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Reportaje:Primer Plano

La desconfianza se adueña de la economía

Los expertos creen que el frenazo del consumo revela que la crisis afecta ya a todos los sectores

Alejandro Bolaños

La economía es una ciencia extraña, que se expresa en números pero habla de sensaciones. Y el recién acabado mes de mayo es una muestra de lo rápido que puede virar el estado de ánimo. Si a principios de año el debate se centraba en dar con la medida de la desaceleración, ahora la percepción generalizada es que la crisis ya está aquí, es intensa, afecta a todos los sectores y no tiene intención de irse pronto.

En la última década, los números contaban una economía boyante, con claroscuros (precariedad laboral, alto endeudamiento, burbuja inmobiliaria), pero con un crecimiento superior al de la mayoría de los países avanzados. Desde el verano, describían un avance trastabillado por dos obstáculos puestos desde el exterior, la crisis de hipotecas basura de EE UU y el alza de las materias primas, y un lastre doméstico, el anunciado ajuste inmobiliario. En los últimos días, los números alimentan el desasosiego.

Las encuestas a consumidores y empresas revelan un hondo pesimismo
Las previsiones sobre España se han convertido en una puja a la baja
La inflación y las hipotecas restringen el gasto de las familias
La esperanza es que la fuerza de los servicios ayude a capear el temporal
Las agencias de viajes advierten de que las ventas no van bien
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Mayo empezó bajo el impacto del repunte de la tasa de desempleo (9,6% en el primer trimestre, según la EPA), amplificado después por las cifras de paro registrado de abril. La contabilidad nacional del primer trimestre empeoró el panorama: reflejó un crecimiento interanual del PIB del 2,7%, el más bajo desde 2002, con una debilidad del avance trimestral alarmante (un 0,3%, el peor dato en 13 años).

Y el goteo de malos datos se convirtió en torrente esta semana. El alza del petróleo encendió las protestas de pescadores y transportistas y acelera la inflación. Las estadísticas de hipotecas, visados y compraventa de viviendas revelan un abrupto desplome en la construcción. El superávit público se encoge a marchas forzadas.

"La rapidez con la que se ha producido el deterioro de la economía española es el reverso de la burbuja inmobiliaria en la que ha vivido el país en la última década", opina Carles Boix, profesor de la Universidad de Princeton (EE UU) y colaborador del servicio de estudios de La Caixa. La construcción de viviendas, incentivada por los altos precios y la demanda, ha llegado a rozar el 9% del PIB, un peso que sólo Irlanda supera entre los países occidentales. Pero en el primer trimestre, la inversión residencial retrocedió por primera vez en seis años, aunque los expertos vaticinaban un deterioro mayor. Servicios de estudios como el de la Fundación de Cajas de Ahorros prevén que llegue a caer un 15% en 2009.

El precio de las viviendas aún aguanta, pero todo apunta a que la posibilidad de un ajuste inmobiliario gradual en la que se parapetó el Gobierno es muy baja. "La crisis financiera internacional, al restringir el crédito, ha exacerbado los problemas del sector, pero las condiciones para una fuerte caída de la demanda residencial ya se daban antes", mantiene José Luis Alzola, jefe de análisis de Citigroup en Londres. Alzola recuerda que la economía española cogió impulso en 2003, cuando los tipos de interés estaban en el 2% y el barril de petróleo a 20 dólares. Ahora los tipos están en el 4%, las tensiones financieras empujan el Euríbor (de referencia en las hipotecas) al 5% y el endeudamiento acumulado por los hogares equivale ya al PIB español de un año. Y el barril de crudo está en 130 dólares.

Para los expertos en esta ciencia sentimental que es la economía lo más preocupante es lo que ocurre con el gasto de las familias y con los sondeos que se afanan por medir su confianza. El consumo privado, que supone cerca del 60% del PIB español, creció entre enero y marzo al menor ritmo en 13 años. El indicador de sentimiento económico que elaboran reputados estadistas de Bruselas refleja que los españoles tienen las peores vibraciones desde la recesión de 1993. La marcha atrás en las ventas de coches y de los comercios da más pistas.

La preocupación se debe a que un parón del consumo revela que la crisis afecta o afectará pronto a todos los sectores. "El deterioro de la confianza de los hogares está siendo más rápido que el deterioro del empleo", advierte Carlos Maravall, de Analistas Financieros Internacionales. Una circunstancia que, señala, puede ser el inicio de una deriva peligrosa: "La contracción del consumo impactará en el resultado de las empresas y entonces sí que se puede acelerar la pérdida de empleos".

La falta de confianza de las familias se debe, según Maravall, a la alta inflación y al mayor coste de las hipotecas, que limitan la renta disponible y eleva la sensibilidad a las malas noticias.

