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Entrevista:DESAYUNO CON...TEODORO SACRISTÁN

"Trabajar es hacer zanjas; eso sí cansa y no lo mío"

Juan Cruz

Su padre le dijo: "Trabajar de veras es hacer zanjas; eso sí que cansa". Así que dirigir la Feria del Libro de Madrid, cuya nueva edición comienza mañana en el Retiro, le parece pan comido. Viene al desayuno, por cierto, desayunado y leído, pues para él son dos cosas imprescindibles, pero acepta el envite de una tortilla caliente. Le entra a bocados lentos pero contundentes; da gusto verle comer.

Teodoro Sacristán, que es este acuario menudo y fibroso, aprendió a leer con su madre, que era analfabeta pero que se sabía las letras; su padre era un ferralla que trabajó en la construcción de edificios madrileños, como ése en el que ahora está el Ministerio de Defensa... Le ilustró sobre el cansancio de las zanjas, pero no tuvo necesidad de enseñarle su mayor cicatriz: la condena a muerte. Por rojo. Teodoro tuvo muchos oficios, y hasta que cumplió 26 años (ahora tiene 58 y medio) no tuvo un libro propio; le parece que fue uno de Zane Grey. Antes, en Tetuán de las Victorias, su barrio, leyó gracias al bibliobús. De todo. "No sé por qué, pero un día me descubrí leyendo un diccionario de mitología de Labor".

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Ahora, cuando desayuna y lee aborda sobre todo libros de historia del siglo XIX. Miguel Artola le abrió los ojos "y ya me enganchó". Continuó con la mitología y con Zane Grey, la Eneida, la Guerra de Troya... Cuando le ofrecieron dirigir la Feria del Libro estaba trabajando en el Ministerio de Cultura, y no se lo pensó una segunda vez. Allí está rodeado de todos los libros. Se estrenó en un momento (2004) en que había elecciones europeas a la vista, y aquello se llenó de políticos "que iban con la cámara para hacerse la foto, y hacer declaraciones sobre su amor a los libros".

Un político (una política, más bien) le preguntó si hacía mucho que se celebraba la feria. Él le dijo: se inició con la República, se interrumpió durante la Guerra Civil, y por razones que no constan tampoco se hizo en 1950 y 1967, y desde hace tiempo (desde la época de su anterior director, Antonio Albarrán) se dedica cada año a un tema; este año toca Iberoamérica, "nos adelantamos al bicentenario de las independencias".

Decíamos que Teodoro viene desayunado y leído; desayuna dos piezas de fruta, yogur desnatado, pan con aceite y tomate, café con leche, alguna galleta de chocolate... ¿Chocolate? "Sí, y café, para salir disparado de casa". Cuando sale de casa, con esa energía alimenticia en el cuerpo, "me como el mundo, hago lo que haga falta. Incluido cavar zanjas". Nunca cavó una zanja; vendió juguetes, "y aprendí a montar lámparas". Lee mucho; "a veces me siento en casa, con un libro en las manos; a lo mejor no lo estoy leyendo, lo admiro, los libros hay que quererlos antes de leerlos. Ése es el momento de mi mayor placer".

Y no debe confundirse ese placer con ningún otro, dice. "Por ejemplo, la gente se pregunta por qué no se puede comer en la Feria del Libro. Pues porque la Feria del Libro es para los libros, allí no se va a comer. Y además, menudo lío ecológico, allí no se puede cocinar". Este pincho de tortilla vino caliente; ahora, mientras habla, se le ha ido enfriando, pero al fin lo ataca, como si se comiera el mundo, y sólo son las 9.15.

En la Feria no se puede comer. Está reservada al placer de leer.
En la Feria no se puede comer. Está reservada al placer de leer.CRISTÓBAL MANUEL

Café Gijón. Madrid

- Una manzanilla: 3,40 euros.- Dos descafeinados de máquina: 6,80 euros.- Dos cafés cortados: 6,80 euros.- Un cruasán: 2,50 euros.- Un pincho de tortilla: 2,90 euros.- Media botella de agua: 3,10 euros.Total: 25,50 euros.

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