El Ballet Biarritz une a Ravel y Falla en su nueva obra
Presenta 'El retrato de una infanta' y 'El amor brujo'
Maurice Ravel y Manuel de Falla "se apreciaban mutuamente" y, además, "presentaban una simetría musical", resalta el director del Ballet Biarritz, Thierry Malandain. Así que no ha dudado en unir a ambos en "un programa transfronterizo". Su compañía presentará este fin de semana en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián El retrato de la infanta y El amor brujo, dos coreografías con las que hablará de España "a través de los ojos" de los dos compositores.
El espectáculo es una coproducción europea en la que participan el Gran Teatro de la Ciudad de Luxemburgo -allí se estrenó el pasado marzo-, la Ópera Teatro de Saint-Etienne, el Gran Teatro de Reims, L' Onde Velizy Villacoublay, el Festival de Sopot, el Teatro Victoria Eugenia y el Ballet Biarritz.
El retrato de la infanta está basada en tres piezas "hispanizantes" de Ravel: La pavana por una infanta difunta, La alborada del gracioso y La rapsodia española. El compositor eligió estas obras en 1923 para un encargo de la bailarina Sonia Pavloff, aunque se desconoce si llegaron a representarse.
Hubo quien vió en La pavana por una infanta difunta una oración fúnebre por la corte de España. Y entre las princesas que habían pertenecido antaño a esa corte estaba Margarita, hija de Felipe IV y una de las modelos preferidas de Velázquez. El pintor la retrató en el famoso cuadro titulado Las Meninas.
Esta historia ha servido de marco a Malandain para crear El retrato de la infanta, una coreografía que en realidad surge de su deseo de colaborar con el escultor Manolo Valdés. En su primera incursión teatral, el artista valenciano ha moldeado en resina tres meninas de color malva, que aparecen en el escenario junto a los 16 bailarines del Ballet Biarritz, según explicó ayer su director. Pero el montaje no está inspirado sólo en la pintura. Malandain recurre también a fuentes literarias, como El cumpleaños de la infanta, de Oscar Wilde.
El amor brujo es un encargo de la Ópera Teatro de Saint-Etienne. Ante esta obra tan conocida, el coreógrafo ha optado por huir de la forma narrativa para adentrarse de manera más bien metafórica en la historia de la joven gitana a la que se aparece el espectro de su prometido muerto cuando decide casarse con otro hombre. Malandain ha recurrido a los sacrificios ancestrales con los que se reclamaba el retorno de la primavera.
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