Verduras, fruta y pescado, los primeros en sufrir la huelga
Luis ha colocado manzanas por toda la frutería. Verdes, rojas y amarillas. Y alguna piña, bien dura. Eso es lo que va a aguantar los próximos días y, sobre todo, lo que sirve de aparente decorado para ocultar una situación que se volverá dramática si la huelga de transportistas no termina pronto. "En Mercamadrid dirán lo que quieran, pero empieza a faltar de todo.
Hay lo mismo que el sábado. La verdura no dura nada. Acelgas, rúcola, fresón, cerezas... Eso ya está pocho", dice blandiendo una nectarina completamente fuera de punto.
El pequeño comercio, el que no dispone de almacén, que se procura él mismo la distribución y que vive al día, de lo que gana, es el que peor lo pasa. Si encima los productos que vende son perecederos, como los que empiezan a extinguirse en la frutería de la Cava Baja de Luis o como el pescado de las tiendas de barrio, la cosa se pone más fea.
El resto de comercios, los que pudieron abastecerse con un amplio stock sin fecha de caducidad, afrontan la tormenta con tranquilidad. La calle, en cambio, se mueve. La incertidumbre está empujando a los madrileños a comprar de más, a llenar la despensa y los depósitos, como si llegara la guerra.El aumento de nervios en los comerciantes lo marcará en los próximos días la fecha de caducidad de los productos que vendan. Eso y los recursos que tengan para apañar una improvisada flota de transportes que les abastezca. De momento, pese a la huelga, las estanterías de las tiendas conservan una apariencia normal.
En los comercios de comestibles vinculados a grandes empresas, como Opencor, apenas hay huecos en los frigoríficos y estanterías. "Es que nosotros tenemos nuestros propios transportistas. Ayer por la noche recibimos los pedidos y hoy también les esperamos", explica la responsable de una tienda de la calle de Alcalá.
De primera necesidad, igual que la comida, son los medicamentos. La interrupción de su consumo en un enfermo no suele ser recomendable. En las farmacias, de momento, se lo toman con parsimonia. Las medicinas vienen de almacenes situados en la región, que hicieron abundante acopio de provisiones la semana pasada. "Todo normal. Hoy mismo nos han servido productos", dice el encargado de la farmacia de Gran Vía. En Preciados están igual. Pero vaticinan problemas. "Hombre, ahora estamos bien. Pero como esto se alargue mucho, obviamente, no habrá remedio para nadie", explica su responsable.
Vestirse no es tan importante, pero cuenta. En la tienda de Desigual de Callao empieza a escasear la talla pequeña de todas las prendas. "Es la primera que vuela. Y aunque hicimos mucho pedido la semana pasada, la tienda vende mucho y esta semana no vamos a recibir nada", explica el encargado del establecimiento. Un poco más abajo, dos dependientas de una tienda de zapatos permanecen ajenas a la incertidumbre. "No. Es que no nos dejan hablar. Además, no nos hemos enterado". No aclaran si se refieren a la huelga.
Si alguien quiere leer este fin de semana El origen de la tragedia, de Nietzsche, es probable que no tenga ningún problema en encontrarlo en las estanterías de las librerías. Otra cosa será si lo que busca, como el resto de la humanidad, es el último libro de Carlos Ruiz Zafón o de Ken Follet. Ésos vuelan. Y no se podrán reponer esta semana. "Hombre, tenemos libros de sobra. Algo puede acabarse, pero hicimos un gran pedido", señala Abel, encargado de la Casa del Libro de la Gran Vía.
Algo parecido sucede en la FNAC de Callao. "Podemos garantizar el 100% de los productos durante una semana. A nosotros nos afecta menos, porque lo que vendemos se puede guardar indefinidamente. Tampoco es que ahora sea una fecha en la que se rompen los stocks", explican en el centro comercial.
No son días de consumo desenfrenado, cierto, pero la sensación de inminente escasez ha lanzado a la gente a la calle a comprar de todo y a llenar los depósitos de los coches. Al final, quién sabe, si la huelga no se prolonga demasiado, los comerciantes quizá hayan pasado por una segunda Navidad en pleno mes de junio.
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