Espectacular
Se escogió una obra espectacular -la segunda sinfonía de Mahler, conocida también como Resurrección- para el final de los conciertos de abono -y, quizás, de la colaboración entre Orquesta y Coro de Valencia-. De hecho, en la programación para la temporada 2008-09, solo se encuentran juntas ambas formaciones en el concierto conmemorativo del 9 de Octubre. Camino iniciado ya, puesto que durante esta temporada únicamente han trabajado juntas el pasado 28 de noviembre y en la sesión que hoy se comenta. Agrupaciones corales de distinta procedencia y cualificación acompañarán a la orquesta cuando sea necesario. El Coro de Valencia, de momento, parece destinado, casi con exclusividad, al Palau de les Arts.
Orquesta de Valencia
Coro de la Generalitat Valenciana. Solistas: Christiane Oelze y Nathalie Stutzmann. Director: Yaron Traub. Segunda Sinfonía de Mahler. Palau de la Música. Valencia, 6 de junio de 2008.
En la segunda sinfonía de Mahler, el coro interviene tan solo en el último movimiento, pero fue suficiente para apreciar el empaste y la versatilidad de una agrupación que últimamente ha trabajado, sobre todo, el campo operístico. El público quedó cautivado por los magistrales pianissimi y la magnífica captación del espíritu de la obra. Solo la dinámica extrema del forte, que también está presente en la partitura, permitió advertir cierta estridencia en la cuerda de las sopranos. Es preciso, en cualquier caso, aplaudir el trabajo de los coralistas y de su director, Francisco Perales.
La orquesta y su dirección, enfrentados a una partitura sumamente compleja en todos los sentidos, tuvieron rendimientos distintos según los momentos y las secciones. A destacar el inicio del Andante moderato, donde la cuerda entonó un Ländler no solo con la sonoridad, sino también con el fraseo de las buenas orquestas centroeuropeas. También fue muy sugerente el delicado y expresivo pizzicato posterior al Trio.
Por el contrario, las flautas, con cierto sonido acre, no rindieron todo lo que Mahler les exige en esta partitura. Tampoco metales y cuerdas se ajustaron en todos los momentos, aunque tuvieran, muchísimas veces, intervenciones destacadas. Traub quiso plasmar la voluntaria desestructuración espiritual presente en la sinfonía, pero hasta la desestructuración debe aparecer con cierta lógica. En cuanto a las solistas, cumplieron y gustaron, Oelze mejor al final y Stutzmann, por el contrario, al principio.
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