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LA COLUMNA | OPINIÓN
Columna
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Una legislatura engañosa

Josep Ramoneda

Puesto que al PP, entretenido en tareas de mudanza, le quedan pocas energías para dedicarse a hacer oposición, hablemos del Gobierno. El presidente, fiel a su idea del carácter extremadamente presidencialista del régimen, confeccionó un gobierno a su medida que destaca por tres cosas: la desaparición de los zapateristas de la primera hora, con la liquidación casi al completo de Nueva Vía (el núcleo que acompañó a Zapatero en la breve marcha hacia el poder); la predominancia de los independientes sobre los militantes socialistas, poniendo en duda la utilidad del partido como vía de selección de altos dirigentes; y los golpes de efecto mediáticos, que se resumen en uno: Chacón, mujer y embarazada, al frente de un ejército forjado en el franquismo.

Con este Gobierno, Zapatero tiene que afrontar una legislatura engañosa, llena de trampas en su recorrido. El presidente está fortalecido por la desaparición de cualquier sombra sobre la legitimidad de su liderazgo y por el estado de guerra interno en la oposición. Tiene la mayoría absoluta más cerca, por tanto necesita menos aliados para ganar las votaciones parlamentarias. Y tiene un calendario político menos complicado en comparación con la legislatura anterior, en que el orden del día estaba cargado de temas en que las pasiones identitarias y los rencores anulan a menudo la razón: los efectos políticos del 11-M, las reformas estatutarias, algunas leyes rupturistas en materia derechos civiles y costumbres, la frustrada tregua. Pero bajo esta apariencia de placidez, de la que el Gobierno parece haberse contagiado con una lenta entrada en acción, se esconden serios escollos. Y, por mucho que ahora se hable de moderación y consenso, el mismo PP, cuando complete su terapia, volverá estar ahí sembrando el terreno de minas.

Evidentemente, domina la crisis económica, que siempre es una prueba de humildad para cualquier gobierno nacional, porque muchas de sus causas están fuera de su alcance. El Gobierno se ve, por un lado, obligado a tratar de contrarrestar cualquier sensación de pánico, lo que le sitúa en el terreno de los eufemismos y las medias verdades. Por otro lado, su impotencia le lleva a un discurso que tiene algo de fatalismo, ante la obviedad de que su capacidad para actuar sobre la crisis es limitada. Y finalmente las medidas que se toman o son precipitadas, condicionadas electoralmente y de efecto dudoso, como los famosos 400 euros, o tardan en producir efectos que la ciudadanía pueda notar. Todo esto compone un retablo que no favorece la confianza, que es la única virtud que sirve como salvavidas en estas coyunturas.

Pero, además, esta legislatura tiene alguna paradoja de calado. Es cierto que al PSOE le faltan menos escaños que en la anterior para cuadrar mayorías. Y, sin embargo, puede que le sea más difícil encontrar aliados. ¿Por qué? Porque los partidos minoritarios, los que viven de completar mayorías, han salido tocados de las elecciones y están en recomposición interna. Porque las relaciones con los dos socios preferidos -PNV y CiU- están muy condicionadas por lo que ocurre en sus comunidades: el Plan Ibarretxe y el tripartito. Y porque los 27 diputados del PSC podrían dar algún disgusto si las relaciones se enconaran en materia de financiación autonómica o reconocimiento del Estatuto. La confección del presupuesto para el año próximo, con la recaudación a la baja, puede dar más de un disgusto al Gobierno. El debate de la financiación autonómica no tiene la componente pasional del debate estatutario pero algunos jirones de confianza se dejarán por el camino. Y es difícil encontrar un tono de firmeza frente al PNV, por el desafío del referéndum, que no impida gobernar juntos Euskadi dentro de un año.

El peso de la crisis en la escena limita las posibilidades de tomar iniciativas en otros terrenos. Los dineros escasean y es mucho más difícil obtener rendimiento mediático de algunas iniciativas, y ya se sabe que hoy en día las propuestas políticas son función directa de la política de imagen. En este contexto, Zapatero empieza, por fin, a mirar al exterior. Energía e inmigración son, como acaba de explicar en el Financial Times, los dos temas prioritarios de su agenda europea. Ha habido en el hacer de Zapatero una tendencia peligrosa al doble juego: incomodó a la Iglesia con leyes como la de matrimonios homosexuales y después le dio más dinero que nadie; declaró una regulación masiva de inmigrantes ilegales, que ha dado un excelente resultado, y presionado, desde dentro y desde fuera, giró hacia posiciones más conservadoras; lanzó la reforma de los estatutos y se arrugó a medida que el proceso se le iba de las manos. En tiempos difíciles, si quiere navegar con seguridad hará bien en aprender la principal lección de la legislatura anterior: cuando se toma una iniciativa se tienen que tener muy medidas todas las variables para llevarla hasta el final. De lo contrario se genera confusión y desconfianza. -

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