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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Las voces perdidas de Barcelona

El nombre de Barcelona está unido para siempre a todos los nombres de la radio. No sólo se creó aquí la primera emisora y no sólo es barcelonés el legendario estudio Toresky, sino que es aquí donde se han criado voces que ya forman parte de todas las leyendas urbanas y todos lo mitos de las salas de estar, que durante muchos años, y gracias a la radio, también fueron fábricas de sueños.

Nadie ha olvidado a Arribas Castro (temible bromista que cierta vez me hizo una entrevista sobre temas indiscretos a micrófono abierto cuando yo creí que estaba cerrado) o al no menos temible Rodríguez Madero, a quien su gran sentido de la amistad no le impedía quemarme las páginas mientras un servidor las estaba leyendo. Nadie ha olvidado al gran Soler Serrano, a Isidro Sola, a Maria Matilde Almendros, Gloria Roig, Ricardo Palmerola, ni por supuesto a Luis del Olmo o Elisenda Roca, que son perfectas voces de hoy y siguen fabricando sueños. Muchos, en cambio, preferirían no haber oído jamás al veteranísimo locutor Garriga, quien cumplía con la misión más ingrata del mundo: anunciar los bombardeos de Barcelona durante la Guerra Civil, en especial cuando los aviones ya habían hecho su terrible trabajo: "Catalans, ha passat el perill. La Generalitat vetlla per vosaltres". Era un grandísimo profesional, pero supongo que por las noches tendría pesadillas.

En esta historia de recuerdos hay también olvidos increíbles e ingratitudes que lo parecen. Federico Gallo había sido, lo mismo en radio que en televisión, uno de los hombres más famosos de España, además de una persona liberal y con un amplio sentido del humor. En los últimos tiempos del franquismo fue nombrado director de dos diarios barceloneses que ya no existen y empezaban a no venderse nada: La Prensa y Solidaridad Nacional. Cuando un colega le preguntó cuántos ejemplares tiraban, Federico contestó: "Ahora tenemos que tirarlos todos".

Pues bien, cuando un periodista tan conocido murió poco años más tarde, Jordi Arandes, otro monstruo de la radio y la televisión, dio la noticia por teléfono a una gran emisora donde Federico había trabajado. "Acaba de morir Federico Gallo", dijo. Y un redactor jefe de la emisora le contestó: "¿Quién era Federico Gallo?".

Jordi Arandes precisamente es el nombre clave de esta crónica, porque durante largos años ha unido Barcelona con todas las radios de España. Ha sido hasta hace unos días presidente de la Asociación Profesional Española de Informadores (APEI), que abarca radio, prensa y televisión, y entre cuyos socios figuran muchos de los periodistas más importantes del país. Sus premios, los micrófonos de plata y oro, han llegado hasta altas personalidades mundiales. Pues bien, en la última asamblea (la de Marbella, con la calurosa acogida de la Fundación Banús y su representante Cándido Fernández Ledo) Arandes no se presentó a la reelección y fue sustituido por Constantino Mediavilla, que reside en Madrid. Barcelona ya no será el centro profesional y sentimental de la radio española, y por tanto, después de albergar tantas voces, perderá algo de su voy, ya no será la primera referencia. Pasará a la pequeña historia después de su gran historia y ya no votará en catalán.

Los años han mantenido unidos, en la dirección de la APEI, a un grupo de grandes nombres de las ondas: Paco Palasí, Herrero, Grima, Salillas y José Luis Barcelona, por citar a algunos solamente. Durante años, ese grupo otorgó los Premios Cataluña en un lugar cuyo nombre no podía ser más adecuado: la sede de Vichy Catalán, gracias en gran parte a la generosidad de la familia Renard y la eficacia de Marisa Lozano, su relaciones públicas. Y seguro que los seguirá otorgando, y seguro que las voces perdidas de Barcelona seguirán siendo unas voces amigas.

Lástima que tantas veces hayan de dar malas noticias. Desde aquí propongo que uno de los premios sea para el Christian Science Monitor, una organización periodística norteamericana que sólo da noticias buenas.

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