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Reportaje:

La libertad del cine asiático

El BAFF 'debate' sobre la creatividad de las películas que llegan de Oriente

Tran Anh Hung, director de El olor de la papaya verde, nació en Vietnam. Pero desde los 12 años reside en Francia, país al que emigró al huir sus padres del comunismo. Tras el estreno de The vertical ray of the Sun (2000), las dificultades para obtener financiación le obligaron a un parón creativo. Una alianza gala, inglesa y española le permitió conseguir el dinero para su cuarto filme, Come with the rain, actualmente en fase de posproducción y con Eusebio Poncela en un reparto encabezado por Josh Harnett. A su juicio, el mayor valor del cine asiático contemporáneo radica en la libertad de que gozan sus realizadores, algo que se traduce en calidad artística. Tran Anh Hung es uno de los miembros del jurado del BAFF, el festival dedicado al cine asiático que se celebra hasta el domingo en Barcelona.

Corea del Sur y Malaisia emergen como las grandes promesas

"En Francia, cuando voy a las televisiones a pedir financiación para mis proyectos suelen elogiarme diciendo que soy muy chic. Pero me piden que haga una comedia", reflexiona el cineasta. "Hay una presión ligada al mercado y a la televisión" dice, y añade que en Asia tal vez se disponga de menos dinero, pero que nadie cuestiona la autonomía creativa del director y los procesos de trabajo resultan también más flexibles. "Allí pueden ser artistas, no están condicionados por unos horarios; es inconcebible tener que rodar una escena de lluvia cuando hace un sol espléndido", subraya al aludir a las contradicciones a las que no escapan los planes de rodaje del cine occidental.

A su juicio, resulta "fantástico" que Barcelona disponga de una cita anual con este tipo de cine. Desde su llegada a la ciudad ha visto bastantes de las sesiones programadas por el festival para poder emitir su voto de cara al palmarés. Y se muestra gratamente sorprendido por la atracción del público hacia un tipo de películas muy alejadas de los códigos occidentales. "Son películas muy sombrías, difíciles de ver y con final abierto. Nos demuestran que el cine no sirve para entender al otro, sino para comprender que no podemos entenderle", razona.

En el ecuador de la edición del décimo aniversario, con Hong Kong como país invitado, sus organizadores prefieren no hacer aún valoraciones. Más preocupados ahora por cuestiones artísticas, ayer organizaron un encuentro entre los miembros del jurado, varios de los directores cuyos filmes se proyectan en el BAFF y la prensa para ensayar una mirada poliédrica y especializada sobre la producción fílmica nacida en Asia.

Y las opiniones al respecto fueron también plurales. Keiko Araki, directora del Pia Film Festival (evento cinematográfico dedicado a descubrir nuevos valores del cine nipón), recomienda estar muy atentos al auge del cine en Malaisia. Un país pequeño pero lleno de creatividad que, a su juicio, está cargado de futuro.

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Kim Dong Ho, fundador y director del surcoreano Pusan Film Festival y vicepresidente de la Network for Promotion of Asian Cinema, cree, en cambio, que no es posible individualizar una sola potencia emergente. Y, de paso, alerta de una amenaza para el crecimiento del cine oriental: el abanico de idiomas con que se rueda dificulta la circulación en el propio continente de origen. "Las traducciones son tan caras que no puede haber un intercambio continuo". Si se pregunta a Tran Ang Hung, la respuesta es también distinta. "Corea del Sur es el lugar que concentra más fantasía, radicalidad y locura".

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