Populista y xenófoba
La Italia de Berlusconi azuza el racismo con el acoso, detención y expulsión de inmigrantes
Si no fuera porque son muy preocupantes los comentarios que vierte en temas tan delicados como, por ejemplo, la inmigración, habría que reconocer que Silvio Berlusconi entretiene a diario a la prensa suministrándole abundante pasto para que se haga eco de sus bufonadas y de las provocaciones hilarantes que lanza desde su retorno al poder. Con todo, por asombrosas que sean sus opiniones, éstas obedecen a una inteligente estrategia para vender populismo y optimismo, que tan buenos réditos le han dado en las pasadas elecciones, y seguir esquivando sus problemas judiciales, a pesar del evidente conflicto de interés que significa ser primer ministro y a la vez propietario de una cadena de televisión, periódicos, editoriales y otros instrumentos de comunicación. Ocurrió las dos veces anteriores que llegó al Palazzo Chigi en 1994 y 2001, y todo indica que tampoco ahora se pondrá fin al abuso. Porque, salvo llegar a ser elegido Papa, Berlusconi está hoy en disposición de aspirar a cualquier cosa y ampliar sus vastos tentáculos en el tejido social del país.
Más allá de la promesa de destetar a sus jóvenes y bellas ministras o del intercambio de mensajitos adolescentes con diputadas de su partido, algunas de las primeras acciones de su Gobierno en materia de seguridad ciudadana son muy inquietantes por el racismo que esconden, sin importar que puedan estar en contradicción con las normas comunitarias en materia de expulsión de extranjeros. Por menos, los países de la Unión Europea sancionaron a Austria, en 2000, tras el ingreso del xenófobo partido de Haider en la coalición conservadora de gobierno. Una encuesta del diario La Repubblica revela que el sentimiento de rechazo hacia los inmigrantes crece entre los italianos. Un 70% de los encuestados considera que "el problema de los gitanos y los inmigrantes es una prioridad". Con campañas como la de Berlusconi es seguro que ese prejuicio se acentuará.
Muy imprudente es Umberto Bossi, el líder de la Liga Norte y ministro para las Reformas, al comprender la quema de campamentos gitanos en Nápoles: "La gente hace lo que no consigue hacer la clase dirigente". Esas acciones se han reproducido en Roma en una especie de guerra entre pobres que puede derivar en campañas justicieras ciudadanas. De momento, las advertencias del ministro del Interior, Roberto Maroni, de aplicar mano dura ya se han concretado tras la irrupción policial en el mayor campamento gitano de Roma y la detención en nueve regiones durante esta semana de 268 inmigrantes, de los cuales 53 han sido inmediatamente expulsados.
Una de las iniciativas que saldrá probablemente del primer Consejo de Ministros, la semana próxima en Nápoles, es un plan para castigar por lo penal a los sin papeles y ordenar su expulsión inmediata. Puede tener un efecto contagio en la UE como refleja el borrador de directiva, sobre el que aún no hay consenso, para ampliar hasta 18 meses el periodo de retención de ilegales.
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