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Reportaje:

"Un plato es el reflejo de una cultura"

La escuela Màrius Torres, de L'Hospitalet, con el 90% de alumnos inmigrantes, trabaja la integración con comidas típicas de cada país

Tortilla de patatas, ceviche, arepas, rollitos de salchicha, seco de gallina... no se trata de ningún congreso culinario: es el menú de la fiesta de fin de curso que ayer celebró el colegio Màrius Torres del barrio de Collblanc de L'Hospitalet. Con el 90% de alumnos inmigrantes -más de un tercio de los habitantes del distrito son foráneos-, los niños del centro estudian cada uno de los países a través de sus manjares. Ayer, último día de escuela, fueron los padres quienes, orgullosos, enseñaron los platos típicos de su región de origen al resto de progenitores y alumnos.

"Hoy los protagonistas son los padres", explicaba Jorge León, director del centro. A media mañana se agolparon en la escuela unos 150 adultos, todos ansiosos por probar el centenar de platos expuestos en un aula del centro. "Lo hemos preparado entre mi hija y yo", comentaba Ángela Escobar ante su plato de empanadas y papas rellenas, que Angie, su hija, se esmeraba en enseñar a sus compañeros. Ambas iban vestidas con camisetas de Colombia, su país de origen. Los colores de selecciones de fútbol abundaron, especialmente los de Ecuador, Argentina y Brasil: América del Sur es el continente más representado en la escuela con 183 alumnos de los 239 que cursan en el Màrius Torres. Españoles hay 23, que resistieron al espectáculo culinario con la cabeza bien alta: la tortilla de patatas y las torrijas se agotaron en pocos minutos.

"Viendo la relación de los niños, parece que sean todos del mismo país"

"Viendo la relación de los niños, parece que sean todos del mismo país. Deberíamos aprender de ellos, no tienen ningún prejuicio", reflexionaba León. La actividad de la escuela reforzó la relación entre adultos. "Es una buena iniciativa, hay que llevarse bien con los otros padres", afirmaba Carol España, ecuatoriana. Amrid Singheli, india, lo confirmaba: "Mi madre hace cuatro meses que ha llegado aquí y para ella es una primera forma de relacionarse". Padres y madres se lo pasaron en grande: "Así se conoce gente", comentaba Abderraman Elbarki, un marroquí orgulloso de su plato típico: "prueba, prueba", decía a todo el que pasaba, ofreciendo bastela con pollo. "Me encanta este proyecto, lo que se aprende: un plato es un reflejo de una cultura", apostillaba.

El alboroto procedente del patio anunció la llegada de los alumnos, que invadieron el aula. "¡Es el mío, es el mío!", exclamaba una niña a sus amigas. Xian Lan Bao, un niño chino de ocho años, repartía uno de sus manjares favoritos: el wang-hi zhu, bolas dulces de harina que sus compañeros engulleron rápido, como la mayoría de platos. "¡No me han dejado nada!", se lamentaba Alfredo Crespo, abuelo de una de las pocas alumnas españolas. Satisfecho con la iniciativa porque "se conocen otras culturas", Crespo recordaba su niñez, cuando solía bañarse en una balsa ubicada en los terrenos del centro.

La reconstrucción de la escuela volverá a cambiar el aspecto de esta zona de Collblanc. La fiesta de fin de curso de ayer fue la última que vivió el centro, fundado en 1980, ya que la Generalitat construirá una nueva escuela sobre la actual. Con una inversión de 5,7 millones de euros, el Ayuntamiento de L'Hospitalet ha cedido el solar anexo para ampliar la capacidad del centro, que duplicará el número de alumnos. La nueva escuela se inaugurará en septiembre de 2010, por lo que los niños estudiarán dos cursos en módulos prefabricados.

Jorge León, director del Màrius Torres desde la fundación de la escuela, quedó satisfecho con el último acto del antiguo edificio: "Le hemos dado una buena despedida".

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