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Reportaje:Multitudinario Sant Jordi

Los elegidos de Ruiz Zafón

La emoción y los nervios marcan la firma del escritor, que aunque atendió a 1.500 personas, 'olvidó' a 310

"Mira. Tú eres éste, ¿no?". "Sí, y éste es él". "Gracias por acordarte. Que tengas toda la suerte del mundo y la que no tuvo él", le espetó la mujer, de riguroso luto, casi arrancándole el brazo a Carlos Ruiz Zafón. Sí, el escritor había reconocido a su compañero de clase Javier. "Teníamos 11 años; falleció de un accidente", rememora el escritor. Y por eso su madre se llevaría la dedicatoria más larga. Pero de una sola frase. No puede hacer mucho más. La cola detrás de ella era de más de 300 personas. Al cabo del día acabarían desfilando por ahí unas 1.500: "Ni Galas ni Buenafuentes en sus mejores momentos", admitían sotto voce los responsables de Planeta, sudando más de nervios que de calor ante un nuevo récord impuesto por el escritor en una diada. El escenario es una carpa unipersonal en la que la estrella literaria, tras un decorado que reproducía su ya mítico cementerio de los libros prohibidos, no levantaba cabeza.

Con las ventas de ayer, el escritor lleva vendidos 580.000 ejemplares
Las rúbricas, a cinco libros por minuto, las hacía con tres rotuladores distintos

Las lágrimas que asomaban a la madre del amigo casi las repoducían las cuatro azafatas que se dedicaban exclusivamente a abrir los ejemplares del libro y a estampar en ellos un ex libris, una farola modernista del paseo de Gràcia de Barcelona que diseñó Pere Falquès con la fecha. "Así se ahorra de ponerla y ganamos tiempo", mascullan a espaldas del escritor, que atiende a una prensa infinita que, como los lectores, también debe hacer cola para acceder a él.

Ruiz Zafón, a fe que lo intenta: lleva tres rotuladores, de grosores y tintas (una de color oro) distintos. No cambia el primero hasta la primera hora de firma (13.00) como uno de sus personajes grafómanos poseso. Hay truco: "Es para que se le canse menos el músculo de la mano", informa su particular guardia de corps: gente de relaciones públicas y de mercadotecnia, que también estrena un servicio especial de reposición de libros en plena diada para librerías. Valdrá la pena: con las ventas de ayer, el libro ha alcanzado ya los 580.000 ejemplares vendidos, 250.000 sólo en Cataluña.

Las peticiones serán múltiples ("¿por qué utilizas tanto la fecha del 26 de septiembre en tus libros?" "Tengo unos relatos, ¿no puede ayudarme a publicarlos?", son algunos comentarios de los que acuden. Educadísimo, profesionalísimo, Ruiz Zafón responde como puede mientras intenta mantener la media. De tres a cinco libros por minuto. Los organizadores, al borde del colapso y viendo que a esa velocidad no llegan, le piden que no ponga ni el nombre, que sólo firme. El escritor se niega en redondo.

A diferencia de Isabel Allende, que ante El Corte Inglés de Portal del Ángel sólo firmó 30 de los 120 minutos porque debía coger un avión, Ruiz Zafón alargó casi dos horas sus sesiones de firma, al mediodía y por la noche. Se lo debía a sus seguidores, que iban con dos libros en ristre, ya suyos, ya de los que preveían que no llegarían por la cola. "Eso es lo que nos está rompiendo", se quejaban los ángeles de la mercadotecnia. Pero el autor se lo debía: llevaban una media de tres horas de espera, que llegó a cinco con los que se quedaron guardando cola durante la hora de comer. Les repartieron agua. "Qué menos, es la primera vez que vengo a Barcelona por Sant Jordi. Soy de Canet, he bajado del tren sobre las doce y aquí estoy, sin ver nada", decía Ana.

Pero fue imposible: unas 310 personas se quedaron a las nueve de la noche sin firma, y eso que los que se unían a la cola ya más tarde de las seis estaban advertidos: no habría tiempo para ellos. Algunos optaron por aguardar de todos modos.

Al final, los que formaban la lista de Zafón tampoco entraron. Lágrimas, rabia e insultos llegaron entonces, cuando Ruiz Zafón, exhausto, acabó. Se les prometió una nueva firma de libros, pero eso no les mitigó la rabia. Los gritos de "nos han engañado" o "se te ha subido el éxito a la azotea" se mezclaban con lágrimas de impotencia. Pero hay cosas que ni un ángel, por más que sea de Ruiz Zafón, puede resolver.

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