"La consulta de Ibarretxe es un desmán"
Nicolás Redondo Urbieta ejerce de sindicalista hasta en sueños. A sus 81 años se sigue emocionando con un discurso fluido y reivindicativo y con una defensa a ultranza de la coherencia con uno mismo. Sus compañeros le rinden hoy homenaje en el Arriaga de Bilbao, en el 30 aniversario de la UGT de Euskadi. A sus compañeros les pide más conciencia social si cabe. A Ibarretxe, sentido común. "La consulta es un desmán", critica.
Pregunta. También es casualidad nada más concertar la entrevista se convoca la huelga del transporte.
Respuesta. Que no me la adjudiquen [sonríe]. Pero en fin, creo que está justificada; hay una situación insostenible de subida de los precios del petróleo. Si los transportistas no llegan a un acuerdo con el Gobierno, la huelga y el paro ha de ser asumido como la expresión de una economía de mercado. No habría por qué dramatizar.
"Ahora los sindicatos se enfrentan a un hiperliberalismo"
"En UGT no hemos ejercido de vascos a pesar de que éramos muchos"
P. El treinta aniversario le ha pillado entre Madrid y Bilbao, con la consulta soberanista de Ibarretxe de plena actualidad.
R. Es un desmán por parte del presidente del Gobierno de Euskadi ir a esta consulta. Ha habido muchas consultas desde 1978, como el Estatuto o la Constitución, y luego todas las elecciones. Ibarretxe, como representante del Estado, lucha contra el Estado al que representa para romper el marco jurídico. El presidente del Gobierno vasco tiene que tener un poco más de sentido común. Como miembro del Consejo Delegado del Gobierno vasco me relacioné con Joseba Leizaola, con Nárdiz y con Ajuriaguerra, entre otros, y eran muy responsables. Ahora están en una fase muy soberanista. Van a tener problemas.
P. ¿Su compromiso sindical nació o se acentuó en La Naval?
R. Nació en mi casa. Mi padre fue condenado a pena de muerte por su participación en la huelga del 1934. Yo fui niño de la guerra. He mamado ese espíritu de rebeldía y la tradición del partido socialista y de la UGT. Luego crecí en la Margen Izquierda del Nervión y, finalmente, acabé trabajando en La Naval. Blanco y en botella. O salía sindicalista o hubiera sido muy poco coherente con mi experiencia vital desde niño.
P. ¿Qué cambios ha apreciado en estos últimos 30 años de lucha sindical?
R. Entonces había necesidades perentorias como la libertad, se peleaba por aquello, por las libertades sindicales democráticas. No se pedía salario, sino libertad.
P. Se estrenó en una huelga ya en 1942.
R. La de 1942, efectivamente, fue la primera de masas, en gran medida convocada por el Gobierno vasco. Luego fue la de 1962, la que nació en Asturias y seguimos en La Naval. En esa nos detuvieron. Luego, en 1966 y 1967, el Gobierno [de Franco] declaró el Estado de excepción. Luchábamos porque no queríamos que la libertad quedara arrinconada en las páginas del olvido.
P. Quien sigue en la misma página es ETA. Los herederos de quienes le hicieron seguimientos a usted atentaron el domingo contra un medio de comunicación.
R. Es un problema que heredamos de la época de Franco y que todavía mantenemos. Posiblemente sea el único que queda de la época del dictador. Los dos grandes partidos tienen que colaborar para acabar con ETA.
P. ¿Qué piensa ahora cuando pasea por la zona de Euskalduna o las torres Isozaki, con lo que representaron esos espacios en el Bilbao de mediados del pasado siglo?
R. Paseo menos de lo que me gustaría [está amenazado por ETA]. Pero lo que pienso es que la nueva Bilbao esta muy marcada por cosas que hicimos entonces, como el acuerdo que, en medio de la incomprensión general, incluso del propio Gobierno vasco, firmamos con el Gobierno central para facilitar la reconversión industrial. Aquel acuerdo nos costó mucho como organización y en el plano personal. Sufrimos la incomprensión general.
P. En esos momentos de lucha contra todos, en medio de la crítica general, ¿no ha dudado nunca de la lucha sindical?
R. Tienes momentos bajos, pero sólo momentos. La duda general sería como renegar de toda una vida. Mi padre me decía que las incomprensiones te vendrán de tu familia política.
P. ¿El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha conseguido que cicatricen las heridas que dejó en el PSOE el enfrentamiento entre Felipe González y usted?
R. Yo creo que sí. Es evidente que tiene relaciones muy fluidas con los sindicatos. Yo asistí al homenaje a Marcelino Camacho y allí estaba. En el mío llegó incluso a desdramatizarlo, al asegurar que durante la huelga contra el Gobierno socialista del 14 de diciembre de 1988 él estuvo preparando los carteles. Era insostenible vender que había un enfrentamiento patológico entre ambos. Había diferencias entre un Gobierno de todos y un sindicato de parte.
P. Ustedes llegaron a acuerdos muy difíciles incluso con la UCD.
R. Llegamos a un acuerdo básico con la UCD y al del Estatuto de los Trabajadores, en el que CC OO no quiso participar. Conformamos un marco laboral que se mantiene hoy en día. Con el PSOE negociamos las 40 horas y, como ya he dicho, el proceso de reconversión siderúrgica del País Vasco.
P. ¿Ahora es más fácil o más difícil hacer un sindicalismo efectivo?
R. Ahora los sindicatos se enfrentan a un hiperliberalismo. Los sindicatos, la izquierda y el socialismo se enfrentan a graves problemas como la crisis alimentaria, la globalización, y el achatamiento del Estado del bienestar en los países más desarrollados. El capitalismo se ha internacionalizado y la izquierda europea no está a la altura de las circunstancias, tampoco el sindicalismo internacional.
P. ¿Sería necesaria la unidad sindical con ELA y LAB para luchar aquí con mayor eficacia?
R. Cuando me encuentro con José Elorrieta [secretario general de ELA] nos solemos reír. Yo le solía decir que iba a terminar mal con esa política que lleva. Y mira lo que ha durado. En la UGT no hemos ejercido de vascos a pesar de que éramos muchos. Y manteníamos unas discusiones fuertes con Elorrieta cuando nos ponía sobre la mesa el marco vasco. Hay otras cosas que dicen que están bien. como la denuncia del superávit del Gobierno vasco y su escaso peso en las políticas sociales.
P. ¿Qué piensa ahora cuando lee que casi la mitad de los asalariados no llegan a los mil euros?
R. Mucha pena. Aquí, como se achate más el Estado del bienestar, va a ser un caos. Y eso es más injusto después de unos años de impresionantes beneficios en la mayoría de las empresas. No se ha repartido bien.
P. ¿Casa esa situación con el debate para bajar la fiscalidad?
R. Yo he sido partidario de una fiscalidad progresiva. Es la manera de tener un Estado fuerte que tutele las prestaciones sociales. Sin ingresos tributarios no hay Estado del bienestar.
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