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Entrevista:PEDRO ALONSO | Investigador | La enfermedad más mortal

"Nos llamaban chalados"

"Hace 20 años, la malaria era una enfermedad olvidada, y a los que nos dedicábamos a esto nos decían que estábamos chalados", recuerda Pedro Alonso, director del Centro de Salud Internacional del Hospital Clínic. En 1983, cuando se licenció en Medicina, todos sus colegas se pusieron a estudiar la especialidad y a buscar una plaza, pero él decidió marcharse a África, "en un momento en que sólo iban los misioneros". Se las ingenió para contactar con la Universidad de Boston e ir a trabajar como médico a uno de sus centros en Gambia. Allí tomó verdadera conciencia de la dimensión de esta enfermedad, que cada año mata entre uno y dos millones de personas. "Veía un caso, dos, tres, cuatro, cinco... Te das cuenta de lo importante que es la enfermedad cuando en la facultad, durante mis seis años de carrera, la malaria debió ocupar como mucho 15 minutos de estudio".

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De la enfermedad se sabía poco y en 1985 su espíritu emprendedor le llevó a crear en Mozambique el Centro de Investigação em Saúde de Manhiça (CISM), vinculado al Hospital Clínic de Barcelona. "Por aquel entonces, teníamos una oficina de cuatro metros cuadrados", explica. Hoy, el centro que dirige ocupa unos 6.000 metros cuadrados y cuenta con tecnología puntera para investigar: un laboratorio biomédico, un complejo sistema informático para controlar el censo de la zona (básico, teniendo en cuenta que en Mozambique no hay censos y, por lo tanto, la gente muere muchas veces sin que nadie lo sepa) y mapas detallados tomados por satélite de todo el territorio.

Para Alonso, el premio Príncipe de Asturias supone un reconocimiento a "la investigación biomédica como herramienta básica para la cooperación, para la lucha contra enfermedades que no permiten que los países pobres se desarrollen". En sus manos está el desarrollo de la vacuna contra la malaria más prometedora hasta el momento. El último ensayo con un prototipo de vacuna desarrollada por Glaxo SmithKline, logró evitar que un 60 % de recién nacidos se infectasen.

A finales de este mismo año empezará otro ensayo a gran escala con 16.000 niños en seis países africanos. Si todo va bien, la vacuna llegará en el 2011. "¿Será la vacuna definitiva? No. Será una primera generación y requerirá mejoras. Seguramente la solución pasará por una combinación de estrategias", explica.

El centro que dirige Alonso ha servido también como catalizador para muchas otras mejoras en el territorio. Entre ellas, la formación de personal sanitario local. La mayoría de los trabajadores del centro de investigación de Manhiça son mozambiqueños. "Primero, por justicia, creemos que debemos dotarlos del mejor conocimiento, y segundo para ser más eficaces, porque ellos son quienes mejor se pueden relacionar con su gente y con sus infraestructuras". Por el centro han pasado muchos médicos que actualmente ejercen en el país. Entre Mozambique y Barcelona se ha fraguado una relación muy especial. 25 licenciados en medicina mozambiqueños que colaboran con el centro están, además, realizando el doctorado en la Universidad de Barcelona. "Queremos formar capital humano de alto nivel, muy competitivo, no valen sólo los cursos", afirma. Tras estudiar fuera, no caen en la tentación de no volver. "En España un doctorado no siente ninguna responsabilidad, ellos sí. En este país tan sólo hay 500 médicos para 20 millones de personas". Mozambique tan sólo cuenta con una facultad de medicina. Su decano también se formó con Alonso.

Hace más de dos años que la revista Time lo escogió entre las 18 personas más importantes en la lucha contra la enfermedad y la pobreza. Para sacar adelante el proyecto ha conseguido aunar al sector público y privado, entre otros a la Fundación Melinda y Bill Gates. Alonso afirma que en estos momentos está satisfecho con los recursos conseguidos, aunque queda mucho trabajo por hacer. De hecho, ya ha anunciado que los 50.000 euros del premio se destinarán íntegramente a mejorar infraestructuras del centro como la instalación eléctrica.

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