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LA NOCHE DEL ARTE

"¿Del uno al 10? Yo le pongo un ocho y medio"

Las puertas son de cristal y pesan toneladas. "Ay, qué mal está esto", se queja Lupe, bregando con la manilla metálica para que puedan pasar sus hijos. Pero una vez dentro del Thyssen se le pasan todos los males. No ha tardado ni 30 segundos en comprar su entrada combinada. Por nueve euros puede ver la exposición permanente y tiene hora, aunque a las 14.45, para la exposición de Modigliani. Aún le queda un buen rato. El plan "perfecto" para el día de San Isidro. De las 12 personas con las que habló EL PAÍS, sólo un canadiense se quejó del trato en el Museo Thyssen-Bornemisza. Aun así, le dio un ocho y medio sobre 10.

El plan también es perfecto para Ronald, que empuja la silla de su mujer, Marlaine Lavine. Están entrando en Naturalezas muertas. Siglo XVII. Pero Ronald, antes de seguir, necesita un receso y se sienta en un banco. Momento oportuno para ser importunados. "¿Qué cómo nos han tratado?". Marlaine contesta por él: "¡Fantásticamente! Me han dado una silla de ruedas en cuanto me he cansado".

Explicaciones en inglés

La pareja de neoyorquinos entró en el museo a las once. Es ya la una y media pasadas, y aún les queda más de la mitad por ver. "¡Es una joya!", alaba Ronald. Marlaine asiente, mientras limpia con una mano sus lentes de pasta y con la otra busca el móvil que le suena en el bolsillo. Con sonrisa, una de las azafatas le advierte, en inglés perfecto, que no se puede hablar con el móvil. "OK, OK", le responde Marlaine. "¿Ves? Hasta para regañarte son educados", observa el hombre.

En Montreal, Canadá, además de inglés, hablan francés. "Bilingües, sí, pero con poca pintura europea", bromea Luc Liard, de 57 años. En el banco está sentado con su esposa, Jeannette, y dos jóvenes más. Luc no está satisfecho con el trato. "¡Míralas! ¡Si se están durmiendo!", dice despectivo de las azafatas. "Es imposible consultarles nada, están siempre mirando al suelo". Aun así, el museo le ha parecido "impresionante". "¿Del uno al 10? Un ocho y medio".

Milagros Huici, vallisoletana de residencia y navarra de nacimiento, es de las pocas españolas. "Me he quedado maravillada", dice. Sale de la exposición de Modigliani. Ha echado en falta "explicaciones", pero lo que de verdad le disgusta es la tienda de souvenirs: "A ver quién se atreve a comprar algo aquí. ¡Es carísimo!". Nuria Traitiño, de 31 años, y su novio, Sergio Díaz, de 34, agradecen visitar el museo a su aire. "Es mejor, ¿no? Que uno entre y salga a su ritmo". Para ellos, el Thyssen se lleva un 10.

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