propio, su contenido, y busca parecerse a sus competidores; al modelo norteamericano, con ciudadanos sin cobertura social, y al modelo chino, trabaja y revienta. Si Europa es más que un mercado no sólo debía haber examinado las cuentas de los países que aspiraban a entrar, tenía que haberles ayudado a generar su cultura democrática, civilidad. Quizá no podía ser de otro modo, o no había tiempo histórico, pero esta vaca se le ha atragantado a la serpiente glotona.

Tras el aturdimiento de la digestión necesitamos claridad de espíritu para soñar un nuevo horizonte. Europa fue creada por soñadores, y no existirá sin un sueño y un argumento europeos. Empezar por conocernos; somos extraños compartiendo moneda y un territorio sin pasaporte. Lo más complicado es que venimos de dos o tres tiempos históricos distintos y que carecemos de medios para resolver esto. Estamos desprovistos de instrumentos ideológicos; ni siquiera hay medios de comunicación europeos, no hay una historia común... Además del euro sólo existe Eurovisión y la Copa de fútbol. O tenemos ideólogos y líderes políticos europeos que tejan un argumento y un sueño que una a los habitantes de la Unión, o retrocederemos al Mercado Común.

¿Y si, tal como ha venido la historia, esta Unión Europea formada por Estados no puede ser otra cosa más que un mercado y una moneda? ¿No estaremos engañándonos? ¿Aún le interesa una Europa política a los Estados que fundaron la Unión? ¿A Alemania? ¿Seguro que es posible intentar Europa todavía? Puede que ya no.

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