Regreso al paisaje familiar y pesquero de Ondarroa

El director Aitzol Aramaio (Ondarroa, 1971) aparca la vorágine del estreno de la película Un poco de chocolate para reencontrarse con su Ondarroa natal en una preciosa mañana soleada. "Es el ambiente con que más me identifico. Es un pueblo fuerte y alegre. Siempre he asociado Ondarroa al disfrute", recalca.

El paseo empieza con una infusión en el Kafe Antzokia -el hermano pequeño del popular café-teatro de Bilbao-, que el joven cineasta frecuenta también de noche. Seguimos hasta otro pub imprescindible: Jai Braian, un local con un soportal abierto en el que se reúne medio pueblo a tomar cervezas. "Se puede rematar la noche con un baño en la playa", sugiere.

¿Cómo reacciona un pueblo tan pequeño ante la repercusión lograda con su primer largometraje? "Me dan las gracias por haberles regalado una tarde preciosa en el cine. Sentir esos gestos de amor de mi gente es el mayor reconocimiento". En un minuto, tras bordear la iglesia, queda constatado: "Zorionak, Aitzol!", le grita una señora. "Así es constantemente. Mira, ahí viene mi tío!", comenta.

"Más que el mar, extraño el ambiente, la cercanía de la gente"

A partir de ahí, el paseo se interrumpe con alegres conversaciones en el genuino euskera de la zona -en el que también realiza esta entrevista- con parientes, comerciantes y vecinos. Contesta con idéntica frescura a mil preguntas: "¿Cómo es trabajar con Hector Alterio? ¿Qué tal el estreno en Madrid?" . "Trabajar con Alterio es muy enriquecedor y fácil, porque trae mil propuestas y entiende a la primera lo que quiero. Mantiene la ilusión propia de un adolescente. Vive en el presente. Es divertido y profundo a la vez. Me ha marcado. Inventaré mil excusas para volver a trabajar con él", afirma.

Elogia también a Unai Elorriaga, autor de Un tranvía en SP, la exitosa novela en la que se basa Un poco de chocolate. "Me ha dado libertad para mantener la riqueza del libro e introducir elementos personales. Implicar a Unai en este viaje ha sido clave", explica.

La profusión de afecto vecinal no cesa. El cocinero del asador Joxe Manuel exhibe magníficos ejemplares de merluza, rodaballo y rape en la cámara frigorífica. "Es como un santuario. Hacemos aquí las celebraciones familiares. Cenas por 35 ó 40 euros; una relación calidad-precio inmejorable", detalla. En el galardonado bar Cantábrico, nos invitan a una de sus especialidades.

Afincado en Vitoria, mientras bordea la ría cuenta que lo que más extraña de Ondarroa es el mar. "Siempre tiendo a buscar ríos, riberas... Me gusta mucho jugar con el agua, nadar, coger olas. Aunque no vea el mar, me basta con saber que está ahí". Pero pronto rectifica: "Extraño más el ambiente, la cercanía de la gente". Aún así, matiza que también tiene "curiosidad por el mundo" y que ha vivido en diversos países de América. "Ver tu pueblo desde fuera enriquece, compruebas que todos somos muy iguales". Una señora, emocionada por encontrarse con Aramaio, abraza también a la entrevistadora. "¿No ves? Esa euforia es el carácter pesquero", ratifica.

La playa le recuerda a los veranos de su infancia. Al otro lado está el puerto, en el que trabajaba su padre. "Yo nunca entraba. Lo veía como una gran fábrica". Los domingos de invierno iba al cine: "Era todo un circo, muy participativo. Para ver El Zorro, nos disfrazamos y nos peleábamos con la pantalla". Ese ambiente ha dejado huella en su trabajo. "El espíritu colectivo, el amor de mi familia, el afán de todos por contar cosas... están mucho en la película. Un realizador me dijo: 'Haz cosas que te retraten'. Creo que, inconscientemente, lo he logrado".