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La obra de Santi Moix abre la nueva etapa del Museo de Cerámica

Pequeños paisajes fantásticos, poblados de seres misteriosos, extraños simulacros de vegetación y diminutas estructuras arquitectónicas. Son los mundos de arcilla de Santi Moix (Barcelona, 1960), la traducción tridimensional de sus dibujos y pinturas, un conjunto de esculturas de pequeño formato, que se exponen en el Museo de Cerámica del Palau de Pedralbes, hasta el 10 enero, reunidas por primera vez en una exposición monográfica, Del barro a la escultura.

Moix, afincado en Nueva York desde hace más de dos décadas, las realiza durante el verano, cuando vuelve a su Cataluña natal, en el taller del ceramista Joan Raventós, colaborador de los artistas Claes Oldenburg, Roy Lichtenstein, Beverly Pepper y Tom Carr, situado en el pueblo ampurdanés de Vullpellac. "Cuando estoy en Nueva York voy llenando unos carnets de dibujos y bocetos, que luego me sirven de guía para modelar el barro", explicó ayer el artista, que suele ser muy exigente con su obra. "Cuando no está satisfecho la destruye. Casi el 60% de sus creaciones ha desaparecido, porque no estaba convencido del resultado. Las que sobreviven, las mejores, son las que se exhiben ahora" añadió Maria Antonia Casanovas, conservadora jefe del Museo de Cerámica de Barcelona, que con esta exposición inicia una nueva etapa en solitario.

El centro ve reducido su espacio, pero sigue en el Palau de Pedralbes

El museo (www.museuceramica.bcn.es) permanecerá en el Palau de Pedralbes, donde se estableció en 1990, pero se separa del Museo de las Artes Decorativas. De esta forma ganará autonomía y agilidad, aunque perderá una parte del espacio para las exposiciones temporales, que se reduce a poco más de 80 metros cuadrados.

Pocos, pero suficientes para acoger las formas oníricas y sinuosas de Moix, deudoras de la estética psicodélica de las décadas de 1960 y 1970, que surgen de una arcilla trabajada de forma que parece arena prensada. Los esmaltes de colores pastel sirven de contraste para una serie de piezas, tituladas Argelès-sur-Mer, que recuerdan los republicanos que murieron en el campo de concentración de la homónima playa del sur de Francia, cuya historia se relata en el libro Los rojos de ultramar, de Jordi Solé.

A la espera de volver al taller de Raventós para buscar la inspiración en la naturaleza del Ampurdán, Moix trabaja en un encargo de sus dos galeristas neoyorquinos Paul Kasmin y Pace. Se trata de 12 ilustraciones para una versión norteamericana del Quijote, traducido por Edith Grossman y editado con el apoyo del Institut Ramon Llull, cuya publicación se celebrará con una exposición de las obras originales y toda las etapas del proceso de trabajo.

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