Un somero repaso al último boletín del Banco de España, también publicado la semana pasada, evidencia que la crisis hace mella en casi todos los sectores, más allá del ajuste de la construcción, "que se acelera". En la inversión en bienes de equipo, que ha tenido un comportamiento extraordinario en los dos últimos años, "los indicadores reflejan una pérdida de dinamismo". De la industria, llamada por el Gobierno a ser palanca de crecimiento, el supervisor destaca su "atonía" y las estadísticas su retroceso.

Para pulsar la situación del sector primario, basta de nuevo con las sensaciones. Pescadores y agricultores, apretados por la brutal escalada del petróleo, multiplican sus actos de protesta para lograr ayudas que alivien sus maltrechas economías. Los transportistas, corazón del determinante sector logístico, también amagan con movilizaciones.

Las miradas de expertos y Administración escrutan lo que ocurre en los servicios, que concentra más del 60% de la oferta española. Se espera que su fortaleza sirva para capear el temporal y absorber empleo de la construcción. El boletín del miércoles arrojaba una lectura desigual: la cifra de negocios cayó un 0,5% en marzo, pero el turismo, que suma casi la mitad del sector, logró una buena cifra de visitantes extranjeros (hubo un 5% más) en el primer trimestre.

La medida de la marcha real del turismo tendrá que esperar a verano, pero nuevos datos publicado el viernes por el propio Banco de España y el INE cambian ya la perspectiva. Las pernoctaciones de extranjeros hasta abril sólo aumentan un 1,3% y el crecimiento real del gasto acumulado hasta marzo sólo sube un 0,6%. Globalia y Orizonia, dos de las principales agencias de viajes españolas, han advertido que las ventas no van bien. El presidente de Iberia, Fernando Conte, añadió este jueves que la situación de las aerolíneas, de nuevo por el petróleo, es "dramática". "Si el primer eslabón de la cadena está así, hay motivos para preocuparse", señala José Luis Zoreda, vicepresidente de Exceltur, organización que prevé un aumento del 1,6% en el PIB turístico.

Los números del frente exterior tampoco tranquilizan. Las exportaciones crecen al 5%, pero hay malos augurios sobre la evolución económica de la zona euro, cliente esencial de las ventas españolas. Y las importaciones, que debían haberse desinflado con la desaceleración, crecen por el alto coste de la factura energética. El déficit exterior equivale ya al 11,3% del PIB, de nuevo un máximo histórico.

Con este escenario, las previsiones sobre la evolución de la economía española se suceden con la intensidad de una puja a la baja y la palabra recesión se ha colado en los análisis. "Hablar de crisis es enormemente exagerado", opuso este viernes el vicepresidente económico, Pedro Solbes, que descarta que el PIB español retroceda. El jueves admitió que su última previsión (2,3% de crecimiento en 2008 y 2009) puede no cumplirse, sólo un mes después de haberla revisado.

El frenazo de la economía concita ahora tanta atención internacional como lo hizo su acelerado crecimiento. The Economist, biblia del periodismo económico anglosajón, prepara un reportaje especial sobre la situación española. Martin Wolf, columnista estrella en The Financial Times, insistió esta semana en que España debe bajar sus costes laborales si quiere evitar una larga etapa de débil crecimiento como la que viven Italia o Portugal. Es un vaticinio que comparte Olivier Blanchard, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts. "No está claro qué puede sustituir a la construcción", añade.

El Gobierno recuerda la previsión del FMI -crecimientos superiores al 3% a partir de 2010- para mantener que la salida será rápida. Su primera respuesta, un plan valorado en 10.000 millones, ha sido acogido con poco entusiasmo. El propio Solbes reconoció este mes que su principal medida, la deducción de 400 euros en el IRPF, "se tomó como consecuencia de los procesos electorales" y agota ya el margen de actuación que daba el superávit público.

"Hay que gastar dinero público en infraestructuras de agua y energía, flexibilizar el mercado de trabajo y bajar el impuesto de sociedades y las cotizaciones sociales a los empresarios", aconseja Juan Iranzo, del Instituto de Estudios Económicos, próximo a la patronal. Otros expertos, como Alzola o Maravall, creen que la mano de obra inmigrante ya facilita los ajustes rápidos en el mercado laboral y destacan la pujanza de los servicios a empresas (tecnologías de información, consultoría y marketing) o financieros.

En la industria, la biotecnología, la aeronáutica o las energías renovables son buenas bazas para el futuro y pueden alcanzar un peso equivalente al 6% del PIB en esta legislatura. "El gasto en infraestructuras o rebajas temporales en los impuestos son posibles respuestas a corto plazo", afirma la responsable de uno de los principales servicios de estudios. Pero, recalca, lo importante es comprobar si el Gobierno, inmerso en esta zozobra, es capaz de mantener apuestas a medio plazo, como la apertura de mercados, la innovación tecnológica y el desarrollo de nuevos servicios sociales. -

Pasillos casi vacíos en un centro comercial de Madrid.
Pasillos casi vacíos en un centro comercial de Madrid.PAULA VILLAR

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