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Reportaje:Chequeo a la ley de barrios

Freno a la degradación

Salt percibe con lentitud las mejoras impulsadas por la Ley de Barrios en las zonas del centro de la localidad

Salt (Gironès) recibió con mucha alegría la noticia de su incorporación al programa de la Ley de Barrios en la primera convocatoria de 2004. "Fue como si nos hubiese tocado la lotería", recuerda una vecina de Sant Antoni, una de las calles del casco viejo que han sido sometidas a un lifting profundo. "La acera era tan estrecha que no pasaba ni una persona, y la iluminación daba miedo, sobre todo de noche", explica. Hoy la calle se ha ensanchado, se han instalado farolas y en verano los vecinos pueden sacar fuera sus sillas y charlar mientras toman el fresco nocturno. Es sólo un ejemplo de los cambios que ha experimentado este municipio pegado a Girona desde que recibe las ayudas de la Generalitat para hacer frente al deterioro de sus barrios. Sin embargo, la percepción de las mejoras no ha sido inmediata en todos los casos y tendrá que pasar un tiempo para poder valorar y evaluar el alcance del proyecto.

Se ha mejorado la iluminación y se ha cambiado el mobiliario urbano

En Salt el programa de la Ley de Barrios cuenta con un presupuesto de 15,2 millones de euros, de los cuales la Generalitat financia el 51% y el Ayuntamiento el 49%. Las subvenciones terminan este año, en el que está prevista una inversión final de unos cuatro millones de euros.

El concejal de Urbanismo, Joan Boada (ERC), califica el plan de "ambicioso", aunque reconoce que "todo está tan deteriorado que cuesta apreciar los cambios realizados". El programa de mejoras se ha centrado en la zona conocida como Salt 70, un barrio situado en el centro de la localidad, levantado en los años de urbanismo descontrolado. Es todo un entramado de bloques altos en callejones estrechos, viviendas masificadas construidas con materiales de baja calidad que no han resistido el paso del tiempo y presentan un aspecto degradado. Los antiguos residentes, la mayoría andaluces y extremeños llegados con la llamada de la industria de los años sesenta, se han ido marchando y la zona se ha convertido en el punto de encuentro para la creciente inmigración multicultural que acoge el municipio. Una de las consecuencias ha sido la masificación. En el municipio están censados 28.900 habitantes, pero hay zonas concretas del barrio Salt 70 con una densidad de población superior a los 50.000 habitantes por kilómetro cuadrado. "Es un porcentaje similar al de Calcuta u otras zonas congestionadas de la India", asegura Boada.

Gambianos, magrebíes, chinos, senegaleses, hondureños, colombianos y rumanos son los nuevos vecinos y herederos de todas las carencias. "Se instalan aquí por el efecto llamada. Muchos no trabajan en Salt, pero encuentran pisos baratos y facilidades para acceder a ellos", explica una empleada de la agencia Finques Salt.

La calle de Torres i Bages, una de las principales arterias de Salt 70, bulle de vida, animada por los nuevos vecinos y sus pequeños negocios: barberías, carnicerías, sastrerías, colmados y locutorios. Las aceras siempre están a tope, siempre hay una conversación en grupo en cada esquina. "Hacen mucha vida exterior, usan los espacios públicos y esto ha chocado con las costumbres autóctonas", apunta una mediadora cultural del hotel de entidades.

Las principales actuaciones se han centrado en mejorar la iluminación de las calles y dotarlas de mobiliario urbano, ensanchar las aceras, renovar la red de alcantarillado, conectar a la red de agua potable las viviendas que aún se abastecen de pozos, rehabilitar fachadas e instalar ascensores. "Son mejoras que lucen poco pero que ayudan a mejorar la calidad de vida de los residentes", afirma el responsable de Urbanismo. También se han hecho estudios sobre el estado actual del parque de viviendas y se está trabajando en la constitución de comunidades de vecinos y propietarios, tarea que requiere una intensa actividad de mediación cultural para explicar a los recién llegados las reglas básicas de la nueva sociedad en la que viven.

Para complementar las actuaciones de la Ley de Barrios, el municipio ha establecido una serie de programas sociales centrados en la integración, la inserción laboral y el civismo. Los comerciantes y vecinos de la zona aprueban en líneas generales las mejoras proyectadas, pero coinciden en que había tanto por hacer "que se ha notado poco". "Se mejoran las calles, pero cuesta integrar a los inmigrantes, hacerlos partícipes del barrio y responsables en cuestiones de limpieza y convivencia", opina Ricard Guillaumes, secretario de una entidad vecinal.

Mientras tanto, las subvenciones de la Generalitat siguen llegando y destaca una actuación: la compra por parte del Consistorio de unos viejos talleres situados en medio del barrio. Serán derribados para esponjar la zona y crear una isla en medio de tanto cemento. "Ojalá pongan una plaza con bancos y juegos infantiles", pide un vecino de origen gambiano que tiene tres niñas. También se ha actuado en la antigua fábrica textil de la Coma Cros, convertida en factoría cultural.

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