"La risa y la danza nos diferencian como especie"

A mitad del cuscús, Jorge Drexler (Montevideo, 1964) para y suelta: "Yo sin parar de hablar, tú sin dejar de tomar notas, y el cuscús quedándose frío". Tras una mañana de promoción por su nuevo disco, Cara B, y por sus actuaciones en Madrid el cantautor ha preferido comer al lado de su casa, en el madrileño barrio de Chueca, y a tiro fijo: en La Esquina de Santi no se puede reservar mesa, pero Drexler es cliente fijo. Así que a su llegada hay una mesa preparada para dos pegada a un ventanal. Y una recomendación: el día en que las cocineras -madre e hija, ambas de Rabat- proponen cuscús, no se debe dudar.

A Drexler le gusta hablar: de sus dudas, de sus pasiones, de la vida. "Componer es un momento de cuestionamiento, euforia y depresión". A la media hora olvida que está frente a un periodista y empieza él mismo a preguntar. A la hora, Leonard Cohen se adueña de la conversación. A la hora y media, la charla deriva a la literatura y al intercambio de direcciones de Internet.

El cantautor ha sobrevivido al Oscar: "Ahora compondré bandas sonoras"

Por partes. El uruguayo acaba de lanzar Cara B, un disco especial, con temas inéditos, adaptaciones y canciones en catalán (se grabó en directos en Cataluña), italiano y portugués. Incluye un DVD con extractos de la película que Manuel Huerga está realizando sobre sus conciertos. Drexler, conocido por su parsimonia en el escenario, viene de una gira de 120 actuaciones por Suramérica, en las que se mueve, habla con el público e incluso, por perder una apuesta, hizo salir en Buenos Aires a su productor Matías Cella disfrazado de conejo. "Hoy parece que todo el mundo tiene algo importante que decir. No estoy tan seguro de eso: apuesto en este disco por lo lúdico, porque la risa y la danza nos diferencian como especie". Se llama Cara B porque apuesta por "la mirada de costado, de la periferia".

Y vamos a los directos: "El contacto con el público nunca es natural. Es un juego, una manipulación de la artificialidad. Puedes crear un personaje dentro de otro. Yo creo que Huerga, al que he dejado plena libertad en la película, lo ha captado". Al final reconoce: "Cometí el error de no hacer grupo en mi juventud".

Drexler es hijo de médico, y él mismo estudió y ejerció de médico (otorrinolaringólogo). "Mi familia es de cultura judeoalemana, y en ella siempre, aparte del trabajo, tienes una pasión artística. Pero en mi caso, la pasión musical se convirtió en profesión". De su infancia recuerda la biblioteca ecléctica de su padre -"de Bradbury a Proust"- y de que su progenitor le ponía discos de Leonard Cohen, que en aquel momento no le interesaban. Hoy, Cohen -de quien admira su cóctel de transgresión, conservadurismo y destilación de las letras- está en su altar musical junto a Chico Buarque.

Por eso, no cree que "el eclecticismo sea la panacea". Y entonces Drexler habla de Internet ("No hay exceso de información, sino que es excesiva"), de que "percibir ya es filtrar". "No creo que el ser humano emplee su tiempo mejor que en otras épocas". Eso sí, el uruguayo remata el cuscús confesando su fe en el ser humano, en lo que le emociona la mezcla de vulnerabilidad y fuerza, el roce de las cosas. Para el café, su pasión por el cine, que le llevó a ganar el Oscar con la canción Al otro lado del río, de Diarios de motocicleta. "Sobreviví a aquel estallido mediático. Ahora voy a componer bandas sonoras". Y a ello va.