Irán se niega a detener su plan nuclear para negociar
No era misión imposible, pero casi. Javier Solana ofreció ayer a las autoridades iraníes un nuevo paquete de incentivos para que suspendan su programa de enriquecimiento de uranio y desbloquear así la crisis que enfrenta a Irán con la comunidad internacional. Pero antes de que el enviado europeo hubiera podido entregar la propuesta de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania (G-6), el portavoz del Gobierno iraní, Gholamhosein Elham, anunció que su país rechazaría su contenido si exigía poner fin al enriquecimiento.
"Si la propuesta incluye la suspensión, no se tendrá en cuenta", declaró Elham a la prensa mientras Solana se reunía con el ministro iraní de Exteriores, Manuchehr Mottaki. "La postura de la República Islámica de Irán es clara: cualquier precondición respecto al enriquecimiento resulta inaceptable", subrayó el portavoz, repitiendo la línea oficial desde la llegada al Gobierno de Mahmud Ahmadineyad. Su advertencia eclipsó la precisión de que responderían a la oferta tras "examinarla en detalle".
"Seguimos pidiendo la suspensión", admitió Solana durante la conferencia de prensa con la que puso fin a su visita. Precisó no obstante que se trataba de "suspensión durante las negociaciones, que durarán unos meses". "Pongan en perspectiva eso respecto a los diez años que se tarda en construir una central nuclear, cuya construcción ofrecemos. ¿Para qué sirve el uranio enriquecido si no se tienen centrales nucleares?", planteó el diplomático.
La ayuda para construir reactores de agua ligera estaba incluida en la propuesta que Solana transmitió a Mottaki y al negociador nuclear Said Yalili, según una copia a la que tuvo acceso EL PAÍS. Aunque el paquete de incentivos es muy parecido al que Irán ya rechazó en 2006, se han añadido garantías implícitas de seguridad, apoyo en investigación y desarrollo nuclear "a medida que se recupere la confianza internacional" y un partenariado energético.
Además, el portafolio de piel azul que el enviado europeo entregó a sus interlocutores contenía una carta firmada por los ministros de Exteriores del G-6 -incluida la estadounidense Condoleezza Rice- y el propio Solana, que intentaba reforzar el compromiso internacional. Insuficiente sin embargo para lograr un gesto de flexibilidad por parte de Irán por más que en el trasfondo se intuya la amenaza de una nueva ronda de sanciones.
La actual administración iraní se siente reforzada en el contexto regional y no parece dispuesta emprender negociaciones en serio mientras no se ponga sobre la mesa la cuestión de las relaciones con Estados Unidos, un asunto harto improbable antes del cambio de inquilino en la Casa Blanca el próximo año. Washington cortó sus lazos diplomáticos con la República Islámica en 1980 a raíz de la toma de su embajada en Teherán.
De hecho, el presidente norteamericano se apresuró a dar por fracasada la misión de Solana antes incluso de que éste se hubiera entrevistado con el negociador nuclear, Said Yalilí. "Estoy decepcionado de que hayan rechazado esta generosa oferta sin más", declaró en París George W. Bush, que realiza una gira de despedida por Europa antes de acabar su mandato el próximo enero. Su anfitrión, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, insistió en la misma idea y añadió que un Irán nuclear "constituiría una amenaza inaceptable para la estabilidad del mundo".
El jarro de agua fría iraní resultaba previsible. A pesar de la alfombra roja y de las sonrisas de los funcionarios de protocolo, las autoridades habían tratado de minimizar el alcance de la visita de Solana desde el principio. Negaron el acceso de periodistas al aeropuerto a su llegada a Teherán el viernes por la noche y desestimaron la posibilidad de que compareciera ante la prensa con Mottaki. "Hay poco entusiasmo", reconoció un diplomático iraní. El progubernamental Iran incluso cuestionaba en su primera página que Solana representara al G-6.
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