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Columna
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La ceguera

Hace unos años me preguntaba un amigo por cuál habría sido el voto de otro amigo común en unas elecciones recientes. Le respondí que, dadas sus opiniones manifiestas, habría votado casi con seguridad al PNV, lo que provocó en mi amigo una reacción indignada. Llegó a preguntarse si podría seguir manteniendo su amistad con alguien capaz de votar a quienes él consideraba culpables de su situación. Mi amigo se hallaba amenazado y había tenido que huir de aquí, y sus perspectivas vitales en aquellos momentos no eran muy halagüeñas. Traté de templar gaitas y, con escasa convicción, aduje que el hecho de que nuestro común amigo fuera nacionalista y votara de acuerdo con sus simpatías ideológicas no significaba que aprobara lo que le ocurría a él y que esa circunstancia no tenía por qué empañar, o al menos interrumpir, una amistad. Mi amigo aceptó mi argumento, aunque creo que lo hizo con la misma escasa convicción que la que yo puse al defenderlo.

El asesinato político no es sólo un problema moral, sino nuestro principal problema político

Meses después, otro amigo me expuso una objeción similar, si bien no particularizada como en el caso anterior, sino haciéndola extensiva a todos los nacionalistas, incluidos sus votantes. Lo que este otro amigo me planteaba era que, dada la política nacionalista de acumulación de fuerzas, votar a unos era votar a todos y ese voto estaba aportando aliento y argumentos a quienes formando parte de ese todo se dedicaban a amenazar a un sector de la población y a asesinar a algunos de sus representantes. La conexión y, por lo tanto, la corresponsabilidad, eran evidentes para mi amigo, quien tendía a meterlos a todos en el mismo saco. Si volvemos ahora al caso de mi primer amigo y le aplicamos los criterios del segundo, nuestro amigo común que votaba nacionalista estaría, en efecto, suministrando combustible a quienes intentaban atentar contra su vida, lo que justificaría la ruptura de cualquier amistad. Sin embargo, recuerdo lo que le respondí a mi segundo amigo, en esa ocasión sin intención alguna de templar gaitas. Le dije: sí, seguramente tienes razón, pero ellos no pueden verlo.

¿Qué era lo que ellos no podían ver? Cualquier votante del PNV, EA, EB o Aralar manifestará su rechazo de las acciones criminales de ETA y lo acompañará de toda clase de argumentos morales. Si el amenazado es, además, amigo de cualquiera de ellos, le expresarán -salvo en casos de miseria moral, que también los hay- el horror que experimentan y lo muchísimo que le quieren, etc. Pero ese mantra moral, que está muy lejos de ser una manifestación de una moral auténtica, es en realidad un handicap, que actúa más como elemento de bloqueo que como impulso de un proceso de raciocinio. Ese mantra no les ayudará a replantearse su actuación política, y votar no deja de ser un acto. No les permitirá comprender que el asesinato político no es sólo un problema moral, sino nuestro principal problema político, y que cualquier estrategia política que no lo vea así y trate de ahondar un abismo entre víctimas y ciudadanos libres -en términos ideológicos, entre nacionalistas y no nacionalistas- es una estrategia corresponsable del crimen. Otorgar a las víctimas el lugar que les corresponde -otro mantra al uso de la época- significa incorporarlas a la ciudadanía libre, y para eso ésta tiene que ocupar el lugar de las víctimas mientras se siga dando la posibilidad de que las haya. No hay medias tintas, lo que se impone es la unidad de acción. Estar contra ETA significa combatirla políticamente.

El PNV se está replanteando su estrategia. No lo haría si los resultados electorales no le hubieran sido adversos. No se trata de un replanteamiento moral, sino de un replanteamiento político, aunque es posible que ese cambio político sea de corto alcance: buscar las alianzas que no lo aparten del poder. Pese a todo, es una oportunidad que no se debe desestimar. Jamás ha hecho una autocrítica de lo de Lizarra, de ese error y de ese horror del último decenio, y será empeño imposible exigirle que lo haga. Ellos nunca se equivocan. Pero sí habrá que pedirle que actúe como si la hubiera hecho. Dejo a otros que piensen en qué habrá de consistir eso.

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