La rabieta del fiscal Gordillo

El fiscal Ignacio Gordillo no sabe perder con elegancia. Un tribunal de la Audiencia Nacional presidido por Javier Gómez Bermúdez absolvió el pasado lunes a la etarra Dolores López Resina, Lola, de los atentados con explosivos en el Puerto Olímpico de Barcelona, en 1993, porque el fiscal no propuso a una testigo que había reconocido fotográficamente a la etarra y que el tribunal consideró imprescindible para dictar la condena.

Ayer, los mismos protagonistas comparecieron de nuevo en la sala antiterrorista de la Audiencia Nacional. Presidía Gómez Bermúdez, el fiscal era Gordillo y la procesada, la etarra Lola, a la que se juzgaba esta vez por el atentado con coche bomba contra una patrulla policial en el barrio de La Albericia, de Santander, e1 19 de febrero de 1992, en el que fallecieron tres transeúntes. El fiscal y la Asociación de Víctimas del Terrorismo solicitan 245 años de reclusión.

Pero Gordillo, que no había aceptado de buen grado la absolución de la etarra y había declarado a los medios de comunicación que no hubo olvido ni desidia por su parte al no citar a la testigo clave del caso de Barcelona, aprovechó tres pequeñas incidencias para tomarse su revancha.

La etarra Lola se encuentra en España como consecuencia de una entrega temporal y deberá ser devuelta a Francia incluso en el caso de que no haya sido juzgada en el plazo estipulado. En ese contexto es en el que, por tres veces, Gordillo solicitó la suspensión del juicio por motivos irrelevantes.

Es el cuarto juicio que se celebra por este atentado -ya fueron condenados el que ordenó la masacre, el ex jefe de ETA Francisco Mujica, Pakito; los etarras que robaron los coches y los que colocaron la bomba y la detonaron al paso del vehículo policial-, y una pieza de convicción, un trozo de metralla extraída de uno de los fallecidos, se ha extraviado. Gordillo clamó por la suspensión del juicio al considerar esa pieza de importancia trascendental. Ni la defensa de Lola dio importancia al hecho.

Motivos intrascendentes

Gómez Bermúdez le preguntó reiteradamente cuál era la trascendencia del material extraviado, cuando el informe de la autopsia establece con claridad la causa de la muerte. Gordillo no supo argumentar la necesidad que alegaba. El tribunal decidió continuar la vista y Gordillo protestó.

Poco después, la etarra dijo en catalán que no reconocía al tribunal y que no pensaba declarar. Gordillo pidió de nuevo la suspensión del juicio por no estar presente el traductor de catalán. El tribunal le advirtió de que la etarra acababa de decir que no iba a contestar, pero hizo un receso de cinco minutos para que llegara el traductor. Lola volvió a decir que no iba a contestar.

El último intento de Gordillo se basó en que un policía no compareció por estar en una operación antiterrorista. Era el secretario de la declaración policial de uno de los etarras ya condenados y ya había comparecido en el juicio el instructor del atestado. Tampoco la defensa lo consideró necesario. El juicio no se aplazó porque el tribunal consideró que la incomparecencia estaba justificada, el testimonio era inútil y se debía evitar una dilación innecesaria.