Adiós a Europa
Bush logra algún gesto en Londres para cerrar su gira, pero cuenta ya poco para la mayoría
George W. Bush está últimamente de gira. Hace unas semanas recorrió Oriente Próximo, y ayer acabó su recorrido europeo, seguramente el último de un mandato que expira en enero, obteniendo un éxito in extremis en Londres. El primer ministro británico, Gordon Brown, anunció el envío de unos cientos de soldados más a Afganistán, con lo que ya tendrá 8.000 efectivos en el país y, sobre todo, la adopción de nuevas sanciones contra Irán, a las que dijo que esperaba que se sumara la Unión Europea
Bush ha recorrido en ocho días Eslovenia -presidente de turno de la Unión Europea-, Alemania, Italia, Francia y Reino Unido, con lo que omitía a los otros dos grandes, España y Polonia. Y lo ha hecho sin pena -sólo ha habido una manifestación relativamente modesta contra la guerra de Irak en Londres- pero tampoco gloria, porque cuando a la canciller alemana, Angela Merkel, se le preguntó si le echaría de menos, esquivó el compromiso, acertando a decir que era un líder que llamaba a las cosas por su nombre.
Las sanciones que Bush ha obtenido del premier neo-laborista afectan al sector energético y petrolero, más la congelación de activos del principal banco iraní, Melli. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, siempre bien dispuesto en las formas hacia Washington, decía que aunque no siempre estuvieran de acuerdo, Francia nunca abandonaría a Estados Unidos cuando fuera necesario. Pero, si acaso, el más amable de sus anfitriones ha sido Benedicto XVI, que paseó con Bush por su jardín privado y le trató con tanto aprecio como, en parecida visita, al líder británico, Tony Blair, cuando éste se hallaba a punto de convertirse al catolicismo. El Vaticano no aplica sanciones y condena la guerra de Irak.
El final del segundo mandato de Bush, lejos de concitar en la opinión europea la oposición y el estruendo a que estábamos acostumbrados, concluye así con una nota casi apacible y un deje melancólico. Se debe a que el hombre de la Casa Blanca ha sido ya políticamente amortizado en las grandes capitales europeas, excepto Londres, y todos los líderes de la UE están a la espera de la sucesión, que se dirimirá en noviembre, entre el republicano John McCain y el demócrata Barack Obama; con la esperanza de que, sea quien fuere el ganador, el diálogo con Washington no esté salpicado de aventuras exteriores insuficientemente homologadas por la ONU, y que la multilateralidad sea la norma de actuación en adelante.
Contra toda lógica, Bush afirmaba ayer que su obra no había acabado, que le quedaba mucho por hacer -en Oriente Próximo e Irak, prácticamente todo-, con lo que el mundo, y la mayoría de sus aliados occidentales, le ven partir no sin algún alivio. La ideologización un tanto primitiva de las relaciones exteriores de Estados Unidos viene constituyendo un verdadero quebradero de cabeza hasta para los más fieles entre sus aliados.
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