La cátedra bajo la sombra de José Tomás

La larga feria taurina de San Isidro, cuajada de carteles mediocres, ha recuperado todo su interés con la reaparición en Madrid del diestro José Tomás tras seis años de retiro voluntario. La expectación es enorme -las entradas para sus dos festejos se agotaron en pocas horas-, y por vez primera desde hace tiempo se palpa una feroz competencia por el cetro del toreo. Tomás se juega mucho en su comparecencia venteña -que llegará, eso sí, fuera del ciclo de San Isidro, en los festejos de la feria del Aniversario-, pero no menos que el reducido grupo de toreros que gozan de la vitola de figura.

Con estas perspectivas comienza hoy un largo ciclo ferial que se extiende hasta el día 1 de junio, y vuelve de nuevo el día 3 hasta el 8 para celebrar la Feria del Aniversario de la inauguración de la plaza madrileña.

Hoy comienza un largo ciclo ferial con un total de 24 corridas de toros

Junto a Tomás hay un puñado de toreros de postín que le miran de reojo

En total, 24 corridas de toros, tres novilladas y cuatro festejos de rejoneo. Cuarenta y ocho matadores harán el paseíllo, de los cuales sólo tres (Alejandro Talavante, El Cid y El Juli) actuarán tres tardes; 18 acudirán dos (entre ellos, El Fundi, Esplá, Manzanares, Tejela, Abellán, Perera, Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Uceda Leal), y el resto -27- se vestirán de luces una sola vez. Cinco matadores confirmarán su alternativa (Cayetano, Daniel Luque, Israel Lancho, Joselillo y Joselito Adame), y los carteles se completan con 9 novilleros y 10 rejoneadores. En el capítulo de toros están anunciadas 29 ganaderías con diversidad de encastes, y sólo dos de ellas (Núñez del Cuvillo y Victoriano del Río) lidiarán dos tardes.

A las siete de la tarde de hoy se abre la puerta de cuadrillas y pisarán el ruedo los tres diestros que forman el cartel inaugural: Antón Cortés, Eduardo Gallo y Ambel Posada. Con toda seguridad, los tendidos lucirán repletos de espectadores, lo que no será más que la constatación de que la feria concita un interés mayoritario, aunque muchas tardes reflejen una imagen equívoca: el modesto cartel no justifica el lleno. Pero ésa es la fuerza del abono, que obliga al aficionado a comprar un paquete de 19 corridas como única garantía para asegurar su presencia en los festejos de interés. De este modo, se ha confeccionado una feria con numerosos carteles prescindibles que no tendrían justificación alguna fuera del abono isidril. Ciertamente, una feria tan larga obliga a ampliar la nómina de toreros, pero sólo el abono permite a la empresa optar por la confección de carteles "baratos" en lugar de obligar a las figuras a que aumenten el número de sus comparecencias, lo que beneficiaría al abonado, aunque perjudicaría la rentabilidad del ciclo ferial. Se da la circunstancia curiosa, además, de que la Feria del Aniversario, que no forma parte del abono, destaca por la calidad de sus carteles, en comparación con las muchas tardes anodinas del abono isidril.

A pesar de todo, Madrid sigue siendo Madrid; es decir, todo lo que se haga en el ruedo de Las Ventas tiene una importancia capital para aumentar el prestigio y el caché de los toreros o, por el contrario, para condenarlos al ostracismo. De ahí que todos ellos se vistan de luces con un plus añadido de responsabilidad; las figuras, para mantener su cotización, y los modestos, con el objetivo de dar el salto definitivo y entrar en las grandes ferias.

Quien más se juega es, sin duda, José Tomás. Ha exigido más que nadie -ganaderías, veto a la televisión y honorarios astronómicos- y se le medirá con el rasero más exigente. Él pone sobre la mesa toda su credibilidad y su prestigio después de una vuelta a los ruedos bien diseñada, rodeada siempre por un halo de secretismo y misterio, pero basada, esencialmente, en plazas de segunda, cómodos toros y teloneros sin ambición. Si triunfa, la temporada será suya; si no es así, el mito sufrirá un profundo desgaste... Sobre todo, en su cuenta corriente.

Junto a él, un puñado de toreros de postín que lo miran de reojo, atentos a cualquier movimiento, y dispuestos a no dejarse arrebatar supremacía alguna. Ahí están El Juli, en plena forma, que se dejará la piel para confirmar su categoría; El Cid intentará de nuevo abrir la Puerta Grande de una plaza que considera como propia y donde cuenta con miles de partidarios; Alejandro Talavante es una incógnita y deberá reeditar la genialidad de la que hizo gala la temporada pasada; Castella debe abandonar su actual tristeza; Manzanares llega con la exitosa referencia artística de Sevilla; Miguel Ángel Perera ha apretado el acelerador desde la primera corrida del año; y Ponce, en previsible retirada, no se juega nada en Madrid. Quedan Morante -ay, si este torero quisiera y pudiera...- y el interrogante de Cayetano, tan singular como frágil.

La lista de los toreros es larga. Sólo unos pocos mantienen viva la llama del interés -Liria, Esplá, Fernando Cruz, El Fundi y Curro Díaz, entre otros-, mientras la mayoría se limita a rellenar carteles. Quedan otros que no están: unos no cuentan con méritos, como Finito de Córdoba, Rivera Ordóñez y El Cordobés, y con otros se comete una flagrante injusticia, como en los casos de Luis Vilches, Salvador Cortés y Torres Jerez.