Toda la violencia del cosmos estalla ante el 'Glast'
El nuevo telescopio en órbita captará rayos gamma y explosiones de supernovas
Los humanos vemos el cielo -y en realidad, todo- sólo por una ventanita: de todas las longitudes de onda del espectro electromagnético (desde la radiación gamma hasta las ondas radio), nuestros ojos sólo ven un rango, más o menos intermedio, el de la luz visible. Pero el universo emite en todas las longitudes de onda y los astrónomos necesitan abarcarlas todas para comprender mejor qué pasa ahí fuera. Como es difícil hacer un único observatorio para todo el espectro electromagnético, lo mejor es tener telescopios especializados, de modo que cada uno sea como una ventana distinta y en conjunto compongan el ventanal abierto al universo.
El aparato puede arrojar luz sobre la materia y la energía oscuras
El proyecto, liderado por EE UU, cuesta 445 millones de euros
El último es el Glast, un observatorio de rayos gamma, lanzado al espacio la semana pasada y con un gran potencial para estudiar fenómenos de violencia extrema en el cosmos: desde la materia que sale aceleradísimas del entorno los agujeros negros, hasta estallidos de rayos gamma o explosiones de supernovas.
Por si fuera poco, el nuevo telescopio puede arrojar alguna luz sobre la identidad de la misteriosa materia oscura e incluso dar pistas sobre la aún más extraña energía oscura que acelera la expansión del universo. Los astrónomos y los físicos de partículas están entusiasmados con las perspectivas que se abren. El Glast está ya dando vueltas alrededor de la Tierra, a 560 kilómetros de altura, y en fase de pruebas. Está previsto que empiece a observar rutinariamente en agosto y que lo haga durante al menos cinco años, prorrogables hasta diez.
La mayoría de los objetos celestes emiten en todo el espectro electromagnético, pero en cada longitud de onda se ve mejor algún aspecto de su funcionamiento. El astrofísico Diego Torres, que dirige el único equipo español participante en Glast, pone el ejemplo de la nebulosa del Cangrejo. Por supuesto se observa en visible, en los colores que ve el ojo humano, y para fotografiarla se utiliza el Hubble o los telescopios terrestres. Pero allí hay regiones, como las cercanas al púlsar que aloja esa bonita nebulosa, que radia en rayos gamma, y hay emisiones en rayos x, en ultravioleta, etcétera. Cada emisión informa de algo, y los astrofísicos, viendo el panorama, pueden hacerse una idea de los procesos que ocurren allí. También hay zonas del cielo que sólo, o preferiblemente, emiten un tipo de radiación, como las frías nubes de gas y polvo, que se ven en infrarrojo o radio, o el eco remanente del cosmos primitivo que se capta en microondas.
Si el Glast mira el universo de los rayos gamma, otros telescopios lo están haciendo en ventanas diferentes: el Chandra y el Newton-XMM ven los rayos X, el Hubble, sobre todo la luz visible, el Spitzer el infrarrojo y el WMAP la radiación de microondas. También observa la radiación gamma el europeo Integral, complementario del Glast por sus tecnologías y capacidades diferentes. Y lo que ven todos ellos se compagina con los diferentes observatorios terrestres.
Los rayos gamma son billones de veces más energéticos que luz visible. ¿Y qué pasa ahí fuera para que se emitan esas radiaciones colosales? Hay agujeros negros que chocan o que emiten chorros de partículas que alcanzan el 99% de la velocidad de la luz; rayos gamma que interaccionan con la luz estelar y literalmente desaparecen, creando partículas de materia y antimateria; cuerpos llamados quásar que deben de tener un agujero negro en su centro y que expulsan chorros violentos (cuando uno de esos chorros apunta hacia la Tierra, verlos con un telescopio es como mirar de frente a la boca de un cañón); tal vez partículas desconocidas de materia oscura que podrían generarse en el choque de partículas de alta energía y dejar una huella reconocible en rayos gamma. Todos estos son algunos de los objetivos del Glast, unos en la Vía Láctea y otros fuera de la galaxia. Por supuesto, los científicos cuentan con hallazgos inesperados.
Glast tiene que estar en el espacio porque, afortunadamente, la atmósfera terrestre intercepta la radiación gamma. La ventaja es que la vida está a salvo aquí abajo; el inconveniente es que hay que poner el telescopio por encima de la atmósfera. En la Tierra se estudia radiación gamma pero por los efectos derivados de sus choques con el aire.
El nuevo observatorio es heredero avanzado del Compton que funcionó hace unos años. El Glast, de cuatro toneladas, lleva dos cámaras principales, una de gran angular (LAT), y otra (GBM) para detectar las tremendamente energéticas y fugaces explosiones de rayos gamma, que duran entre unos milisegundos y un minuto y se producen a diario en algún lugar del cielo. Un buen catálogo de las mismas será una de las principales aportaciones de Glast. El telescopio, con un coste de 450 millones de euros, es una misión de la NASA y el Departamento de Energía de EE UU, con la colaboración de instituciones de Francia, Alemania, Italia, Japón y Suecia.
Torres, del Instituto de Ciencias del Espacio (Barcelona), inició su colaboración con Glast en EE UU, y al venir a España incorporó su equipo a la misión con el cometido de preparar la explotación científica del telescopio, la modelización de resultados y hacer tratamiento de datos cuando empiecen a llegar. Como área científica el grupo se especializa en "fuentes galácticas de rayos gamma, tanto los remanentes de supernovas, como los púlsares o las fuentes no identificadas", explica.
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