Wayne McGregor, el gran héroe de la Bienal de Danza
El público veneciano se rinde ante la obra 'Entity' del coreógrafo británico
Se veía venir. Es la tercera vez que la Bienal de Venecia invita a este respondón y ultramoderno coreógrafo británico. Wayne McGregor (Stockport, 1970) se ha revelado como un genio en pleno desarrollo, y la obra Entity, con la compañía Random de Londres, es su primera gran obra redonda y de madurez tras la reciente Chroma que realizó para el Royal Ballet de Londres.
Su coreografía -10 magníficos bailarines exprimidos al máximo, impecables decorados, proyecciones y luminotecnia- provocó la puesta en pie de todo el público que la noche del viernes abarrotaba el Teatro alle Tese en Arsenale donde desplegó su "entidad coreográfica artificialmente inteligente".
La constante inquietud que persigue a McGregor le ha llevado todo lo lejos que se puede llegar en la isla: ser coreógrafo del Royal Opera House Covent Garden. Su inventiva no tiene fronteras. Y su obsesión de aunar cerebro, movimiento y tecnología le ha elevado al punto álgido de intensa poesía, que desborda en las interpretaciones.
En la estructura de Entity hay trazas tan bien asimiladas como destructivas, desde Michael Clark a William Forsythe pasando por Balanchine.
Bailarines virtuosos, sobradamente preparados ocupan la escena blanca, entregados a una frenética articulación y desmembramiento del código, vulnerando conscientemente toda la escolástica hasta encontrar un estilo, y ofrecer un discurso que estalla en un final potente y metafórico. Como el galgo en una carrera de Muybridge, álter ego del coreógrafo que utiliza el ballet como arma arrojadiza.
Venecia se le ha rendido incondicionalmente, y ya se sabe que la bienal es siempre riesgo, polémica y apuestas de futuro. McGregor se ha desmarcado hacia arriba, ha roto la marca y ha encontrado la circularidad estética. En plantilla, dos bailarines españoles: una valenciana, Agnes López Río, y un sevillano, Ángel Martínez Hernández, excelentes ejecutores del material coréutico.
Entity va de la duplicación y la copia de archivos corporales que quieren evocar la inteligencia artificial a través del baile; de la confrontación y, particularmente, del éxtasis cuando dos cuerpos chocan, ya sean en dúo, tríos o cuartetos provocando una intensidad sofocante. Se proyectan inquietantes lloviznas y en el suelo, gráficos referidos a la sucesión de números de Fibonacci.
Las composiciones musicales de Joby Talbot y Jon Hopkins son un verdadero viaje iniciático desde Stravinski (somete su música a la electrónica más dura) hasta sucesivos loops tan útiles al movimiento como inquietantes.
Y la coreografía es gloriosa. Wayne McGregor domina el tempo di ansia; ingresa en presto y discurre al prestissimo más enérgico con juegos de equilibros, saltos y giros múltiples, batiendo siempre al oponente. Es una lucha cuando hay adagio en su tenso desgarro y logra trasladar al terreno de lo físico la filosofía de una danza matemática.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.