La salud y el 'demos'
Josep Lluís Carod-Rovira acaba de publicar 2014. Como es sabido, Esquerra Republicana ha marcado este año como un momento decisivo en el camino hacia la independencia de Cataluña. Ha bastado que se enunciara el título para que algunos dientes roedores se afilaran antes de haberlo leído. Pero no es de este libro, que, sin duda, provocará verdaderos atascos de "opinadores", de lo que quiero hablar, sino de una sugerencia que Carod-Rovira filtra en sus páginas.
¿Quién votaría en un referéndum de autodeterminación de Cataluña? Carod- Rovira propone: el censo electoral será constituido por los 7,3 millones de personas titulares de tarjeta sanitaria en Cataluña. Es catalán, por tanto, aquel que recibe regularmente asistencia médica en Cataluña. ¿Y quién la recibe? Todos aquellos ciudadanos con carné de identidad español inscritos en el sistema sanitario catalán (unos seis millones de personas, aproximadamente) más todos aquellos ciudadanos extranjeros -legales o ilegales- que, empadronados en Cataluña, están inscritos en el sistema sanitario catalán (1,3 millones de personas, aproximadamente). Se restan los niños y tenemos la lista de potenciales votantes. La propuesta de Carod-Rovira es, por tanto, incluyente, alejada de cualquier forma de exclusión nacionalista, etnicista o identitaria.
El nacionalismo catalán, en los años sesenta, resolvió la incorporación de la inmigración interior con la definición: es "catalán el que vive y trabaja en Cataluña". Al inicio del siglo XXI, es catalán el que tiene asistencia sanitaria en Cataluña. Ni el origen, ni la sangre, ni el mérito: la salud como factor determinante de la ciudadanía. Encaja bien con lo que podríamos llamar el discurso ambiente. El reconocimiento del cuerpo, sexualidad, género, vida, ha marcado los cambios culturales de los últimos años. El cuidado del mismo se ha convertido en una obsesión que, como una lluvia fina, ha ido bajando desde las clases altas hasta las clases populares. De ello testifica el despliegue de una industria de la mejora y optimización del cuerpo en plena expansión.
También el Estado ha hecho de la salud de las personas una de sus razones de ser. No sólo por vía de la universalización de la asistencia sanitaria, sino por la multiplicación de normativas reguladoras del comportamiento ciudadano -a veces, claramente abusivas- en nombre de la salud de los ciudadanos. Tanto es así que el territorio de lo saludable se define de un modo cada vez más estrecho, que excluye como extraños a todos aquellos que no se pliegan al estándar de salud resultado de la politización y la ideologización de la medicina. Si la salud -o, por lo menos, cierta idea de la salud, como adecuación a unos cánones aparentemente científicos- es lo más importante, tampoco debe sorprendernos que sirva incluso como base del demos.
Probablemente, la propuesta de Carod no tenga otro objetivo que demostrar que en una Cataluña independiente no sobraría nadie. En tiempos en que triunfan las soluciones etnicistas y las fracturas multiculturalistas, es una buena noticia que un independentista lo deje claro. Más cuando buena parte del nacionalismo catalán -como de cualquier otro nacionalismo- sigue pensando que la patria es propiedad de los que tienen aquí largas raíces, y que los demás serán siempre forasteros. Si el demos está en la salud, Cataluña no es patrimonio de nadie más que de quienes la habitan en cada momento.
La Unión Europea está preparando de modo vergonzante la deportación de ocho millones de inmigrantes ilegales. Francia, Italia y Alemania atizan el fuego en una verdadera caza al vulnerable. Ningún Gobierno europeo, tampoco el español, ha levantado la voz ante propuestas que rompen las bases del sistema democrático en cuestiones como la retención de personas o como el trato a los niños. En este contexto, introducir el derecho al que se puede acceder con menos restricciones, la asistencia sanitaria, como vía para el reconocimiento político es una apertura positiva, que rompe barreras culturales e identitarias. En tiempos de muros y fronteras -físicas y mentales-, lo que expresa la propuesta de Carod es una voluntad inclusiva, que no pregunta a las personas quiénes son y de dónde vienen, simplemente les reconoce que están ahí. Y el estar ahí les da el derecho a decidir, es decir, a votar, y, evidentemente, el deber de cumplir con las obligaciones que nos hemos impuesto entre todos. Si la democracia es igualdad, el censo sanitario es, hoy por hoy, el más igualitario de todos.
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