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Absueltos tres policías neoyorquinos que acribillaron a un negro desarmado

La familia de la víctima, que tenía 23 años, reclama 32 millones de compensación

Sean Bell murió tiroteado por agentes de la policía de Nueva York la noche que celebraba su despedida de soltero en un club de Queens. Los tres agentes, que dispararon 50 balas contra el joven negro, fueron absueltos ayer de todos los cargos por falta de pruebas. En el popular barrio neoyorquino reinaba la indignación y se recordaban casos similares en los que los agentes no fueron sancionados por su conducta.

Bell tenía 23 años. El 25 de noviembre de 2006 el joven salió del Kalua Cabaret, donde se encontraba con dos amigos que sobrevivieron al tiroteo. No iban armados. Contra el grupo dispararon los policías Michael Oliver, Gescard Isnora y Marc Cooper, dos de ellos también negros. Oliver lo hizo 31 veces. Isnora, 11. Y Cooper, cuatro. A ellos se suman cuatro tiros de otros dos agentes que no fueron procesados.

Isnora, que estaba dentro del club investigando un caso de prostitución, avisó a sus compañeros en el exterior de que Bell se dirigía a su coche para hacerse con un arma para resolver una disputa. Fue el primer agente en abrir fuego con su automática. Los otros policías continuaron con la descarga porque creían que los disparos venían desde dentro del vehículo. Tras disiparse la humareda, no se encontró arma alguna.

La defensa alegó que la víctima estaba borracha y se la consideró peligrosa, mientras que el fiscal resaltó el gatillo fácil de los policías. El juez Arthur Cooperman consideró que no se presentaron pruebas que pusieran en tela de juicio la conducta de los agentes. "Las dudas de descuido e incompetencia deben dejarse a otros foros", dijo, al tiempo que destacaba la dificultad del caso.

El juicio duró casi dos meses. La sala en la que el juez dictó el veredicto estaba llena, mientras varios centenares de personas se agolpaban a las afueras del tribunal. La novia de la víctima y sus padres rompieron en lágrimas y se dirigieron hacia el cementerio para rezar. Sus abogados se plantean apelar. "Asesinos, asesinos", espetaban algunas personas mientras los policías abandonaban el edificio. La familia también reclama una indemnización de 32 millones de euros.

La prioridad de las autoridades locales es lograr que la situación se mantenga pacífica en Queens. "Estamos preparados para cualquier contingencia", dijo el comisario Raymond Kelly. El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, dijo que en este juicio no hay ganadores. "Ningún veredicto habría puesto fin al dolor de los que conocían y querían a Sean Bell". Para hoy se ha convocado en Queens una protesta contra la sentencia en la que participará la familia de Bell.

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