El pop español renace
El siglo XXI no pintaba bien. La industria del disco se enfrentaba a una crisis bíblica. Las discográficas afrontaban las consecuencias del cambio del vinilo al CD, el formato digital que se prometía eterno. Con lo que no se contó fue con las pegas. Si la única manera de copiar un vinilo era en casete, que se deterioraba con cada escucha, las copias de los compactos eran clones baratos del original.
La digitalización, por otro lado, favorecía su distribución por Internet. Así, primero la piratería callejera y luego el ADSL han acabado por convertir el hecho de comprar discos casi en una rareza. Actualmente hay una generación entera, la de los menores de 25 años, que ha crecido pensando que la música grabada es gratis. En Estados Unidos, el grueso de los compradores de discos tiene más de 40 años. La industria contribuyó con su miopía: durante años consideró el disco un artículo de regalo. Su gran momento eran las navidades. En aquel periodo se vendía casi el 50% del total anual. Cuando aquello empezó a boquear llegarían los despidos en masa, las fusiones, la confusión. No, la cosa no pintaba bien.
Pero, a día de hoy, lo que fue una crisis empieza a verse como una oportunidad. La autopista que se cerró por derrumbe ha dado lugar a miles de senderos estrechos y retorcidos por los que circulan los pequeños. Es una salida angosta, pero una salida. Pasó a la historia aquel ciclo consistente en firmar un contrato, publicar un disco, hacer la promoción, la gira y volver a empezar. Y la dependencia de las ventas. "A mí no me molesta que se descargue mi disco gratis", dice Miguel Ángel Blanca, del grupo Manos de Topo. "De hecho, miro la cantidad de descargas que ha tenido y así me hago una idea de si a la gente le interesa. Ya nadie espera vender discos, la baza es el directo".
El directo, Internet, los blogs..., hasta los vuelos de bajo coste. Las cosas son distintas para el que quiere hacerlas por sí mismo. "En este momento, en Myspace hay 150.000 páginas de bandas españolas", cuenta Borja Prieto, director de contenidos de Myspace España, una web que se ha convertido en el método más popular de difusión de la música en los últimos años. A pesar de las críticas que dicen que no es más que otra parte de la industria, una puesta al día de los viejos hábitos corporativos, la realidad es que la mayoría de las bandas la usan y avalan su utilidad. "Tienen más de cien millones de usuarios registrados en el mundo. Es el canal de distribución más grande que se ha conocido jamás", cuenta Dani Fletcher, músico independiente, productor y socio de un pequeño sello que cuando empezó la crisis se quedó en barbecho. "No se venden discos, fabricar es caro. Además, con las licencias libres Creative Commons tienes una opción de renunciar a unas liquidaciones de derechos de autor que casi nunca reclamabas. Hemos llegado a un acuerdo con Myspace para usarlo, además de como vía de difusión, como canal de distribución. Empezaremos ofreciendo un epé de forma gratuita. Y después, otro cada mes. ¿Te imaginas? Un escaparate de cien millones de personas".
"Ayer estuve dos horas en Myspace", cuenta Óscar Daniello, del grupo Facto Delafé, una de las bandas españolas cuya progresión ha sido más clara en los últimos años. "Entré a escuchar una banda que me gusta y me vi todas las que le gustan a ellos. Ya tengo unos nombres apuntados para perseguir. Es como cuando rebuscabas en las cubetas de discos de las tiendas".
Ya lo recomendaba en los años ochenta el cantautor Billy Bragg : "Elimina al intermediario". Puede que se haya acabado la época en que las estructuras gigantescas eran valiosas: terminan anquilosándose y entorpeciendo la adaptación a nuevos tiempos de cambios rápidos. Al final, tomaban las decisiones ejecutivos que apenas conocían a las bandas. Las discográficas, aquejadas de esclerosis, necesitadas de éxitos rápidos para cuadrar sus cuentas, terminan por concentrar sus esfuerzos en las propuestas más rentables y seguras, olvidándose de alimentar los nuevos grupos pequeños que necesitan un tiempo y un trabajo mucho mayor para dar beneficios. Y eso, claro, es pan para hoy y hambre para mañana.
Los músicos, aliados con Internet, aprenden a no depender de esas grandes empresas para dar sus primeros pasos. Myspace es la mejor manera de que los fans les conozcan, YouTube es perfecto para colgar vídeos y grabaciones de directos, los blogs de aficionados se han convertido en creadores de opinión y de tendencia. Las discográficas son sólo la opción para cuando su volumen de trabajo les supera. "Otra de las cosas que ha provocado Internet es la bendita globalización", señala Prieto, de Myspace. "Las bandas tienen fans en Latinoamérica y Asia. Pueden fichar con sellos de Alemania o el Reino Unido, cerrar las giras con salas de toda Europa ellos mismos".
"No es tan fácil. Se trata de tener una propuesta artística interesante y encontrar tu nicho en el mercado", dice Javier Liñán, antiguo capitoste de una multinacional que ahora está en lo que llaman una agencia de modelo global: "Es el modelo de 360 grados. Llevar en una sola oficina la representación, la editorial y la discográfica".
Es el caso de Pablo Pérez-Reixa, más conocido como El Guincho. Un canario de 24 años que durante el último lustro fue parte de la movida underground barcelonesa. Un día decidió hacer algo en solitario con una máquina en su habitación. "Grabé el disco en un fin de semana en el que el estudio donde trabajaba estaba vacío. Después, para la promoción, como no teníamos Internet en casa, mi manager y yo íbamos a un bar y, mientras nos tomábamos un café, enviábamos los e-mails a blogs y revistas".
Con ese método artesano, El Guincho se ha convertido en algo así como la sensación del año. Fue reseñado en Pitchfork Media, una página estadounidense que es como el rey Midas de la música. "Al día siguiente de salir en Pitchfork teníamos a 20 sellos detrás de nosotros", confirma El Guincho. "Es un poco ridículo". De momento, su primer disco ha sido publicado en España y Australia, pero pronto se reeditará de la mano de una discográfica británica, la prestigiosa XL, una independiente que tiene en nómina a grupos como Radiohead, que abandonaron una multinacional para firmar con ellos, o The White Stripes. "De momento es un caso aislado", dice Liñán. "Pero es una muy buena noticia. Hacía tiempo que esto no le pasaba a un artista independiente español. Y si él puede, ¿por qué no otros?". Lo fundamental es que empieza a cundir el optimismo. Se acabaron los tiempos en que la escena independiente española era una cosa quejicosa que no hacía más que lamerse las heridas. Las bandas españolas tienen un público, el latinoamericano, cada vez más amplio y curioso que les mira con atención. Hay mercado. A cambio sólo tienen que renunciar a los sueños de gloria para centrarse en convertirse en profesionales de lo suyo. "Somos trabajadores de la música. Podemos ser mileuristas, y eso es una suerte", dice el cantante de Facto Delafé. "A mí, de momento, me basta con ganarme la vida con dignidad".
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