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Columna
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La sombra de la sospecha

Los acontecimientos de Coslada han dejado a mucha gente con la boca abierta de estupor. Parece una película de mafiosos en el Chicago de los años veinte. Pero aquí es mucho más fuerte porque la presunta trama está integrada por veintitantos agentes de la Policía Local, con su jefe a la cabeza como gran capo del inquietante tinglado. Y vaya usted a saber en qué acaba la historia. Esto no ha hecho más que empezar. No se entiende en absoluto que algo tan clamoroso haya tardado tanto en salir a la luz. ¿Por qué han callado tantas personas que tenían conocimiento de los hechos? ¿Sólo por miedo?

Esto es un palo muy fuerte para la seguridad (esa gran preocupación ciudadana) en toda la Comunidad de Madrid. En vez de agua de mayo nos ha caído un chaparrón tenebroso de consecuencias impredecibles. Si la Operación Guateque dejó al personal con la mosca detrás de la oreja, lo de Coslada quita la mosca y pone una cabra. La gente está cabreada. La sombra de la sospecha se está instalando en la opinión pública. Esos municipales mafiosos de Coslada, además de extorsionar a los ciudadanos, han dado una puñalada trapera a su profesión. La Policía Local, en la mayoría de los casos, presta servicios ejemplares a la ciudad.

Con la que está cayendo, nos tiene estupefactos el triste asunto de las agresiones en el metro por parte de los propios agentes de seguridad. También parece cine de terror surrealista, con tintes de humor cúbico: el gerente del suburbano dice que no entregó los vídeos a la policía porque pensaba que eran "el tráiler de una película". ¿Cómo se come eso, oh cielos?

Los tribunales y los políticos tienen que erradicar urgentemente la siniestra sombra de la sospecha y tirar de la manta.

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